Los cabreados somos más y cada vez más
- Mónica Miguel Franco (Antropóloga y Actriz)
A mí los buenos. Basta ya de tanta estupidez. Basta ya de que los que protestan decidan por todos. Basta ya que los que se quejan decidan cómo debemos vivir los demás. En este país la gente no parece entender que el derecho a protestar no puede, de ninguna manera, conculcar el resto de los derechos ajenos. Y no me vengan con la milonga de que los que protestan están peleando por mí, permítanme que les diga, de la manera más educada que se me ocurre, (no soy el arzobispo, seguramente él fue más ecuánime) que se vayan a la mismísima mierda. Soy bastante mayorcita para poder pelear mis propias batallas, soy lo suficientemente inteligente como para poder analizar los argumentos de unos y de otros. Soy lo suficientemente valiente como para no esconderme detrás de nadie. Y desde luego, soy lo bastante educada como para darme cuenta de que el cerrar las calles es una patada en los dientes del resto de mis conciudadanos, que, en la mayor parte de los casos, ni son responsables de lo que carajo me pase, ni pueden hacer nada para resolverlo.
Aquí y ahora voy a empezar a cargar a cada quien con sus culpas, porque los que cierran son unos tarados, perfectos irresponsables sin imaginación, que se cagan en la validez de sus fines a través de la estupidez de sus medios, pero no solo tienen la culpa ellos de lo que pasa. En parte, la culpa la tenemos también el resto de los usuarios de las vías, por ser sumisos y obedientes y dejar que nos frieguen la vida a gusto. Señores, si en vez de parar cuando vemos que empiezan a cerrar, todos acelerásemos, seguro que se apartaban rápido, porque joder quieren joder, pero dudo que nadie quiera autoinmolarse. La prueba es que cuando a alguno le hacen pupa bien que protestan todos, con llanto y crujir de dientes. Si no quieren morir atropellados no se tiren a la vía. Y sanseacabó.
Pero las autoridades también tienen la culpa, porque los antimotines están para algo y es, como su propio nombre indica, para contener y sofocar los motines. Motín: dícese del movimiento desordenado de una muchedumbre, por lo común contra la autoridad constituida. O sea que si se resisten a abandonar la calle, palo con ellos, sean viejos, señores hermanos originarios, mujeres, estudiantes o alienígenas. A ver, si no quieren recibir, que no metan la cara donde reparten bofetadas, ¿no? Pues eso, muy mala nota para la pusilanimidad de los responsables de mantener el orden público.
Los políticos también tienen culpa, con esto de alentar a los sinvergüenzas cuando están en oposición. De aquellos polvos vienen estos lodos y cuando están en el gobierno no saben como vérselas con ellos.
La última pedrada es para los medios de comunicación, sí señores, para todos ellos, porque si no les dieran foco a los que cierran, si no apareciera como por arte de birlibirloque un reportero informando en vivo para magnificar estas ilegalidades y los legitimaran en sus protestas, al final se darían cuenta de que hay que encontrar otra forma de protesta.
En resumidas cuentas, que todos a una aupamos a los bergantines que se escudan en sus egoístas aspiraciones para jodernos la vida a todos los demás, a los que lo único que queremos es que nos dejen trabajar y pagar impuestos para ver si, entre algunos, hacemos eso tan impalpable de ‘echar el país p’alante’. Lo dicho, si no van a ayudarnos, por favor, por lo menos no jodan.
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