Cine. Se estreno a inicios de septiembre de este año en venezuela, Reino Unido y Hong Kong. Fue una de las más vistas en estos lugares.
Líbranos del demonio
- Nicolás Kusmin (Nicolas.kusmin@epasa.com)
La producción cinematográfica de Scott Derrickson es una convencional historia policiaca.



Inspirada en las crónicas del Sargento Ralph Sarchie, de Nueva York, Líbranos del mal es el cuarto largometraje de Scott Derrickson, director de El Exorcismo de Emily Rose, el muy malo remake de El día que paralizaron la Tierra con Keanu Reeves, y Sinister, filme con fantasmas que fue un sorpresivo éxito en 2012. En esta oportunidad regresa sobre los pasos de posesiones diabólicas, pero en un contexto completamente urbano.
Tres marinos regresan de la guerra de Irak poseídos por una fuerza extraña. Dos de ellos maltratan a sus respectivas familias, e incluso, la esposa de uno intenta lanzar a su bebé a la fosa de los leones del zoológico. El sargento Sarchie es el encargado de enfrentarse a dicha mujer e investigar los posibles motivos de la locura repentina que la han precipitado a dicha acción. Pronto encuentra videos que unen a los tres soldados. Cuando uno de ellos es encontrado muerto, Sarchie sale a la búsqueda del tercero restante con la ayuda del Padre Mendoza, especialista en exorcismos, quién le explica que todo es obra de un ser demoníaco, el cual ha poseído a los soldados, sus familias y amenaza la seguridad del propio Sarchie, su esposa e hija.
Es realmente muy poco lo que está película aporta a un género que estuvo demasiado transitado en los últimos años. El éxito comercial de filmes de bajo presupuesto como la saga de El último exorcismo, El rito, La invocación, etc, provoca que Hollywood siga buscando historias reales para seguir impactando a los espectadores fanatizados. Lejos están todos ellos de emular el efecto que provocó, en su momento, el filme El exorcista, de William Friedkin. Pero más allá de su capacidad para horrorizar, su innovación técnica y visual, el clásico de 1973, sigue siendo recordado por su profundidad dramática, su ambigua posición frente a la institución eclesiástica, su trasfondo psicológico y social, y las impresionantes interpretaciones de un notable elenco encabezado por Max Von Sydow y Ellen Burstyn.
A pesar de contar con destacados actores como Eric Bana y Édgar Ramírez, Derrickson aquí no logra transmitir suficiente dramatismo al relato. El director se apoya en una oscura puesta de luces para generar un clima tenso, donde hace uso y abuso de efectos sonoros trillados y música demasiado común para el género. Las espacios elegidos son sucios y tienen poca luz, provocando un efecto similar al de Pecados capitales, pero varios huecos narrativos y la superficialidad con que se describe a los personajes secundarios y los poseídos no permiten que el espectador termine adentrándose en el drama. Por el contrario, el realizador intenta crear mayor empatía con los protagonistas, que tienen un pasado oscuro, pero los libra fácilmente de culpa, haciéndolos confesar sus pecados.
Es imposible disimular una pretensión religiosa detrás del guion. La cinta demuestra que es fácil vencer al demonio cuando se es creyente que cuando no se es, lo cual le imprime un carácter prácticamente didáctico al relato.
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