Un papá viudo iluminado por dos rayitos de luz
Publicado 2002/06/15 23:00:00
- La Plata
Ser padre es mucho más que un aspecto biológico, es una responsabilidad. Un premio que nos da Dios para poder continuar nuestra propia especie, pero más que un premio es un reto, ya que es un compromiso que se adquiere, sobre todo, con la formación y educación de los hijos, señala con mucha seriedad Guillermo Antonio Adames.
Adames conoce en carne propia este reto y responsabilidad, ya que desde hace cinco años está a cargo de sus dos "hijitas", como les llama a Camila de 9 y Ana Sofía de apenas 8 años.
Es una familia que parece más un trío de amigos. Hablar con ellos es sumirse en una conversación profunda y divertida a la vez, donde predominan la cortesía, el amor, el respeto, y sobre todo, un "buen vocabulario", ya que esas son las bases de la educación que el padre ha inculcado a sus hijas y ellas lo señalan casi al unísono, al preguntarles qué les enseña su papá.
Para Adames, quien además de ser padre, está pendiente de la casa y de su empresa, en la infancia los niños son como esponjas que absorben todo o gran parte del contorno al cual se les expone, por eso se cuida mucho. "No soy el mismo de antes de estar a cargo de mis hijas. Ellas me han cambiado la vida, son un compromiso de orden moral y espiritual que se lleva muy adentro".
La vida lo ha llevado diametralmente a todo lo opuesto que era. Cuenta que al casarse perdió su individualidad y al hacerse cargo de sus hijas, mucho más, porque ahora ellas ocupan el primer lugar de sus alegrías y también preocupaciones. Con sus "hijitas" se ha vuelto más cauto, pendiente de que la mesura lo acompañe en sus actuaciones y al momento de tomar decisiones.
"Son todas ternura, amor y cariño", frases que son premiadas por Ana Sofía, que no lo deja terminar y le estampa un sonoro beso en la mejilla, ante la mirada de regocijo de Camila.
Agrega que es una satisfacción muy grande verlas crecer y desarrollarse. Por ejemplo Camila forma parte del cuadro de excelencia de su colegio y Ana Sofía tiene un promedio de 4.7, lo cual le complace y le muestra que su trabajo va bien encaminado.
El orgulloso papá, sostiene que a los niños hay que tratarlos como niños. Es por eso que jamás les grita ni les pega a sus hijas, les habla con respeto y cariño, lo cual corroboran muy alegres ellas.
Es un convencido de que para tener éxito en la educación de los niños, hay que tener mucha paciencia y nunca verlos como adultos, sobre lo cual Ana Sofía reitera que "a los hijos hay que escucharlos y darles mucho cariño", premisa que él considera una obligación.
Sostiene que la educación de sus hijas las simplifica en tres cosas: integridad, dignidad y humildad.
Considera que la integridad es el principal reto, y la dignidad es como una porcelana fina, que cuando se rompe, péguela como quiera, que jamás volverá a ser la misma.
De acuerdo con Camila, las enseñanzas de su padre siempre van acompañadas con historias y ejemplos que ellas pueden entender y relacionarlas con las diversas situaciones.
A su juicio, él es el reflejo de lo que le enseñaron sus padres y en esa medida trata de educar a sus hijas, poniéndoles su vida como ejemplo.
"Mi papá y mi mamá eran la pareja ideal", expresa Camila dirigiendo su mirada a las fotos y recuerdos de los tres que están en diversos cuadros en la oficina y dicen que también están en la casa.
Al preguntarles como asumieron que se quedaron solo los tres, respiran profundo, antes de contestar que no fue fácil. En principio tuvo que buscar ayuda profesional para él y ellas, pero con el tiempo lo han superado juntos y con apoyo de la familia, ante lo cual las niñas afirman con un movimiento de cabeza.
El padre explica que al perder a su esposa sus hijas eran muy pequeñas, Camila tenía 4 y Ana Sofía 3 años, pero entendió que lo mejor era decir la verdad, no evadir el hecho; que fueran conscientes de que no hay manera de sustituirla, ante lo cual interviene Camila, "no es como un perro que se muere y se puede comprar otro, una mamá no se puede comprar en ningún lugar" - y lo han logrado, ellas hablan con naturalidad de su madre y les encanta enseñar sus fotos -.
Ellas son conscientes de que fue una decisión de Dios y que mami las cuida desde el cielo.
Aunque Ana Sofía se levanta de su asiento y dice con autoridad que "existe una solución: una madrastra", pero enseguida se retracta, diciendo que ni loca. y su papá dice no, no, muy seguro y que no cabe esa posibilidad, porque hay cosas en la vida irremplazables.
