Querida Constitución
Creo en el amor, ese amor que se inicia en la teta materna y contagia al resto del clan por medio de mimos y abrazos. Con suerte, el amor se expande como gas incoloro, pero dulce, tocando a personas que pudieron pasar inadvertidas por nuestro lado y de las cuales ahora no nos podemos separar.
Creo en la literatura y en los libros que enhiestos se alinean en mi estudio. Creo en la amistad (me jacto de tener cuatro amigos); en la salud, que todavía me permite mucha mantequilla en los panqueques y de vez en cuando un acto de amor que para mí es la mejor fantasía. Creo en la libertad que da el dinero y el movimiento de piernas. Creo en el silencio de mi calle que alienta el pensamiento, y en el buen oxígeno que aquí respiro. Creo en la educación que descubre inteligencias y en las inteligencias como posibles diques a la maldad.
Como ciudadano necesito creer en algo más, algo que respetar, algo que me mueva a luchar por mantenerlo, o tal vez cambiarlo. Ese algo es La Constitución.
Si alguien me invitara: «¡Neco, fragüemos una nueva Constitución», lo seguiría sin mirar atrás. ¡Qué lindo diseñar una Constitución entre todos! Si nos sale mal, nos repartiríamos los errores.
Se me cae la paletilla por una Constitución a nuestra imagen y semejanza (cada generación tiene un perfil inquebrantable). Suspiro por una Constitución cuyos alambres de púas hagan difícil el saqueo del Estado. Una Constitución que obligue a los funcionarios a trabajar por la felicidad de los asociados, no por sus insondables bolsillos y que nos permita destituirlos si trabajan mal. Una Constitución que nos saque del pantano de la impune cleptocracia. Una Constitución que al par de los derechos, subraye las obligaciones que los ciudadanos hemos de respetar para vivir en paz. Una Constitución que no permita a ningún reglamento interno de Institución, pasar sobre sus principios (cero impunidades, mesadas, derechos, etc.) En fin, una Constitución tan sabia, que obedecer sus preceptos, en vez de obligatoriedad, nos dé una serena sensación de libertad.
Entonces, además de sagrada, sería mi querida Constitución.
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