Internet: de paseo con el cuco
- Ariel Barría Alvarado
Comentaba con mi buena amiga, la escritora Lupita Quirós Athanasiadis (a propósito de un sitio web –www.planetarei.com.br– que muestra los éxitos musicales brasileños desde 1904 al presente), que Internet nos hace todo más fácil, y que, luego de apenas una década, ya cuesta pensar cómo sería la vida sin este medio de comunicación y de información. Sin dudas, esto traerá sus consecuencias a mediano y largo plazo, en la forma de concebir el mundo, de tomar decisiones.
Algo de eso lo mostró DíaD el pasado domingo, en la entrevista de Egbert Lewis al apreciado colega Carlos Wynter Melo, sobre el ingreso de Fuga Editorial a la publicación y comercialización de “ebooks” (textos publicados, y pensados, para ser expuestos mediante pantallas de computadora de distinto formato, en vez de las formas tradicionales), un paso que estimo insoslayable para las letras en todo el mundo, y que, en mi opinión, no representa el final de los libros de papel, por lo menos no en este primer cuarto de siglo.
Muchos somos “híbridos” en tal contexto, es decir, surgimos en los tiempos en que debíamos consultar todo en archivos, libros, diccionarios o enciclopedias de múltiples tomos, extrayendo datos de aquí, comparándolos con los de allá, resumiendo la información, actualizándola con nuevas fuentes; eso, sin discusiones, creaba patrones de pensamiento particulares, que luego se reflejarían en nuestro modo de desempeñarnos.
No obstante, las “cibergeneraciones”, esos chicos nacidos a partir de mediados de los 80, no llegaron a necesitar esos recursos; crecieron con Internet, donde los patrones de consulta y de búsqueda se caracterizan por la inmediatez y por el aspecto gráfico del producto.
Por ejemplo, si en los años 70, un estudiante de primaria debía elaborar un informe sobre el tema de los dinosaurios, tendría que ir a la biblioteca, examinar varios libros, extraer la información, elaborar tablas de los diferentes tipos de reptiles y las épocas en que se desarrollaron y, posiblemente, al final calcar o dibujar a pulso uno de estos bichos, y pintarlo, para garantizar una buena nota (a propósito: ¿de qué color eran?).
Hoy, con solo anotar “dinosaurios” en un buscador como Google, el pelaíto podrá tener acceso instantáneo a toda esa información, o bien embelesarse con un sitio como www.duiops.net/dinos, uno de los que encabezan la lista, y que se promociona como “la mayor página de información sobre dinosaurios que existe en Internet”. ¡Tarea hecha! Bastante de ese concepto es recogido también por los “ebooks”.
¿Ventajas y desventajas? Dejemos pasar un par de años más y podremos establecer, sin tanto margen de especulación, si Internet y sus productos nos cayeron del cielo, o si no son más que el “cuco” con el que tanto nos asustaron.
Aparte del justificado recelo hacia el futuro que genera este debate, trato, como recomienda en su blog nuestro fraternal compañero de letras, David Robinson, de “disfrutar el paseo”. Y de veras que me gusta: desde la comodidad de mi escritorio puedo darle la vuelta al mundo a media tarde, y estar en casa a tiempo para la cena. Eso sí, hay que dejar espacio, mucho espacio, para salir a ver una salida de sol, compartir con personas queridas y reales, invertir una tarde en el parque, escuchar la hierba crecer y, si es posible, plantar una buena semilla.
La próxima semana compartiremos con los lectores de esta columna algunas de las ventajas que, en lo particular, hemos obtenido de este mar inabarcable que es Internet, donde si bien corremos el riesgo de ahogarnos, también queda la opción de salir de paseo sobre sus aguas virtuales.
Que la palabra te acompañe.
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