Buscando guayabas
- Joaquín González J.
Los famosos “baby boomer” se han adueñado prácticamente de todas las áreas boscosas o de interés ecológico y fluvial de Boquete, incluyendo fincas enteras dedicadas otrora al cultivo del café y la naranja injertada.
En la introducción de su célebre ensayo "La venta del Istmo", Belisario Porras (l903) expresó la siguiente frase: "Que amarga ironía la de la Historia, enfrentarse al presente con las manos vacías, impotente ante nuestras pasiones, pero comprendiendo que ella se levantará como un juez severo, con un arma más poderosa que la de nuestras manos y nuestros corazones, un arma que es el símbolo de la palabra: La verdad".
En la actualidad, cuando uno se entera a través de los trabajos de investigación periodística realizados recientemente por algunos medios de comunicación escrita acerca de los escandalosos negociados que a nombre de la Nación y en contra de los intereses del pueblo panameño se han realizado y continúan realizándose en nuestro país, con la inexcusable participación del Gobierno (de ayer y de hoy), uno no puede menos que sentir asco y apatía ante las ilusas perspectivas de cambio que plantean los políticos con su millonaria campaña publicitaria ante la víspera de la próxima contienda electoral.
En verdad resulta increíble y vergonzosa cómo se vende nuestro país al mejor postor (ríos, playas, manglares, islas, recursos mineros, cinta costera, etc.). Uno se queda atónito al observar cómo se otorgan por una bicoca, concesiones a diestra y siniestra a supuestos inversionistas que tienen que estar, eso si, dispuestos a soltar debajo de la mesa un milloncito aquí y otro más allá en calidad de coimas a quienes faciliten los trámites de adjudicación correspondiente. En este punto alguien dirá que lo de las coimas es una aseveración temeraria o especulativa que difícilmente puede probarse. Entonces búsquenme quién pueda creer que quienes otorgan dichas concesiones además de corruptos son tontos, pues, en tal caso, se estarían arriesgando a vender por unos centavos el patrimonio del Estado sin recibir ningún beneficio personal a cambio.
Paradójicamente mientras el mundo entero parece por fin preocupado y decidido a emprender acciones por la recuperación del ambiente con evidentes muestras de respeto y valoración de los recursos de la naturaleza, nosotros en Panamá, seguimos empeñados en realizar una venta de patiocon nuestro país. En Chiriquí, por ejemplo, con el fin de seguir haciéndole el juego a las transnacionales, de paso acabar con nuestros ríos y depauperar todavía más nuestros precarios ecosistemas, la fiesta de las concesiones continúa en su máximo esplendor. Según cifras de la Autoridad de los Servicios Públicos, nada más en esta provincia hay 58 proyectos hidroeléctricos aprobados de un total de 138 solicitudes presentadas en todo el país. Todo esto sin contar las 160 concesiones hechas para la explotación de minerales metálicos y 35 adicionales en trámite de aprobación, según cifras de la Dirección de Recursos Minerales del ministerio de Comercio e Industria.
En materia de turismo ni se diga. Con la excusa de promover las inversiones extranjeras y generar fuentes de empleo seguimos "buscando guayabas" al son de la canción del extraordinario cantante Rubén Blades. En efecto, el actual ministro de Turismo, se ha empeñado en convencernos de que el denominado turismo residencial (o turismo geriátrico como debería llamarse), es la piedra filosofal que resolverá nuestra situación de pobreza y la aguda crisis del desempleo.
Por Dios Santo, la palpable realidad de esta política de importar gente de recursos económicos para que vengan a hacer negocios ha contribuido más bien a encarecer los productos, generando de paso una inflación interna que se inició con el descomunal aumento del precio de la tierra. Claro está que la actividad de bienes raíces en su mayoría controlada por los mismos inversionistas extranjeros, se ha visto beneficiada al igual que la industria de la construcción insostenible a mediano y largo plazo. Lo lamentable y antipatriótico de una política de turismo así diseñada es que poco a poco los panameños nos convertiremos en apátridas y extranjeros en nuestro propio territorio.
