El concepto "hombre" en la lengua española
De macho se deriva ?machorra? para referirse a la mujer hombruna. Hoy ha caído en desuso la acepción que expuso Antonio de Nebrija: "estéril, tan incapaz de concebir como un macho?.
Si nos propusiéramos seguirle el rastro a un grupo de palabras relacionadas con el concepto "hombre", no solo llegaríamos a perdernos en la inmensa red que supone la etimología, sino que los hallazgos irían de menor a mayor.
La misma palabra ‘hombre’ (del latín homo, hominis) supone una delicada polémica que se ha hecho cada vez más actual, pues el término deriva a su vez de hominem (el ser humano), por lo que la palabra aquí no es sexuada sino genérica. Pero también homo, hominis nos lleva a humus (la tierra, el polvo, el barro), que demuestra el carácter finito del hombre (ser humano). Humus tiene su cuota en la palabra humildad. Y entre humildad y polvo, barro y tierra hay una especie de esencia del hombre. No obstante, pese a ser pisada, la tierra fecunda y germina.
En la lengua latina se distinguían las palabras hominis y hominem de la palabra "vir", el varón (lo que equivalía a lo que hoy la gente dice con carácter enfático “un hijo varón” y el redundante, no tan redundante, aunque sí machista y suficientemente recalcitrante "hombre varón", porque había, por supuesto, las homines feminae (seres humanos femeninos).
De "vir" (varón) partió entonces una serie de palabras que atañen sólo a los hombres (en el sentido de varón en la lengua latina) como virilidad, viril. Pero varón, también deriva, además del antiguo "vir", del latín varonis (fuerte, esforzado). Esto último tiene una razón de ser basada en la verdad histórica vivida como tal (no necesariamente en la biológica ni en la verdad ideal o "políticamente correcta" que debió ser y no fue), según la cual el hombre era el cazador, el guerrero, el combatiente que como el Aquiles de la Grecia antigua debía demostrar valor, fuerza y coraje.
Quizá esto explique la atávica y absurda conducta inculcada a los "hombres varones" de que no se debe llorar, no se debe demostrar debilidad, sentimentalismo, sino, por el contrario, agresividad, poder, dureza.
Los triunviratos y las fraternidades, y en medio de ellos...los hombres. "Vir" también nos dio la palabra "triunVIRato" (que de hecho estuvo compuesto por tres 'varones': Julio César, Cayo Craso y Pompeyo).
La urología, que nos llegó por los caminos del griego uron, palabra con la que la cultura helena llamaba a la orina, está íntimamente ligada a los hombres, porque el otro concepto con el que vinculaban a la palabra era el de "líquido seminal", referido al "esperma", que tanto en latín como en griego significaba semilla y también sembrar.
La fraternidad guarda relación directa con frater (hermano), y vuelve a ser genérica y no sexuada, porque hermana en latín es sor, pero las mujeres también viven en fraternidad, no en “sororidad”, como me reprochó alguna vez una feminista furibunda que se quejaba del predominio del elemento masculino tomado del latín.
Masculus no era masculino propiamente, sino diminutivo de "mas, maris", que dio macho en español. En ninguna de las quince acepciones de ‘macho’ en el diccionario de la Academia se hace referencia explícita a "hombre", sino a 'animal del sexo masculino'. La acepción 6, sin embargo, alude al 'hombre necio', el mismo al que aludía hace siglos Sor Juana Inés de la Cruz, al escribir ese bastión poético de la lucha feminista: "Hombres necios que acusáis...".
Sin embargo, el macho, al ser 'animal masculino' ya es masculino y el varón al ser masculino ya es macho. Desenredando esto, el macho masculino (otra evidente pedantería del machismo) es redundante (y yo creo particularmente que es, además, una parafernalia lingüística que trata de esconder la inseguridad de quien se autodenomina como tal). El masculino a su vez es el ser que, según la Academia (supongo que también según la ciencia) "está dotado de órganos para fecundar". ¿Quién fecunda? Solo el varón, así como sólo la mujer concibe.
De macho (o por asociación con él) se deriva ‘machorra’ para referirse a la mujer hombruna. Hoy ha caído en desuso la acepción que en su momento expuso Antonio de Nebrija en su Diccionario Español Latino de 1495: "estéril, tan incapaz de concebir como un macho”.
Volviendo a ‘masculus’, esta palabra nos dio en español el término culto ‘emascular’ (extirpar o inutilizar los órganos genitales), que es castrar, capar, como le sucedió en la mitología griega a Urano, quien fue emasculado, castrado, capado por su hijo Cronos en venganza. Ocurrió lo mismo al personaje Pichula Cuéllar de la novela Los cachorros, de Mario Vargas Llosa. Literalmente sería “eliminar al macho”, porque el prefijo latino e- justamente significa “fuera de”, “eliminar”, “privación”.
De lo bueno, lo malo y lo feo. La paternidad se fundamenta etimológicamente en el pater latino. Es cualidad de padre, igual que maternidad lo es de madre. Pero luego de la sustentación genética que supone, paternidad se hace extensiva a la función de los padres (padre y madre), sobre todo en afirmaciones de carácter general como “La paternidad responsable es fundamental para la buena educación de los hijos”.
Y el patrimonio, que pueden dejar el padre o la madre, ambos (o ninguno), también se origina en el pater, mientras que en el mater se origina matrimonio.
Homo, hominis, es la base semántica y etimológica de Homo Sapiens. No es necesario decir que no eran los varones los únicos ni los mejores pensadores, sino que el Homo Sapiens que hemos conocido en la historia y en la antropología, también abarcaba a las mujeres. También recibimos del homo, hominis, la palabra homicidio (que literalmente sería matar a un hombre no en su sentido de varón sino en el de ser humano). Por esta misma razón no es descabellado usar la palabra homicidio cuando la que ha sido víctima es una mujer. Pero si la muerte de esa mujer es causada por su marido se llama uxoricidio.
El griego también legó al español antropo- (hombre), andro- y gineco- (mujer). Pero gineco es fundamental y exclusivamente para la mujer (ginecología, ginecocracia, con la excepción de ginecomastia, referida al hombre). No obstante, antropo- dio antropología, antropomorfo, antropófago, que involucra, acá también, al hombre, ser humano en general.
Andro-, prefijo cuyo origen está asociado política, histórica y geográficamente a Grecia, quiere decir hombre, varón. Las palabras compuestas por el prefijo andro- se refieren al sexo masculino: andropausia, androfobia, andrógeno (hormona; literalmente significa "Cada una de las hormonas que inducen la aparición de los caracteres sexuales secundarios masculinos"), andrógino, androide, etcétera. El concepto andragogía (educación del adulto), tiene, no obstante, una vinculación etimológica con “hombre”, sin lugar a dudas en el sentido más genérico de la palabra.
Las islas nunca son tan islas. Curiosamente, dos islas griegas dieron origen a palabras en español.
En Lesbos (actual Mitelene en Grecia) vivió Safo. Su vinculación con una “presunta” vida amorosa homosexual dio origen a la palabra ‘lesbiana’. Puede que esta historia la conozca la mayoría de la gente. Pero, tal vez, un gran número de ellos desconozca que con toda certeza la métrica griega y la española deben el nombre de “verso y estrofa sáfica” a Safo.
Por otro lado está la isla de Andros, llamada así porque Radamante (hijo de Zeus y Europa) dejó al mando al guerrero Andros. Otra versión cuenta que se llamó así en honor a Andros, nieto del dios Apolo.
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