Lo sagrado, lo profano y el ordo rerum
- Juan Carlos Ansin
Cualquier cosa, pensamiento, persona o animal puede ser sagrada con tal que a ellas se las considere con poderes extraordinarios provenientes de una energía inmaterial, poderosa y desconocida.
Dos facultades rigen la conducta humana, la razón y los reflejos cognitivos y sensoriales. Ambas son cualidades de la mente con las que el individuo se adapta al medio donde desarrollará su vida. Durante su evolución ontogénica casi toda la actividad humana se lleva a cabo en forma refleja, por medio de un cúmulo de sensaciones que van desde la percepción de emociones y sentimientos, hasta la toma de conciencia en la formación de pensamientos simples. Con el tiempo su capacidad de procesar pensamientos más complejos crece y la capacidad intelectual madura con la formulación de raciocinios en la que ambas facultades, racional y refleja, intervienen en forma integral y en proporciones variables, según la capacidad de la persona y la influencia que sobre él tengan las circunstancias y el medio cultural. Situación que Ortega y Gasset ha hecho famosa bajo su doctrina circunstancialista: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo, no me salvo yo”. Disraeli reafirmó que: “No es el hombre el que hace la circunstancia, sino la circunstancia la que hace al hombre”.
Valga todo esto para explicar cuán intrincada resulta la conducta humana y de qué modo ésta se haya influida por la personalidad, la cultura y el medio ambiente social y físico que la rodea. En su evolución como persona el individuo se incorpora a la familia, a la tribu y al Estado y se hace ciudadano por la necesidad de establecer un contacto gregario. En el desarrollo normal de la personalidad, la necesidad de contar con el “otro” es decisiva. El individuo se reconoce y se estima en relación con los demás. El hombre y la mujer aislados pierden el sentido de persona porque pierden la referencia para valorarse a sí mismas con respecto a otras. De ese modo el “instinto oceánico” de lo sagrado parte de la necesidad de pertenencia social para dominar una angustia telúrica: el miedo a la muerte y a la incertidumbre de lo desconocido.
En el aspecto moral de lo sagrado, el concepto determinante sobre la dignidad humana en la conducta individual y colectiva, está basado en el instinto primitivo que nos hace distinguir entre el bien y el mal y nos obliga a aceptar el primero y a rechazar lo segundo. Valor o ética de la moral que proviene de la experiencia, la intuición y la educación y que es independiente de la concepción religiosa, aunque ésta tenga una gran influencia sobre las distintas culturas y sociedades.
Es conveniente entonces examinar el concepto de lo sagrado y lo profano con el objeto de ampliar la perspectiva de los cambios en la conducta y en la moral de nuestra sociedad, cambios que están determinados por el desarrollo y el intercambio cultural en un sistema de comunicación social que cubre todo el planeta a una velocidad superior a la de la luz, de modo que resulta extraordinariamente difícil, cuando no imposible, procesar todos los datos y opiniones posibles sobre cualquier tema a tratar.
Roger Caillois define por exclusión que lo sagrado es lo que no es profano. Esta observación no aporta mucho, ya que descansa en la aporía del huevo y la gallina. Creo con M. Eliade que lo sagrado es un instinto natural muy desarrollado en las sociedades primitivas que “han seguido la interpretación simbólica de un objeto, persona o ánima a los que se les atribuyen propiedades extraordinarias (mana) y a las que suelen someterse por ser éstas, agentes causales o porque poseen categoría normativa de un concepto moral en la conducta del ser humano”.
Partiendo de su fuente social, las religiones nacen de la necesidad en la organización de las comunidades para administrar lo sagrado (H. Hubert). Vale la pena recalcar que de las distintas características de lo sagrado se conforma la esencia de las cosas, es decir, del ser. Del arquetipo de la esencia de todo lo que existe, más allá del tiempo y del espacio, nace a su vez el concepto de ser superior, de dios. De modo que lo divino es el resultado de una abstracción simbólica sobre lo sagrado, descansa en la sublimización de una autoridad moral, origen y finalidad del comportamiento humano bajo un orden establecido (ordo rerum).
Cualquier cosa, pensamiento, persona o animal puede ser sagrada con tal que a ellas se las considere con poderes extraordinarios provenientes de una energía inmaterial, poderosa y desconocida. El mana de las religiones de Oceanía. Tal fuerza o energía es a la que se invoca y respeta según sea la capacidad de beneficio y/o de perjuicio que posea. En todas las religiones sin excepción, lo sagrado es “manantial de todo beneficio y todo castigo”.
La prohibición, en ciertos ritos, de relacionarse con objetos, personas, animales o la abstención de efectuar determinadas actividades, conforma lo que los polinesios denominan tabú. El tabú es una prohibición que no está arraigada a un concepto moral. El tabú no es bueno ni malo. Es algo prohibido porque es ley, norma o regla que lo distingue y separa de lo profano, es decir, de lo que no es sagrado. Esta separación entre lo sagrado y lo profano es lo que en toda sociedad, en cualquier región del mundo, ha dado origen a las distintas manifestaciones religiosas que en tiempos primitivos constituyeron rituales y mitos, de modo tal que evitaran su contaminación y obligara a la preservación de la identidad del grupo. Como consecuencia de esta defensa a la pertenencia e identidad de grupo se inició la lucha para obtener el poder del monopolio religioso, por temor a perder o contravenir la naturaleza propia del tótem o el tabú considerado como sagrado. Así los sacerdotes, brujos, jefes y reyes gozaron de una aureola divina intocable. En el Mikado japonés la idea de que el emperador era el representante de los dioses en la tierra y en la monarquía europea el Rey, es fuente del tabú de no ser tocados, evitando así que su mana o energía sagrada no fuera contaminada con lo profano.
El profano rechaza lo sagrado debido a que este se niega a someterse a un temor en el que no cree, ni siente. El religioso, por su parte, rechaza lo profano porque necesita para su subsistencia espiritual y material someterse a un orden de las cosas (ordo rerum) que le permita programar su presente y su futuro. Robert Lewis dice que si la creencia en los dioses no produce temor, dicha creencia no tiene fundamento religioso alguno. Frazer afirma que el hombre sumiso hacia lo que no puede entender o controlar, lo hace un hombre religioso. En cambio, el que se sabe controlador de esos fenómenos, no practica religión alguna, sino magia o ciencia. Mircea Eliade concluye que lo sagrado es un elemento de la estructura de la conciencia que está ligado al esfuerzo del hombre para construir un mundo que tenga significado. Séame permitido añadir que la ciencia es la respuesta humana para hacer que ese significado sea más inteligible.
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