El sueño mundialista sigue intacto, rendirse ahora no es una opción
Habrá que trabajar mucho en la definición y bastante en la parte psicológica, el equipo jugó demasiado presionado desde el minuto inicial.
El sueño mundialista sigue intacto, rendirse ahora no es una opción
El silencio incómodo y el malestar general fue la nota evidente de los miles de fanáticos que colmaron las graderías del Rommel Fernández para apoyar a la Selección Nacional y que luego del empate a un gol con los "chapines", abandonaron el estadio con un fastidio general, en contraste con una alegría sin mayores fundamentos, de alrededor de tres mil guatemaltecos que festejaban el punto obtenido, como algo heroico.
Ambas posturas son entendibles, pero irreales. El fastidio de la fanaticada local, se explica por las altas expectativas trazadas por los medios de comunicación, dominados por "fanáticos con micrófonos", quienes dejaron de lado la cautela en cada comentario y desconocieron la historia, menospreciando rivales y dando por sentado que todos los adversarios debían ser humillados, futbolísticamente hablando, por el seleccionado panameño, situación tan irreal como alucinante, pero que caló profundamente en el aficionado local y de allí su desazón.
Por su parte, los guatemaltecos celebraron eufóricos el empate (tienen 1 punto de 6 disputados y deben visitar al líder del grupo Surinam y a quien los venció en su casa, El Salvador), dicho de otra forma, festejaban su casi prematura eliminación, "cosa de locos" como dicen en el barrio, pero es un tema de ellos.
Pero volviendo a Panamá, la campaña exitista fue apoyada en los buenos resultados obtenidos en Copa Oro, Liga de Naciones y Copa América, pero son torneos distintos. Creer que una cosa conlleva a la otra, es una postura lejana a la realidad de lo que representa jugar una eliminatoria mundialista, donde nadie regala nada y cada selección nacional "se juega la vida" en cada jugada, por alcanzar el ansiado sueño de clasificar a un mundial.
Estos dos juegos disputados hasta hoy, no distan para nada de lo que han sido siempre las eliminatorias mundialistas para Panamá, es decir trabadas, sufridas, angustiantes y llenas de suspenso hasta el último minuto de cada partido disputado. Quienes pensaban que iba a ser fácil, estos resultados los han devuelto a la realidad, misma que puede ser frustrante, en el día a día, pero que, con la experiencia adquirida en este ciclo de Thomas Christiansen, teniendo un equipo altamente competitivo, bien fogueado y con muy buenos jugadores seguramente se alcanzará el objetivo.
El director técnico tiene una idea clara de lo que se quiere y cómo se puede o debe conseguir, pero en la cancha depende de lo que hagan sus dirigidos. Ante Guatemala puso el mejor 11 posible, es decir, su equipo de gala. El esquema táctico era el indicado, el equipo creó múltiples oportunidades y sus delanteros no supieron concretar, la defensa se muestra siempre sólida, pero peca de distracciones ocasionales y estas, se transforma, en goles.
Si hay que repartir culpas o responsabilidades, al DT, a mi humilde entender, le corresponde su tardía lectura del juego, es decir, ubicar donde están los fallos o desatenciones de sus dirigidos y solucionarlo, ya sea tácticamente o mediante cambios oportunos.
El equipo tuvo la posesión, las oportunidades se crearon, alrededor de once y faltó que alguien definiera. No estamos eliminados y seguimos dependiendo de nosotros mismos, pero hay que ganar y para eso se necesitan goles.
Habrá que trabajar mucho en la definición y bastante en la parte psicológica, el equipo jugó demasiado presionado desde el minuto inicial, por la necesidad de los 3 puntos.
De cara a la próxima fecha FIFA (Panamá visita a El Salvador el 10 de octubre y recibe a Surinam el 14), habrá que trabajar mucho en la definición y bastante en parte psicológica.
Ambos rubros tienen correlación entre sí. La falta de confianza y el estrés que manejan por sentirse "favoritos", sumado a la necesidad de ganar, los ha llevado a un punto donde cada jugada fallida, cada pase errado y cada ocasión de gol desperdiciada, se convierte en una mochila pesada a lo largo de los 90 minutos.
No se ha perdido nada aún y rendirse ahora no es una opción.