Contraste en la capital por el suministro de agua potable
- Gilberto Soto (gilberto.soto@epasa.com)
La colocación de piezas y tuberías en la línea madre, que abastece a la ciudad capital desde la planta de Chilibre, ha provocado por lo menos cinco cortes programados en el suministro de agua potable en lo que va del año.
Los trabajos se extenderán por los próximos meses, mientras se realiza la construcción del Metro de Panamá, una realidad a la que se tendrán que acostumbrar los citadinos.
Pero lo que se convirtió en un martirio pasajero para los residentes de la ciudad, es un calvario eterno para los habitantes de sectores marginados de Panamá y San Miguelito, quienes no cuentan con el normal suministro de agua potable y tienen que madrugar para recogerla o simplemente caminar kilómetros para obtenerla de un camión cisterna, que no pasa con la periodicidad deseada.
Es así como Noraida Monroy, quien vive en Altos de Mirador 2, en el corregimiento de Belisario Frías en San Miguelito, centra sus penurias diarias en la escasez de agua.
Afirma que ella y sus vecinos están cansados de tocar puertas exigiendo respuesta, sin que hasta la fecha del Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacional (IDAAN) les resuelvan el problema.
Agregó que tiene un mes de estar sin el suministro de agua, lo que la obliga diariamente a buscar en las partes más bajas del lugar, un galón de agua para tomar, ya que para bañarse y los demás quehaceres tiene que pagar el transporte.
“La gente no sabe lo que es vivir sin agua; un día no es nada... no hay comparación”, señaló Noraida refiriéndose a los cortes programados que realiza el IDAAN.
Para ellos, disponer de agua en el grifo es motivo de celebración y de fortuna. Relata que, a pesar de que aprendieron a lidiar con el problema, no pierden la esperanza de que algún día la situación mejore.
El optimismo radica en que a 10 metros de su barriada, el IDAAN instala un tanque de reserva. Al grupo de afectados les prometieron que una vez concluyan los trabajos, el problema de sequía acabará.
Sin embargo, a Luis Villes, de 54 años, esta promesa no le convence. Como el resto de los afectados, sabe que se trata de una promesa que circula desde hace años, pero que no se cumple.
Janeth Córdoba tiene tres años de vivir en ese sector. Cada dos días baja largas distancias para “enjuagar” la ropa sucia.
“No se puede lavar bien porque hay que ahorrarla al máximo”, explicó.
Lo importante para ella es tener la ropa limpia a sus tres hijos y cargar galones para beber y preparar los alimentos.
Tiene 11 años de vivir en esas condiciones y está cansada de participar en reuniones, en las que solo les ofrecen respuestas temporales. “Nos dan agua unos tres días y después desaparece, nos tratan como chiquillos”, comentó.
Para su suerte, ni los carros cisterna tienen alcance de llegar a la cima del mirador. Su única esperanza es que del cielo caiga agua para recoger, lavar y bañarse.
En fin, los residentes de El Mirador afirman que ni el representante del corregimiento, Enrique Plata, les ha ofrecido apoyo para mediar con las autoridades.
Del otro lado.
Mientras, en comunidades como el Mirador, la escasez de agua por un día o un mes no es noticia, en el centro de la ciudad la realidad es otra.
Anel Ceballos es médico y reside en Brisas del Golf. Cuenta que cuando se anuncian los cortes de agua, simplemente sale de su vivienda a comer, y un tanque de reserva que mantiene le permite realizar las labores habituales sin interrupción.
En tanto, Gastón Regis, presidente de la Cámara Panameña de la Construcción, compartió su experiencia.
En el primero de los cortes anunciados se trasladó a su residencia de playa, no vivió el problema. Sin embargo, para esta ocasión no cree que haga falta comprar más de lo que se guarda.
Mientras que para el grueso de la población, estar un día sin agua se convierte en un caos, en El Mirador la situación es parte de la rutina diaria.
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