Sin Doblez
Los frutos de la ira
Urge que las escuelas inicien programas sicológicos donde se les enseñe a la niñez el manejo de la ira y el control de los vicios.
La paz que sobrepasa todo entendimiento se nos escapa como nubes airadas en medio de un cielo enrojecido de rabias y angustias. El día nos sorprende con muertes y más muertes, producto de la violencia que no cesa, del ausente amor que arrasa con las vidas como turbia corriente embravecida, de decisiones macabras que destruyen los pocos valores que quedan. En medio de este panorama de desolación, me pregunto: ¿será posible que tengamos que experimentar más de este ruido de odios? Realmente estoy muy asustada por los últimos acontecimientos nacionales e internacionales que evidencian a una sociedad en crisis letal, a una familia (¿realmente habrá familia?) que desconoce su verdadera función y a una sociedad que se ha abandonado a la ira y a los vicios de esta época. En medio de todo esto, hay voces que debieran luchar por sosegar, sin embargo, se alzan también en un eco de odio y proclaman más violencia. Por ejemplo, acaban de aprobar en Uruguay la legalización de la marihuana y el Estado se encargará de su producción y distribución. ¿De qué estamos hablando? ¿De un “narcoestado”? ¿Cómo se confiará en que Uruguay luchará contra el narcotráfico si ellos serán parte del negocio? Esto generará aún más muertes, porque al legalizarse el consumo será libre y más personas (niños, jóvenes, adultos) probarán la marihuana y otras drogas, con las consecuencias que ya hemos vivido: hogares destruidos, personas sumidas en la desesperación de un vicio, ajustes de cuenta en mayor escala y todos los horrorosos etcéteras. En estas circunstancias, urge que las escuelas inicien programas de carácter sicológico donde se les enseñe a los niños y a las niñas el manejo de la ira y el control de los vicios, que se les guíe para que aprendan a controlar sus emociones, que se fortalezca la fe en un ser superior, porque de lo contrario el futuro de nuestro país, de nuestro planeta, se verá seriamente comprometido en medio de un ambiente enrarecido de maldad, incluso superior a este que hoy me asusta y que a usted, mi querido lector, le debiera espantar también.
Todos podemos aportar. Tan solo debemos buscar hacer el bien, oponernos a las acciones que atentan contra la moral y la integridad, amar a nuestro prójimo, olvidarnos del mal en todas sus manifestaciones. Bendiga en vez de maldecir; ría en vez de llorar; esfuércese en vez de rendirse; porque sólo de esta manera levantaremos a este mundo postrado.
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