La incontrolable furia del río Caldera
Una crecida, quizá no tan descomunal como la de 1970, pero sí de profundas repercusiones naturales y socioeconómicas, se produjo en el río Caldera y algunos de sus afluentes (quebradas La Zumbona, Horqueta, Bajo Chiquero, río Palo Alto) el sábado 22 de noviembre.
Desde que comenzaron a ser colonizadas las tierras de Boquete, en las postrimerías del siglo XIX, el río Caldera ha jugado un papel fundamental en el devenir histórico, social y económico de esta región. No es exagerado indicar que este hidrosistema es la plataforma vital de los boqueteños, pues las actividades agropecuarias, el comercio, la diversidad demográfica y el turismo están estrechamente vinculados con esta compleja red hídrica que las sustenta.
El Caldera ocupa la mayor parte del territorio municipal y su cuenca es la única que, en su totalidad geográfica, pertenece al distrito de Boquete. Por eso, cuando las precipitaciones constantes y prolongadas se descargan sobre las montañas chiricanas, las crecidas de este río y sus tributarios generan dramáticos escenarios.
A principios del siglo XX, una avenida de esta corriente (cuya longitud es de 43 kilómetros) hizo estragos en el caserío que recién se formaba y, en 1906, las aguas se llevaron la casa de Gregorio "Goyo" González. Pero la más desastrosa de las inundaciones que registra la historia boqueteña ocurrió el 9 de abril de 1970, cuando la corriente adquirió tal fuerza que el Hotel Dos Ríos fue arrasado; el puente de Jaramillo Abajo, removido de su emplazamiento y más de una docena de beneficios de café sucumbieron ante el embate de las aguas. Las autoridades declararon que solo fallecieron tres personas, pero cifras extraoficiales calcularon las víctimas en más de cuarenta. Ciento ocho viviendas fueron destruidas y las pérdidas materiales superaron el millón de dólares.
Una crecida, quizá no tan descomunal como la de 1970, pero sí de profundas repercusiones naturales y socioeconómicas se produjo en el río Caldera y algunos de sus afluentes (quebradas La Zumbona, Horqueta, Bajo Chiquero, río Palo Alto) el sábado 22 de noviembre.
En esta ocasión, el cauce del Caldera se ramificó en decenas de puntos y, en algunos casos, tomó por donde antes estaban trazadas las calles. El puente conocido como Panamonte, que une Bajo Boquete con Jaramillo, fue totalmente destruido. El Hotel Ladera, de reciente apertura, quedó rodeado por las aguas y sus daños se estiman en millones de dólares. El Restaurante Snoopy y el Hotel Palo Alto sufrieron graves averías. El Hostal Oasis perdió más de 2000 metros cuadrados de sus tierras. Un tercio del área de los juegos mecánicos de la Feria de las Flores y del Café fue horadado por las aguas y casi todos los jardines permanecen sedimentados, luego de haber sido arrasados por agua, piedras y troncos. Varias residencias han desaparecido ante la furia de la corriente.
El puente de Lino (que comunica Bajo Boquete con Alto Lino) se cerró porque la mitad de la carretera cedió por el impacto de las aguas. La calle asfaltada que comunica al Sendero de Los Quetzales quedó destruida por la riada de quebrada Bajo Chiquero. El puente de Bajo Mono, donde se localiza el Castillo de la familia Serracín, también se obstruyó porque sus bases quedaron socavadas. Las autoridades derribaron árboles, de manera intencional, para impedir el paso por lo peligroso de las escorrentías.
En el sector de Bajo Mono, los destrozos de la carretera son dramáticos: en cuatro puntos desapareció totalmente la vía, de manera que algunos sectores quedaron aislados, como la residencia del afamado médico José Renán Esquivel.
En Alto Quiel se cayó una gran cantidad de árboles que dañó tendidos eléctricos y obstaculizó el tránsito, lo cual denota la fuerza de la lluvia y el viento registrados en la tarde y la noche del sábado 22 de noviembre. Más de cien damnificados se alojaron en albergues temporales para ser atendidos por las autoridades municipales, el SINAPROC, la Cruz Roja, los bomberos y ciudadanos voluntarios.
Una vez más, las páginas de la historia de Boquete quedarán marcadas por la huella inexorable del Caldera. Una vez más, sus moradores deberán asimilar que este río, así como representa uno de sus bienes más preciados, también se convierte en el elemento natural que ??"periódicamente- trae con sus aguas desolación y tragedia.

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