Los hipocorísticos en el habla del panameño
- Rodolfo de Gracia
El Diccionario define el término hipocorístico como: “Dicho de un nombre: Que, en forma diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística; p. ej., Pepe, Charo”.
En Panamá y en muchos países, los hablantes de la lengua coloquial lo asocian con “apodo”, “sobrenombre”, pero no es eso, sino que, por costumbre de la familia, de la región o de la lengua se deriva del nombre propio: Yolanda>Yola y Yoli, Victoria>Vicki, Antonio>Toni, Gabriela>Gabi, Jacqueline>Jacqui, Rosario>Chayo, Isabel>Chabela, Francisco>Pancho o Paco, Eugenio>Geño, Eduardo>Lalo, Ignacio>Nacho, Luis>Lucho, Alberto>Beto, Jesús>Chucho.
Casi siempre, el sentido de un hipocorístico es afectivo.
Prestigio social y populismo
Las páginas sociales de nuestros diarios y el mundillo del “jet set” nacional dan cuenta de algunos hipocorísticos que se tornan también característicos de determinada clase social.
Importa a la sociología del lenguaje y a la sociolingüística el estudio de estos hipocorísticos, que implican prestigio social.
Los hay también de carácter popular, los que se emplean en los barrios y en las regiones del interior del país. Los que la gente adopta como suyos y que tienen a veces un carácter folclórico.
En cada pueblo hay un Chente, un Chico o una Chana.
Los Goyo, los Pepe y las Meche panameños
Una característica de los hipocorísticos es que su uso implica (de persona a persona) un grado admisible de confianza, que lleva, casi por completo, a omitir el uso de los nombres originales. Sin embargo, en la relación persona a persona, cuando no existe confianza, es el nombre propio, acompañado de fórmulas de respeto o de títulos como señora, doña, licenciada, etc., lo que se impone.
Otra situación real que se da es cuando el nombre de una persona (por razón de su trascendencia) es de dominio público y además es punto de referencia obligada en conversaciones. En este caso, casi siempre es reemplazado por el hipocorístico: pongamos por ejemplo el caso de algunos deportistas.
La gente habla más de “Pelenchín” antes que de Celestino.
Hipocorístico y poder
En la época de Arnulfo Arias, y posterior a su fallecimiento, nos acostumbramos a hablar del “Fufo”. “¡Viva el Fufo!”, decían las abuelas. Después resonó entre nosotros un famoso “Yeya” en la época de la presidencia de doña Mireya Moscoso. Tuvimos también un “Nicky” Barletta, de don Nicolás Ardito Barleta. En la época actual, entre los diputados aparecen “Chello” (Sergio Gálvez), Pancho (Francisco Alemán), Quique (Enrique Garrido). También tenemos “Bobby”, que no es hipocorístico español, sino inglés, derivado de Bob, hipocorístico de Robert, en Inglaterra. Referente a este nombre están los casos de Robert Francis "Bobby" Kennedy y el futbolista Sir Robert Charlton (más conocido como Bobby Charlton).
Está, además, el caso de Billy Ford, nuestro conocido ex presidente Guillermo Ford ( por influjo del inglés William, junto con Bill como en Bill Clinton). Sin embargo, en la mayoría de los casos, Guillermo hace el hipocorístico con Memo.
El hermano del general Torrijos era conocido popular y familiarmente como Monchi Torrijos (Moisés), a don Ernesto de la Guardia Navarro se le conocía como Ernestito de la Guardia, pero también como Neco. Y al ex ministro de Desarrollo Agropecuario, Laurentino Cortizo, se le conoce como Nito Cortizo, mientras que a Tomás Gabriel Altamirano Duque se le conoce también como Fito Duque.
Sabor popular
Vuelvo a ello. En lo popular está la verdadera riqueza del hipocorístico.
Nadie que realmente tenga contacto con el mundo popular, el Panamá profundo (como decía Gasteazoro) habrá dejado de oír alguna vez en su vida una conversación como esta:
“-- ¿Qué tal, Toño? Te llamo para que le avises a Foncho, a Chente y a Chago que el martes nos vamos a reunir en la casa de Lencho. También van a ir Cheva, Charo y Lupe. ¡Ah!, y que no te extrañe encontrarte con Lola- ”.
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