La historia personal del verdadero impacto del Metro
- Gastón Douton/Redacción Web
Suena la alarma, son las 4 de la madrugada y afuera todavía es de noche; no hay siquiera un rayo mínimo de sol y Ligia ya comienza su día. Con calma y paciencia comienza una nueva semana. En la cocina prepara el desayuno para poner en marcha el día junto a sus hijos y también el almuerzo para los tres porque los espera un día largo.
Despierta a sus hijos, los ayuda a vestirse y parten los tres con destino a la rutina. Largas filas y esperas para coger un bus quedaron atrás, hoy Ligia decide apostar por el Metro. Sale de Samaria como todos los días a las 5:30 rumbo a Los Andes, allí la esperaba la novedad de Panamá que muchos prometieron que iba a cambiar la vida de la gente, aunque otros tantos amenazan con tener cuidado.
Con tantos años viajando durante horas y horas, entre buses, taxis y buses de nuevo, ella decide darle una oportunidad. Llega a Los Andes y allí estaba el Metro, cantidad infinita de gente esperando para lanzarse de nuevo a la realidad, con ansias de ver en primera persona qué era lo novedoso de este transporte.
Ligia se monta en uno de los tres vagones con su hijo de 12 años y en menos de diez minutos se baja en la estación 12 de octubre para dejar al niño en su escuela. Saluda a su hijo y aguarda por otra formación para, ahora sí, llegar a su destino final: el trabajo.
Ligia tiene 29 años, es licenciada en contabilidad y trabaja en el área de Vía Brasil cerca del Idaan. Hoy, por primera vez llego una hora y media antes a su puesto. En lugar de llegar como todos los días cerca de las 8:00, a las 6:30 ya estaba en funciones, tras bajarse en la estación de Vía Argentina.
Más allá del tiempo que se ahorró, Ligia destacó “sumamente mejor” la forma en tomar el medio de transporte. Ya no más interminables filas y empujones para subir a un bus repleto.
“Me sorprendió llegar tan temprano, así que aproveché para adelantar trabajo; me ayudó”, dijo a PanamáAmérica.com.pa. Además, consideró que el Metro “agiliza mucho la movilidad y va a ayudar a la calidad de vida de la gente”.
Por lo general, Ligia sale del trabajo a las 5:00 de la tarde en medio del caos y con suerte, en el mejor de los días, estaba en su casa como a las 7:00 para compartir un poco con sus hijos, cenar y volver a dormir porque a las 4:00 a.m. todo volvía a comenzar.
Ahora, Ligia espera llegar a su casa cerca de las seis de la tarde y ya tiene planeado levantarse un cuarto para las cinco. “El tiempo lo voy a disfrutar con mis hijos”, expresó con emoción. Ligia va a tener casi dos horas más por día para ella y sus hijos. A veces, no todo es política, campaña y promesas; a veces solo se tratar de tener el tiempo para compartir sin contar los pocos minutos de un día agotador.
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