Para muestra un botón: los famosos "baby boomer" (jubilados norteamericanos) se han adueñado prácticamente de todas las áreas boscosas o de interés ecológico y fluvial de Boquete, incluyendo fincas enteras dedicadas otrora al cultivo del café y la naranja injertada. Reciben además beneficios exagerados (otorgados por ley) que van desde la exoneración de impuestos para la importación de muebles, autos y otras prebendas, de las cuales por supuesto no gozan los jubilados panameños en abierta violación de la Constitución panameña que establece que no debe haber fueros ni privilegios (artículo l9).
Claro, debemos concederle algo de razón al ministro Blades, ya que estos avejentados turistas residenciales en verdad si contribuyen a mejorar nuestra maltrecha economía y a disminuir la elevada tasa de desempleo, por ejemplo: comprando muchas medicinas en las farmacias locales y contratando personal a su servicio, a razón de un par de empleadas domésticas (de preferencia maestras sin nombrar), así como un par de jardineros que velen por el cuidado y atención de sus vastos dominios. Se me olvidaba, también hay que incluir un par de celadores o guardias de seguridad panameños, que estén dispuestos, eso si, a meterle un tiro a cualquier intruso de ojos pardos que se le ocurra visitar con su bullanguera familia estos paradisiacos parajes privados.
Como es lógico pensar, estos "distinguidos" residentes de Boquete, algunos de ellos (pocos por suerte) buscados por la INTERPOL por delitos de pederastia, sexo con menores en Internet, etc., se han ganado, por lo visto, el derecho a gozar de privilegios adicionales que el dinero puede comprar. En la iglesia del pueblo han logrado que el cura les dé una misa dominical en inglés (exclusiva para ellos). Además, como la paz y la tranquilidad de Boquete son el valor agregado que los sedujo a venir a residir aquí, la tradicional y emblemática (para los panameños) Feria de las Flores y del Café se ha convertido en un problema para ellos, al punto que se han arriesgado a proponer (sin éxito todavía), la compra de dichos terrenos con el fin de hacer desaparecer esta actividad que cada año con el ruido de los bailes y la multitud de visitantes perturban su sueño y su tranquilidad.
Creo que es conveniente advertir, con relación al tema del turismo residencial en aras de procurar ser objetivos, que no descarto la posibilidad de estar equivocado en mis apreciaciones negativas al respecto. Sobre todo porque aparte del actual Gobierno, reconocidos y prestigiosos economistas panameños defienden a capa y espada las supuestas bondades de esta modalidad. Tal es el caso del economista panameño Rubén Lachman Varela (residente en Boquete) quien además de algunos artículos publicados en la prensa sobre el tema, ha editado un libro con el sugestivo título "Economía de Panamá para todos" que tuvo la amabilidad de obsequiarme y del que puede leerse en página l30 lo siguiente: "En Estados Unidos se jubilan 13,000 personas al día. Los podemos contar por hora, por minuto y hasta por segundo. Si esta es una demanda potencial de turistas residenciales ahora es cuando hay que considerarla y prepararse para atenderla".
Reconozco que yo no sé nada de economía, pero como panameño declaraciones como esta me producen una profunda tristeza. Además sospecho que los conquistadores españoles tampoco eran especialistas en la materia. Pese a ello, supieron hacer el gran negocio al cambiarnos espejitos por oro. No puedo imaginar lo que hubiesen hecho de contar con asesores financieros en aquella época.
Pero bien, si en Chiriquí llueve, en Azuero y Bocas del Toro no escampa, ya que prácticamente no hay tierra de importancia turística que no esté en manos, por concesión o por compra de inversionistas extranjeros.
Ante tales evidencias, no sé si será prematuro o exagerado afirmar que en lo económico, la política de turismo y de promoción de la inversión extranjera en nuestro país constituye una aberrante contradicción y fracaso. Lo cierto es que resulta innegable su contribución a la irreversible degradación ecológica, sociocultural, y peor aún a la cada vez más acentuada pérdida de nuestra identidad como Nación, asunto tan paradójicamente pregonado en los estribillos de las emotivas canciones del cantautor panameño.
Todo parece indicar que una vez más al pueblo panameño le corresponderá luchar por la reivindicación de nuestra soberanía, en esta ocasión de todo el territorio nacional.
Termino elevando mis plegarias a Dios para que las aprensiones de Porras en su célebre ensayo de 1903 no se conviertan en predicciones de la catástrofe de Panamá en pleno siglo XXI.
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