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Un cerro sin Perejil
Ernesto Endara - Publicado:
El cerro de Perejil estaba coronado de bambúes.Altísimos, verdiamarillos como futbolistas brasileños, finos, bamboleantes.Nos trepábamos en ellos lo más alto que podíamos hasta que una ráfaga, o nuestro escuálido peso, las hacía inclinarse y terminaban doblándose hasta quebrarse.Aterrizábamos suavemente.Era una caída en cámara lenta.Para nosotros era como montar un caballo con alas, para el bambú, la muerte.Sí, muchos bambúes en el cerro de Perejil.Nunca nadie encontró la más remota señal de un perejil en todo el cerro, ni siquiera en todo el barrio.Entonces, ¿por qué se llama Perejil? Porque en esa colina acampó sus tropas un coronel o general del ejército norteamericano de nombre Perry.¿Ven por dónde se panameñizó el primer bautizo? No me pregunten que hacían esos gringos por ahí.Poco a poco he ido fumigando de mi ciudad todo olor a ocupación yanqui.En la falda Norte del cerro, una fábrica de ladrillos.Por la Sur, una planicie para que jugáramos béisbol.Recién mudado al barrio, “Chocita” subió a birriar con nosotros enchuflado en un apabullante y completo uniforme de beis.Mis zapatillas Keats lloraron al ver sus chuzos.En calle primera Perejil vivían los Ramírez (Cucho y Calín), los Noirán, Publio Vásquez, el legendario Oreste, el otro legendario Manilong, Toti y Motita (todos estábamos enamorados de ella, pero nadie se lo dijo), los Narbona, Rompelimpón (no el de Catedral).En Tercera Perejil vivieron Pablito Montoto y Loli, muy cerca de Güiri y de Gabriel.En la Segunda, Mario, Beto y Billy de la Guardia (que, como hijo de socio, nos llevó a comer helados en la Central de Lecherías y quedamos atrapados en el cuarto frío.Para quitarme el miedo devoré medio galón de helado de cereza y cuatro esquimopáis).De tan inocentes, una tarde alguien retó a un concurso de masturbación.Yo ni siquiera marqué.Y para que no falte algo espeluznante, les cuento que Cucho descubrió el cadáver de una viejita que se había ahorcado en un palo de marañón.Lo más tétrico de este asunto es que no colgaba, pues los pies le arrastraban en la tierra.La pandilla de Perejil se fusionó con la de Vista del Mar, así pudimos gozar de los cuentos de Rafa, las carcajadas de Pepe, la inocencia de Monkí, mis mitomanías, chicha de piña al lado de las de Biebarach.Sigo borracho de nostalgias.¡Viva Perejil, sin Perry!