Historias panameñas (2): Rubén Blades y los héroes feos
- Carlos Wynter
Gabriel García Márquez dijo en una ocasión que antes nuestros nacimientos navideños eran feos, desordenados, pero que por eso eran más como nosotros, más latinoamericanos. La cita no es exacta, pero tiene la misma melancolía que le recuerdo.
Pedro Juan Gutiérrez, por su parte, dijo que el desarrollo era un camino para el que no existían atajos, que cada país debía recorrerlo completo y encontrarse en su propia identidad. Advierto que esta cita tampoco es exacta.
Si algo nos quedó grabado a los panameños que crecimos durante las décadas de los setenta y ochenta es el concepto del Plastiquito o las peripecias de Pedro Navaja. ¿O no? Es por eso que no tengo empacho en relacionar a Rubén Blades con el ejercicio de contar historias y la promoción de valores.
El relato de Plástico es sencillo y fácil de recordar, se presenta en etapas: el chico plástico, la pareja plástica, la familia plástica y la ciudad plástica. Gracias a esa estructura creciente, la narración puede ser vista como advertencia: comienzan unos pocos, pero podemos convertirnos en muchos. Además, la esencia de la historia es tan humana, que me atrevo a hablar de un clásico. ¿O podemos negar que seguimos viendo plastiquitos en la calle?
Desconozco si el concepto lo acuñó el mismo Blades o si nació de otra persona, la verdad es que no lo sé, pero el músico tiene el mérito de haberlo convertido en una tonada grandiosa.
Y ahora hablemos de Pedro Navaja. Este caballero no cuenta con uno solo de los atributos tenidos por valores tradicionales: es un delincuente, tiene un diente de oro - cosa que según el canon normal lo afea – y habita espacios marginales. Con esta historia, Blades se suma a la corriente de libros como el de Mariano Azuela, Los de Abajo, libros de la cultura de los pobres.
¿Cuáles son los valores de Pedro Navajas? Los que tendría un héroe feo: juega vivo (una creatividad sucia) y se defiende de un mundo a todas vistas hostil. Es por esto, por ser un héroe feo, que no puede morir: la segunda parte de la obra es una explicación necesaria: el héroe del “juegavivo” no puede sucumbir a su propio juego.
Bueno, amigo, en la siguiente entrega hablaremos de otro relato de Blades: La Maestra Vida.
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