‘He tratado de estar a la altura de la responsabilidad‘

Changmarín no deja de hacerle guiños a la escritora Gloria Malenia Rodríguez. Lo hizo en vida, cuando logró motivarla con sus escritos y después ella tuvo el privilegio de ganar el certamen inaugural del concurso de Literatura infantil y juvenil Carlos Chagmarín, creado en 2008 en honor a “El León de Los Leones”.

Al bardo veragüense que transitó hacia lo ignoto en diciembre del año pasado también se le conoció con el mote de “Chico”.

“Yo no pude llamarlo así por respeto, pero todas las veces que me acerqué a saludarlo, y afortunadamente fueron muchas, le hice saber la gran admiración que él me merecía”, confesó la escritora durante un discurso pronunciado esta semana, cuando recogió por segunda vez el premio en honor al músico, pintor, político y periodista panameño que no se cansó de cantar y escribirle a la patria.

Gloria Melania Rodríguez pertenece a una generación nueva de escritores. Como pocos, optó por tomar un camino distinto y ha hecho honor a aquello de que se hace camino al andar, puesto que su determinación de escribirles a los niños, a los que más padecen la indefensión, le está rindiendo frutos, puesto que está contribuyendo a robustecer la imaginación de estos y a impedir que se pierda la impronta de Carlos Francisco Changmarín.

Y como Gloria no teme a los retos, aceptó contestar algunas preguntas sobre ella, sobre él y sobre la literatura de ambos.

En su discurso para recibir el premio Changmarín se percibe una suerte de reclamo sobre lo mucho que el país todavía le debe a este veragüense.
¿Es mi percepción correcta o no?

No solo a Changmarín; a él y a quienes él representa: gente que sin vender su conciencia enseñan, que sin cambiarse de bando -como ahora es tan común hacerlo entre los que se dicen llamados a dirigir la nación-, trabajan, aportan y denuncian. Panamá no es solo política, hay mucha gente, muchísima gente honesta a los que no se les reconoce su lugar.

Changmarín escribió en otra época, aunque su obra haya trascendido los tiempos.
¿Por qué habría que seguir sus pasos en estos, que son tiempos distintos?

Los principios son permanentes. No son modas. Porque la obra de Carlos Francisco Changmarín y su pensamiento siempre tuvieron en cuenta a los pequeños, a los desposeídos, a los que no les alcanza el sol de la justicia, y al honrarlos a ellos honró a la patria y al pensamiento nacional.

En su experiencia, ¿de qué adolece más la literatura infantil:
de gente que escriba o de lectores?

En ambos campos hay público. Y siempre son bienvenidos otros. Nuestra debilidad es el respaldo permanente de todos los sectores, en especial, los muy visibles. ¿Cómo podemos promover la cultura cuando muchas de las principales figuras que escalan en fama, poder, riqueza y visibilidad están un punto por arriba del analfabetismo y a veces ni eso?

Usted califica a Changmarín como "el niño eterno".
¿Es ese un requisito indispensable para tener éxito a la hora de construir cuentos para niños?

A los niños se les habla como niños... Y eso no significa balbucear, ojo. Hay que hacerlo con autenticidad. Mirar por sus ojos. Chagmarín sabía hacerlo. Este libro “Bajo el manguito” surge con la intención de honrar al maestro Changmarín a través de un concurso que justamente lleva su nombre, en el que los personajes y ambientes se basan en las historias que él dedicó a los niños y jóvenes de Panamá, aunque en esta ocasión pretendo mostrar al niño que ha crecido, que ya se sabe adolescente y se enfrenta a retos que son propios de todas las personas, como el duelo, por ejemplo.

¿Prefiere usted los textos basados en la realidad, en la ficción o una combinación de todos?

La literatura, como nosotros, toma de ambos. A veces la realidad tiene mucho de ficción. Para describir este libro diría que retrata a una niña interiorana, Sofía, que crece en un hogar donde hay espacio para los libros y las lecturas, de la mano de un abuelo que la quiere mucho, y eso es una oportunidad para que ella "viaje" y “sueñe”. El libro termina cuando Sofía debe superar el duelo por la muerte de su abuelo.

Con base en la pregunta anterior, ¿qué textos prefieren más los niños?

La época en que nuestra imaginación vuela más alto es en la niñez. Eso responde la pregunta.

¿Escribe usted sobre lo que cree que deben saber los niños o sobre de lo que sabe que a ellos les gusta?

Me hago niña, recuerdo cómo veía las cosas. Es una necesidad vocacional, por un lado; creo que es lo que más me gusta hacer: contar historias que puedan leer niños desde la edad escolar hasta los 99 años. ¡Y ser madre de Juan Pablo, Ariel José y Mario Antonio cómo ayuda!

¿Cuánto de niña hay en usted?

Mucho. Cuando es preciso. Nadie debería renunciar a ser niño a ratos.

¿Qué tiene un futuro más seguro en el mundo actual:
los niños o los cuentos pensados para ellos?

Ambos van hacia allá. Se necesitan. Si se apartan, pierde algo importante el mundo. Para escribir literatura infantil y juvenil, hay que saber de cánones modernos, hay que imaginarse el mundo como ellos lo imaginan, con sus mismos ojos. No se trata de ocultar la realidad, pero sí de intentar afianzar los valores, de pintar lo que fuimos para que ellos descubran lo que somos y se sientan, entonces, orgullosos de nuestra patria. Esto se consigue hablándoles con un lenguaje sencillo, transmitiéndoles mensajes grandes, con metáforas claras, con adjetivos certeros, con nombres de precursores y fechas, con anécdotas que se inserten en ellos. Si no podemos lograr eso, quizás el cuento infantil no sea lo nuestro.

¿Cuánto ha evolucionado usted desde su primer libro (“El jardín de Mama Charo”) hasta esta última producción?

He tratado de estar a la altura de la responsabilidad, participo en muchos festivales de arte y literatura a nivel nacional, visito escuelas y círculos de lectura, apoyo a los promotores culturales, a otros escritores y cuentacuentos que también trabajan para niños y jóvenes. Eso es una escuela.

¿Piensa que con la competencia que representan las nuevas tecnologías es posible lograr que los niños atiendan y consuman los cuentos como antes?

Se presentarán en nuevos formatos, en otros medios, no solo impresos, que nos permiten llegar a más niños y jóvenes, ya no solamente de Panamá, sino también de otros países. No obstante, el cuento como tal se mantendrá.