Miles de bailarines de joropo irrumpen en la gran fiesta llanera colombiana
- Villavicencio (Colombia)
Más de 3.000 bailarines de todas las edades y clases sociales tomaron este fin de semana la ciudad colombiana de Villavicencio durante el Torneo Internacional de Joropo, un estilo musical inerte al peculiar espíritu llanero.
Este gran festival, considerado uno de los más importantes del folclore colombiano, tiene su máxima expresión en el "joropódromo", donde el sábado desfilaron 133 grupos formados por 1.451 parejas perfectamente acompañadas de los Llanos de Colombia y Venezuela.
Porque si bien esta ciudad colombiana es sede del evento, la zona fronteriza de Venezuela comparte esa cultura única, forjada por una vida dedicada a la ganadería en latifundios y al cuidado de caballos, con tradiciones que datan de la llegada de los primeros españoles.
Se trata de "una sociedad que se aferra a sus raíces, los llaneros creen en la fuerza de su cultura y esto se convierte casi en un ritual", explicó a Efe la ministra colombiana de Cultura, Paula Marcela Moreno.
"La cultura llanera está basada en un proceso histórico de vaquería, de articulación de diferentes elementos, como el arpa en el caso del joropo, de todo lo que rodea la actividad productiva, de la visión del hombre y la mujer, una forma de valorar lo propio con ímpetu".
Y ese ímpetu al que hizo referencia la ministra se aprecia en cada paso del joropo, marcado por los sonoros pisotones contra el suelo del hombre, quien mantiene agarrada durante todo el baile a la mujer mientras alza el codo para marcar territorio.
Todo esto supone un gran esfuerzo físico y por ello también se la conoce como "danza machista", porque se busca el control de la mujer, pese a que ésta es quien realmente gobierna en el hogar, matizó a Efe la directora de Cultura de la Alcaldía de Villavicencio, Jenny Andrea Capote.
Los joropos cuentan historias de amor y celos, hablan del ganado, de los caballos, de la pasión llanera por la naturaleza, a un ritmo machacón pero acompasado, y siempre acompañado por la fundamental arpa, las maracas o capachos y el cuatro (una guitarra de cuatro cuerdas).
El folclore llanero "tiene aires andaluces" e influencias del zapateo flamenco que llegó hasta esas tierras de Colombia y Venezuela, alejadas del mar, de la mano de los jesuitas en los siglos 17 y 18.
El compositor Marcos Sergio Rodríguez, creador y gestor del "Joropódromo" de Villavicencio, aclaró a Efe que fueron los jesuitas y criollos los que empezaron a mezclar lo español con las danzas de los nativos de esa zona.
"Los indígenas bailaban balseado y muy jorobados, nosotros nos quedamos jorobados pero con el zapateo español", remarcó Rodríguez para explicar cómo surgió este arte.
El 41 Torneo Internacional de Joropo seguirá hasta el próximo martes en Villavicencio, ciudad del centro de Colombia convertida en una gran fiesta y donde la danza llanera se entremezcla con otras expresiones culturales, como el coleo.
Mientras los danzarines recorren las calles, a las afueras de Villavicencio, en el Parque de las Malokas, tienen lugar esas espectaculares competiciones.
Dos hombres a caballo tratan de derribar en una especie de hipódromo a una res por la cola, con una fuerza tan inusitada que en ocasiones terminan accidentados los propios jinetes, las reses o los caballos.
"Es un ejercicio propio del Llano donde el hombre demuestra en una faena con el ganado su hombría y su fuerza", explicó la directora de Cultura de Villavicencio.
El coleo surge del cuidado del ganado en las haciendas; cuando una res se aparta del grueso es castigada desde un caballo con golpes secos en el rabo que terminan derribándola e incluso dándole varias vueltas de campana.
Embriagado por el espíritu llanero, el jinete se anuda el rabo de la res a su muñeca hasta que consigue su propósito en una expresión muy particular de fuerza entre el hombre y la bestia.
El joropo y el coleo convierten así a Villavicencio en un centro de folclore sin igual en Colombia.
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