Un cuento sin final feliz
Publicado 2003/12/11 00:00:00
- Daschenka Chong
En uno de mis libros favoritos "Mujeres que corren con los lobos", su autora, la psicóloga Mónika Pínkola Estes hace el papel de "cantaora" de historias. No aspiro a ser tan buena como ella, pero aquí les van unos relatos que nos pueden enseñar algo.
Había una vez en una tierra con forma de S acostada, una hermosa, inteligente y divertida mujer. Ella no entendía por qué siendo tan especial estaba sola, si tenía todas las características consideradas como "deseables". Aceptaba su presente y vivía para su trabajo, añorando secretamente a un representante del sexo opuesto que le hiciera compañía.
El día menos pensado se topó con un hombre lindo, listo y tan divertido como ella y dio gracias a los dioses. De simples miradas, pasaron a cortas conversaciones, llamadas telefónicas y se enviaron emails, las cartas de amor del siglo XXI.
Por fin decidieron tener una cita. Ella eligió el sitio, sería una pizzería, un lugar no muy íntimo, romántico o sugerente, ni tan frío ni tan distante.
A pesar de su experiencia, se sentía como una adolescente y miraba constantemente el reloj. Para cuando el prospecto llegó, cuarenta minutos tarde, ella ya había imaginado mil y una forma de asesinarlo. Sin embargo, se mostró comprensiva y atenta, compañera más que cariñosa. La pizza estuvo horrorosa y la conversación algo forzada.
Indecisos acerca de su destino final, coquetearon un poco y ella al despedirse besó sugestivamente la comisura de sus labios. Casi sin darse cuenta estaban besándose en el asiento trasero de un taxi.
Las llamadas se espaciaron y los emails desaparecieron. Ella lo visitó dos veces más. Hoy apenas se hablan, él le sigue gustando, pero el apuro y las ansias acabaron con la química y convirtieron algo que pudo ser especial en un compartir de soledades.
En otro tiempo y lugar, otro individuo ya estaba listo para comprometerse, a sus treinta y tantos quería algo más de lo que los levantes podían darle y conoció quien creyó reunía las características para ser "la elegida". Estaban tan tenso, no quería arruinarlo, pero frente a ella se volvía nada. Su mente contemplaba desde un rinconcito cómo de su boca salía tontería tras tontería, incluso en los momentos más comprometedores. Ella se aburrió de su noviazgo con un párvulo y lo cortó.
Día con día esta historia se repite, son mujeres y hombres especiales que caen presa de sus prisas y arruinan las cosas. Ellos y ellas, están desconcertados, pero no dejan pasar la oportunidad, los más pícaros adoran pescar en estas condiciones de abundancia de ganas que anulan el trabajo cerebral.
Amigas y amigos: la desesperación tiene olor, sabor y color. La anuncia un gran letrero de neón sobre la frente: activa los centros de defensa (con el consecuente reflejo de fuga) del objeto de la atención de quien se halla ansioso y falto de afecto. Entonces, a relajarse, respiren, aprendan a tejer, hagan panagramas y salgan con amistades. Mientras más calmados estén, más confianza sentirá ese pequeño y desnudo ser alado de actuar a su favor.
Había una vez en una tierra con forma de S acostada, una hermosa, inteligente y divertida mujer. Ella no entendía por qué siendo tan especial estaba sola, si tenía todas las características consideradas como "deseables". Aceptaba su presente y vivía para su trabajo, añorando secretamente a un representante del sexo opuesto que le hiciera compañía.
El día menos pensado se topó con un hombre lindo, listo y tan divertido como ella y dio gracias a los dioses. De simples miradas, pasaron a cortas conversaciones, llamadas telefónicas y se enviaron emails, las cartas de amor del siglo XXI.
Por fin decidieron tener una cita. Ella eligió el sitio, sería una pizzería, un lugar no muy íntimo, romántico o sugerente, ni tan frío ni tan distante.
A pesar de su experiencia, se sentía como una adolescente y miraba constantemente el reloj. Para cuando el prospecto llegó, cuarenta minutos tarde, ella ya había imaginado mil y una forma de asesinarlo. Sin embargo, se mostró comprensiva y atenta, compañera más que cariñosa. La pizza estuvo horrorosa y la conversación algo forzada.
Indecisos acerca de su destino final, coquetearon un poco y ella al despedirse besó sugestivamente la comisura de sus labios. Casi sin darse cuenta estaban besándose en el asiento trasero de un taxi.
Las llamadas se espaciaron y los emails desaparecieron. Ella lo visitó dos veces más. Hoy apenas se hablan, él le sigue gustando, pero el apuro y las ansias acabaron con la química y convirtieron algo que pudo ser especial en un compartir de soledades.
En otro tiempo y lugar, otro individuo ya estaba listo para comprometerse, a sus treinta y tantos quería algo más de lo que los levantes podían darle y conoció quien creyó reunía las características para ser "la elegida". Estaban tan tenso, no quería arruinarlo, pero frente a ella se volvía nada. Su mente contemplaba desde un rinconcito cómo de su boca salía tontería tras tontería, incluso en los momentos más comprometedores. Ella se aburrió de su noviazgo con un párvulo y lo cortó.
Día con día esta historia se repite, son mujeres y hombres especiales que caen presa de sus prisas y arruinan las cosas. Ellos y ellas, están desconcertados, pero no dejan pasar la oportunidad, los más pícaros adoran pescar en estas condiciones de abundancia de ganas que anulan el trabajo cerebral.
Amigas y amigos: la desesperación tiene olor, sabor y color. La anuncia un gran letrero de neón sobre la frente: activa los centros de defensa (con el consecuente reflejo de fuga) del objeto de la atención de quien se halla ansioso y falto de afecto. Entonces, a relajarse, respiren, aprendan a tejer, hagan panagramas y salgan con amistades. Mientras más calmados estén, más confianza sentirá ese pequeño y desnudo ser alado de actuar a su favor.
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