Ser un padre solo a cargo de sus hijas no es una demostración de nada, sino simplemente aceptar el compromiso adquirido y hacerlo de la mejor forma posible.
Adames conoce en carne propia este reto y responsabilidad, ya que desde hace cinco años está a cargo de sus dos "hijitas", como les llama a Camila de 9 y Ana Sofía de apenas 8 años.
Es una familia que parece más un trío de amigos. Hablar con ellos es sumirse en una conversación profunda y divertida a la vez, donde predominan la cortesía, el amor, el respeto, y sobre todo, un "buen vocabulario", ya que esas son las bases de la educación que el padre ha inculcado a sus hijas y ellas lo señalan casi al unísono, al preguntarles qué les enseña su papá.
Para Adames, quien además de ser padre, está pendiente de la casa y de su empresa, en la infancia los niños son como esponjas que absorben todo o gran parte del contorno al cual se les expone, por eso se cuida mucho. "No soy el mismo de antes de estar a cargo de mis hijas. Ellas me han cambiado la vida, son un compromiso de orden moral y espiritual que se lleva muy adentro".
La vida lo ha llevado diametralmente a todo lo opuesto que era. Cuenta que al casarse perdió su individualidad y al hacerse cargo de sus hijas, mucho más, porque ahora ellas ocupan el primer lugar de sus alegrías y también preocupaciones. Con sus "hijitas" se ha vuelto más cauto, pendiente de que la mesura lo acompañe en sus actuaciones y al momento de tomar decisiones.
"Son todas ternura, amor y cariño", frases que son premiadas por Ana Sofía, que no lo deja terminar y le estampa un sonoro beso en la mejilla, ante la mirada de regocijo de Camila.
Agrega que es una satisfacción muy grande verlas crecer y desarrollarse. Por ejemplo Camila forma parte del cuadro de excelencia de su colegio y Ana Sofía tiene un promedio de 4.7, lo cual le complace y le muestra que su trabajo va bien encaminado.
El orgulloso papá, sostiene que a los niños hay que tratarlos como niños. Es por eso que jamás les grita ni les pega a sus hijas, les habla con respeto y cariño, lo cual corroboran muy alegres ellas.
Es un convencido de que para tener éxito en la educación de los niños, hay que tener mucha paciencia y nunca verlos como adultos, sobre lo cual Ana Sofía reitera que "a los hijos hay que escucharlos y darles mucho cariño", premisa que él considera una obligación.
Sostiene que la educación de sus hijas las simplifica en tres cosas: integridad, dignidad y humildad.
Considera que la integridad es el principal reto, y la dignidad es como una porcelana fina, que cuando se rompe, péguela como quiera, que jamás volverá a ser la misma.
De acuerdo con Camila, las enseñanzas de su padre siempre van acompañadas con historias y ejemplos que ellas pueden entender y relacionarlas con las diversas situaciones.
A su juicio, él es el reflejo de lo que le enseñaron sus padres y en esa medida trata de educar a sus hijas, poniéndoles su vida como ejemplo.
"Mi papá y mi mamá eran la pareja ideal", expresa Camila dirigiendo su mirada a las fotos y recuerdos de los tres que están en diversos cuadros en la oficina y dicen que también están en la casa.
Al preguntarles como asumieron que se quedaron solo los tres, respiran profundo, antes de contestar que no fue fácil. En principio tuvo que buscar ayuda profesional para él y ellas, pero con el tiempo lo han superado juntos y con apoyo de la familia, ante lo cual las niñas afirman con un movimiento de cabeza.
El padre explica que al perder a su esposa sus hijas eran muy pequeñas, Camila tenía 4 y Ana Sofía 3 años, pero entendió que lo mejor era decir la verdad, no evadir el hecho; que fueran conscientes de que no hay manera de sustituirla, ante lo cual interviene Camila, "no es como un perro que se muere y se puede comprar otro, una mamá no se puede comprar en ningún lugar" - y lo han logrado, ellas hablan con naturalidad de su madre y les encanta enseñar sus fotos -.
Ellas son conscientes de que fue una decisión de Dios y que mami las cuida desde el cielo.
Aunque Ana Sofía se levanta de su asiento y dice con autoridad que "existe una solución: una madrastra", pero enseguida se retracta, diciendo que ni loca. y su papá dice no, no, muy seguro y que no cabe esa posibilidad, porque hay cosas en la vida irremplazables.
Ser un padre solo a cargo de sus hijas no es una demostración de nada, sino simplemente aceptar el compromiso adquirido y hacerlo de la mejor forma posible.
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