Discriminación en panamá
Un crisol de razas en el que prevalecen los prejuicios
La Comisión Nacional Contra la Discriminación, de la Defensoría del Pueblo, recibió 35 quejas por discriminación desde 1998 hasta 2011. Las mujeres son el punto vulnerable en todas las manifestaciones de discriminación. Una encuesta reveló que el tiempo de la mujer es para la casa.
Aún siendo un país reconocido como el punto donde convergen descendientes de distintas etnias y culturas, Panamá se ha convertido en el escenario de algunas manifestaciones de discriminación, que ponen en tela de duda la famosa frase de “crisol de razas”.
Y aunque el artículo 19 de la Constitución dice claramente que no habrá fueros ni privilegios ni discriminación de raza, nacimiento, discapacidad, clase social, sexo, religión o ideas políticas, la normativa parece quedar solo en el papel.
Como evidencia de estos casos, la Defensoría del Pueblo en un informe sobre la discriminación registró quejas sobre algunas formas de exclusión de las cuales, el racismo la discriminación hacia personas extranjeras, a quienes padecen discapacidad o por sus preferencias sexuales figuraron como denuncias ante esta entidad.
Según el informe del año 2012, la recién creada Unidad de Discriminación de la Defensoría del Pueblo solo recibió 10 denuncias por discriminación.
Aunque prácticamente es un tema tabú, hay testimonios de que la discriminación y sus múltiples formas es una realidad. Entre estos testimonios están los de dos mujeres profesionales panameñas, Gilma Camargo y Toribia Venado.
Una por ser afrodescendiente fue acusada de hurto por el personal de seguridad de una cadena de supermercados y la segunda, una mujer indígena de la etnia ngäbe-buglé que, a pesar de los tratos que sufrió por ser indígena, hoy es una luchadora por los derechos humanos y subdirectora del Instituto Nacional de la Mujer.
Sus historias
Era 4 de junio de 2012, una tarde normal en la vida de Gilma Camargo, una abogada que labora en el área bancaria, decidió ir al supermercado a comprar algunos víveres.
Entre esos, buscó una caja de té. Tomó su tiempo dentro de la tienda, incluso fue invitada por una demostradora a probar una marca de helado. Decide dejar el té, ella asegura que lo dejó en un estante distinto del cual lo había tomado y al llegar a la caja para pagar los productos que había llevado, una voz poco amigable -la de un guardia de seguridad- le dice “dónde está la caja de té”.
La pregunta pasa a una acusación de hurto y exhibida pública dentro del local por parte del personal de seguridad, y la mujer que vestía un turbante como parte de su atuendo de afrodescendiente siente que el tema fue agrandado por ser ella y vestir como vestía. Fue llevada al cuarto de seguridad donde explica que fue retenida y de forma insistente se le pedía una caja de té que ella no tenía, que no hurtó.
Para una abogada que defiende los derechos humanos era una ironía que en ese momento hasta para dar a conocer su queja a un superior se le trató como menos, solo escuchó “que vaya a la Tumba Muerto”, insinuaba uno de los agentes.El caso de Camargo generó el año pasado hasta una protesta contra el racismo y en la actualidad el caso es deslindado ante el Ministerio Público.
“A mí me decían india o bruta”, confesó la actual subdirectora del Instituto de la Mujer, Toribia Venado. Cuando era una niña y vivía en la comarca, por sus capacidades que ya mostraba, ganó una beca para estudiar en una escuela privada en la ciudad de Panamá.
Solo salir de la comarca era un gran acontecimiento por esos años, era una hazaña. Y la historia para ella fue difícil por los constantes maltratos que recibía, pero ella quería estudiar, solo eso la motivó a seguir y los consejos de su padre, un líder de la comarca que le impulsó a entrar a la carrera de Enfermería.
En su vida profesional Venado vio inconvenientes y tras muchos años de trabajar en turnos nocturnos como enfermera para aprovechar en el día, la carrera de Derecho, logró titularse como abogada. Y ahora comenta “no sé qué hubiese sido de mí si me quedaba en la comarca”.
Ambos casos son reflejo de una situación latente en la sociedad. Pero qué hace que un país de convergencia étnica y cultural también sea una zona de batalla para algunas personas.
Mentes sin evolución
Para el sociólogo Roberto Pinnock es precisamente en la historia de Panamá en la que se puede encontrar la respuesta de las distintas manifestaciones de discriminación.
“Desde la colonia, los indígenas y los negros son discriminados. La discriminación tenía una razón económica de los que gobernaban o que ejercían el poder. Eso se establece desde esa época aunque desde el punto de vista legal o del punto de vista económico puede que haya variado ese sistema, la mentalidad de la gente no cambia a la velocidad que cambian las estructuras económicas, la tecnología o las legislaciones”, comenta.
El sociólogo explica que estas situaciones conllevan un riesgo social que en época de auge económico quizás no se noten, pero están latentes. “Eso puede convertirse en una fobia social u odio irracional”.
Por su parte Gersan Joseph, de la Comisión Nacional contra la Discriminación-organismo creado a partir de la Ley 16 de 10 abril de 2002, contra la discriminación- opina que Panamá sí ha hecho algunos esfuerzos para eliminar la discriminación en sus diversas manifestaciones; sin embargo, deja claro que también hay situaciones que marginan a las personas.
“El perfilamiento racial también influye en la actitud prejuiciada de los oficiales de la Policía Nacional con relación a los panameños afrodescendientes, con el tratamiento ilegal del ‘Pele police, instrumento aplicado mayoritariamente con carácter discriminatorio”, manifestó Joseph.
Para este miembro de la Comisión Nacional contra la Discriminación, en Panamá aún faltan políticas públicas que atiendan esta situación social en una población con alto porcentaje indígena y afrodescendiente.
Mujeres vulnerables
De todas las manifestaciones de discriminación que existen, son las mujeres las que están en riesgo de ser excluidas.
La directora del Instituto Nacional de la Mujer, Markelda de Herrera, así lo asegura, y cita los estudios del Banco Interamericano de Desarrollo que colocan a la mujer en una situación laboral de desventaja. En la región, según los estudios que De Herrera cita, la mujer aunque llegue a ocupar cargos ejecutivos mantiene un promedio de salarios 25% inferior a la plaza de empleo que ocupa un hombre.
“Hay una desigualdad que no es visible, no podemos ser indolentes y pensar que el problema se ha resuelto”, manifiesta.
La directora del Inamu condena que no solo en Panamá, sino en la región el caso de discriminación en las mujeres es cada vez más dramático, por el rol que ha impuesto la sociedad de que es la mujer la que debe ocuparse del hogar y crianza de los hijos.
El sociólogo Pinnock atribuye estos actos discriminatorios a las mentalidades formadas en torno al machismo, aunque piensa que al mirar la situación en otros países de la región, la de Panamá al menos da un respiro, pero la realidad sigue siendo igual. Para que una mujer estudie debe tener al menos tres jornadas, de estudiante, de madre y trabajadora en su rutina, no así los hombres.
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