Tres treintañeras se confiesan y hasta los hombres se mueren de risa
- Yessika Valdés
Para entender a las mujeres hay que ser mujer. O, al menos depilarse, ponerse zapatos de mujer y tener la paciencia de Job, para, escucharlas sin chistar cuando, por horas y horas, se lo pasan hablando, de los mil y un temas y asuntos que ocupan su agenda cotidiana. Asuntos que, seguramente los hombres no entenderían, porque, para entender a las mujeres, las mujeres.
Eso aprendió Juan Carlos Macías, en las dos veces que le ha tocado personificar a una mujer (Carmen). Nada menos y nada más que a una de treinta años.
Treinta años. Durante generaciones cuando se hablaba de llegar a los treinta años eran palabras mayores. ¿Será porque los 30 es un período de la vida femenina en que se estima que ya hay bastante camino recorrido como para hablar con propiedad de ciertos temas, estar más o menos afincada profesional y personalmente y tener “suficiente” grado de madurez?
El asunto es que en la comedia “Confesiones de mujeres de 30”, una producción de Topline Events, tres destacadas actrices, que se dicen ser amigas, en su camerino, dialogan mientras se maquillan y preparan para salir al escenario y, en broma y en serio, hacen público su pasado, hablan de su presente y de su futuro.
Mucho de lo que dicen en el montaje le puede haber pasado a más de cuatro de los o las que las observan. Aunque no lo admitan. Es de humanos no hacerlo. Es un mecanismo de defensa.
Se ríen y hacen reír. Se lamentan de sus errores y se jactan de logros, lanzan ayes y hurras al viento, interactúan con el público, llaman las cosas por su nombre, se ríen a costa de ellas mismas, hablan de los distintos tipos de hombres, de amor y desamor, de sus miedos, sueños y preocupaciones en la niñez, adolescencia, a los 20, a los 25 y un poquito después...
Recuerdan vivencias. Hablan con propiedad. No se andan por las ramas. Con detalles, nombre, hora, lugar, color, sensaciones...
En una sátira pintan el mundo femenino, rico, variado, lleno de retos, en una sociedad donde hombre y mujer y padres e hijos muchas veces más que colaborar entre sí, miden fuerzas, se juzgan, se manipulan, no están en sintonía.
Casi al final citan anécdotas y frases de corte sexista, de gente célebre, de machistas hijos de una sociedad androcéntrica donde impera la ley del embudo: lo ancho para ellos y lo angosto para ellas.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.