dia-d
Esa virgulilla que nos acosa
Ariel Barría Alvarado - Publicado:
Si acudió a su pensamiento alguna mala idea basada en el título de la columna de hoy, en nombre de todos los santos que presiden este primer día de noviembre, desestímela, porque virgulilla es uno de los nombres de ese signo que suele acosarnos cada vez que escribimos, y al que por lo general llamamos “tilde” (virgulilla se llama también la culebrita a modo de sombrero que diferencia la n de la ñ, como en dona-doña, en cano-caño y en… ya basta).Sobre la tilde nos invita a escribir mi apreciada (y admirada, lo declaro) amiga Manuelita Alemán, la inefable Madelag de las mil y una historias, jocosas a veces, evocadoras siempre, algunas de las cuales plasma en su columna de aquí al lado, o que con otros tonos narra en libros suyos como “Rombos” o “La casa cuenta su historia”, que tantos gratos momentos me dispensaron durante su lectura.Razón, y mucha, tiene la tilde para querer preocuparnos o para hacernos pasar penas delante de otros (“Eréndira, ¿Vélez lleva tilde?”, “¡Por supuesto, Dorotea!”, “¿Y dónde?”, “¡En la e, mija, en la e!”, “¿Ay, Ere, pero en cuál de las dos?”, etc.).Reitero: razón tiene la tilde para emprenderla contra nosotros cuando escribimos, porque son muchos los usuarios de la lengua que le pegan primero, la amenazan, la maldicen, procurando desterrarla de los escritos.Algunos han propuesto descartarla de plano, cuenten entre ellos hasta a García Márquez; pero los amagos más constantes son los de quienes intentan disminuir su importancia apelando a ciertas pintorescas maneras.Uno de los ardides más burdos es el de los que avisan que la Real Academia acaba de eliminar las tildes (en serio, llegan a citar fechas recientes y medios en que habría aparecido la “noticia”).Como justificación, aducen que los equipos de informática consumen muchos recursos en tales nimiedades, que la Unión Europea estandarizó sus idiomas, que Estados Unidos puso esa condición para firmar el TLC, en fin.Este que citaré me divierte a menudo: “Profesor, ¿es que no sabe usted que los nombres no tienen ortografía?” “Oh, ¿de veras? Muchas gracias por la información, señor…” “Valentín, profesor, Valentín Urrutia López, y no me dé las gracias, que para eso estamos, para ayudarnos” Mientras el orondo explica todo esto, yo he anotado en el tablero, con letras gordas: “Balentin Hurrutia Lopes”… Dejo a vuestra fértil imaginación el gesto airado y la apasionada defensa que de la corrección de su nombre hace a partir de ese instante el que poco antes fuese un feroz detractor de la ortografía.Luego están los que dicen que las mayúsculas no llevan tilde.Solo les falta besar sus dedos cruzados para que les crea que alguien con muchos más títulos que este simple profesor les habló de esa regla, derivada –dicen - de cuando los plomos de las imprentas y las máquinas de escribir no aceptaban tales arandelas.No soy tan viejo, pero tecleé alguna vez en una Remington, y pergeñé escritos en una Gabriele eléctrica; todas ellas permitían acentuar las mayúsculas; no obstante, por si acaso queda la duda, pido que lean en voz alto un ejemplo en letras capitales, rescatado de mis días de estudiante: “CENO, BAILO Y LA MATO”, y les pido estudiar las posibilidades de la expresión, con y sin tildes, y las implicaciones penales de una declaración expuesta mediante ambas modalidades.No se acaban aquí los ejemplos de las malas intenciones con la tilde, pero el espacio sí.Los espero en una semana.Recuerde honrar las Fiestas Patrias, y mantenerse lúcido para que su homenaje sea más lucido.Que la palabra te acompañe.