Un sorbode aire fresco para el espíritu
- Yessika Valdés
La brisa era fresca, el ambiente agradable, un avión pasó casi rozando un gigantesco y coposo árbol, de los tres que en la semipenumbra destacaban. A un costado, el Monumento a Goethals. La presentación de Clayderman, Di Blasio y el tenor panameño Ricardo Velásquez fue como un oasis en medio de tanta tensión política.
La "culpa", de que Raúl Di Blasio (Zapala, 1949) se haya casado con la música a los 27 años es de Virginia. Una Virginia "de ojos increíbles", que conoció en su natal Argentina y que lo volvió "loco". Loco de amor. Al punto de que según una de las incontables anécdotas que narró poniéndole un toque de picardía, estaba esa aventura en que se lanzó tras esa mujer que parecía haberlo hechizado.
Amor a primera vista fue. Amor no correspondido. Pero, ¿qué sabía de ello un mozalbete? Persuadió a unos amigos de dejar la tierra de Gardel para cruzar fronteras. Juntaron un dinerillo y se fueron en su carro. Iba dispuesto a volver a ver a Virginia, declararle su amor y hasta desposarla si fuera posible.
Planes, meros planes. Sorpresa. Sí, sorpresa le causó verlo. Pero, al final, el sorprendido fue él. Apenas lo vio y tras preguntarle qué hacía allí y sin darle oportunidad para responder, prácticamente le arrebató la palabra y con entusiasmo - que el muy ingenuo creyó era una señal positiva- le dijo: "qué bueno, porque me caso la próxima semana y voy a necesitar un pianista".
Hizo de tripas corazón, se fue a Viña del Mar y se gastó lo que le quedaba de dinero...
Risas, risas y más risas, de un público que quedó cautivado con los dones del artista: excelencia como pianista, un sentido del humor fabuloso, capacidad para hilvanar anécdotas y formar un gran tejido, mucho verbo, dominio del escenario y maestría en ese arte de tender puentes, recortar distancias, establecer rapport con el escucha.
El pianista argentino, nacido en Zapala, lugar que, riéndose, le dijo al público que "está bien feíto mi pueblo", se sintió como pez en el agua. En un dos por tres parecía que conocía de siempre a cada oyente. La audiencia le pagaba con risas y aplausos sus regalos de optimismo, arte musical, buena voluntad y hermandad cultural.
Habló de cómo el gerente del Hotel O'Higins apostó por ese joven desconocido venido de la Patagonia, el cual estaba en la miseria por haberse enamorado a primera vista de una chilena extraña llamada Virginia, que "no me paró bolas".
Pero como otrora no perdía la esperanza de que su amor imposible se divorciara, decidió quedarse en Chile. ¿Sería nada más por eso o porque no tenía un centavo en el bolsillo?
Pero, como bien lo dijo más tarde, la buena fortuna le abrió la puerta luego del revés. Los méritos son para un joven pianista francés, allá por 1977, quien "había nacido para provecho mío". Para el autor de la gran Balada para Adelaida.
Sin él no se hubiera abierto el cielo para muchos pianistas. “Estoy aquí, sin Virginia, pero estoy en Panamá".
Fue entonces, a raíz de ese espaldarazo, que se hizo la promesa de "triunfar con la música latina. Se rió e hizo reír a más no poder a la audiencia, conquistada por ese argentino tan particular, campechano, que entretejía anécdotas usando un tono entre burlesco y de complicidad con el público. Que en ese "juego", porque le decía, cuando acababa de soltar una broma algo pesada, que no tomaran en serio todo lo que decía, porque estaba jugando, que pedía que lo aplaudieran tanto como lo hicieron con Clayderman. Porque, recalcaba que había llevado la cuenta del tiempo que él tocó y había visto que lo aplaudieron bastante.
Sí, Di Blasio se la pasó vacilando al público y hasta le dijo a los panameños en tono socarrón que el chisme, el bochinche, no le es indiferente. Bueno, parece que a él tampoco.
"Es un público muy especial. Hace más silencio cuando estoy con el chisme que cuando estoy tocando el piano". Se oyen risas. Llueven aplausos. Él rememoró un homenaje que Panamá le hiciera hace más de una década. Cuando la transición del Canal, logro por el cual expresó complacencia y pidió a los panameños que se aplaudieran por ello. Asimismo, se refirió a la gira Bohemia, que efectuó en los años '70 junto a Marco Antonio Muñiz y José José.
Gerardo Álvarez Fonseca, director musical de Armando Manzanero, fue uno de los músicos que acompañó a Di Blasio.
Del toque romántico se encargaron Richard Clayderman (cuyo nombre real es Philippe Pages), el tema "Love Story" (Historia de Amor), del compositor panameño Carlos Eleta, que formó parte del repertorio de ambos pianistas, las mil rosas rojas que Digicel regaló a las damas asistentes al concierto y las estrellas.
La velada, por la cantidad de aplausos y expresiones de gozo, no cabe duda que fue calificada con un 10 por la audiencia. Es que la iluminación, el sonido, la escenografía... todos los detalles hablaban de excelencia.
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