AULLIDO DE LOBA
Mujeres malas y despechadas
El rencor y la venganza solo los ejercen las malas pécoras, las desequili- bradas, aquellas de las que luego piensas...
Unas malas pécoras. Eso es lo que somos. Crueles y despreciables. Aun no tenemos claro cuál es nuestro cometido en la vida. Aún (y mira que se han empeñado en tratar de educarnos a base de hoguera y puñetazos) no sabemos cuál es nuestro sitio en el mundo.
La mujer y la pata quebrada, en casa. La mujer preñada, y en la cocina, buena para tirársela. Para que cocine y para que cargue durante nueve meses a los hijos. La madre es la santa. El resto no somos más que putas. Y algunas ni para eso valemos, porque tenemos poco culo o pocas tetas. O porque no sabemos mover lo que tenemos.
La mujer tiene que ser puta en la cama, cocinera en la cocina y señora en el salón. Tenemos que estar impecables cuando llegan a casa, con la comida caliente y la cerveza fría, tenemos que estar dispuestas por la noche, cuando a ellos les apetece. Y no debemos dejarlos en entredicho delante de la gente.
Es bueno que trabajemos, que seamos guapas para poder lucirnos en fiestas y eventos sociales; pero no que destaquemos demasiado, no sea que los vayan a considerar cornudos.
Debemos ser complacientes y entender. Comprensivas con los deslices y amarlos lo suficiente para perdonar.
Y, si en un momento dado se cansan de nosotras y la relación termina, debemos seguir conservándolos en la memoria como lo mejor que ha pasado por nuestras vidas y desde luego, no debemos guardar en el fondo del corazón ningún tipo de intención de venganza. Eso no es de buenas mujeres.
El rencor y la venganza solo los ejercen las malas pécoras, las desequilibradas, aquellas de las que luego piensas ‘¿Quién me mandaría a mí?’
Y sí, así son las cosas, así llevan siendo mucho tiempo. Es normal que el hombre trate de machacar a aquella a la que dejó de querer. Es normal que la denigre y se burle de ella en público y en privado. Que le escatime los recursos y le pelee los hijos. Es normal que la llame de todo, (menos guapa), delante de los amigotes, entre copa y copa. Pero cuando una mujer hace lo mismo no es más que una zorra desagradecida que está dolida porque le falta huevo.
Todos sabemos que las cosas son así, han sido así desde hace siglos. ¿No? Pues fíjense que me sigue reventando los ovarios escuchar determinados comentarios. Me sigue revolviendo leer determinadas cosas, pero llego al paroxismo de la rabia cuando veo que son mujeres las que hablan de ‘despechadas’. Que no digo yo que no sea verdad que la señora no esté despechada. Pero, ¿no somos capaces de justificar nuestro rechazo a lo que se dice con argumentos que no tengan que involucrar géneros, o supuestas deficiencias sentimentales?
¿Es menos verdad lo que se dice porque la acusación viene de una mujer o de otra? ¿No puede ser mentira aquello que se dice solo porque la que acusa tuvo un amorío con el acusado?
Todavía nos enfrascamos en dimes y diretes de telenovela barata y nos dejamos llevar por el corazón y la entrepierna en lugar de por la cabeza. Y la verdad, a mí me importa un pito dónde puso ese señor sus genitales. Lo que de verdad me importa es dónde puso sus orejas. Y si es verdad o mentira tendrán que determinarlo las autoridades competentes, no un jurado de marujas de ambos sexos.
Lo dicho, el ‘ellas y ellos’ hoy en día no es más que un despiste. Seguimos embarrados en discriminación, seguimos siendo las pendejas. Y orgullosas de serlo.
* Antropóloga, actriz y escritora
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