Vecinos luchan por salvar un campo de pelota prehispánica en Ciudad de México
- José Miguel DomÃnguez F.
La construcción de un edificio de la Policía mexicana amenaza un campo de juego de pelota prehispánica creado hace casi cincuenta años por inmigrantes rurales en el barrio de Balbuena, en Ciudad de México, algo que los vecinos no están dispuestos a permitir.
"La maquinaria entró de madrugada y destrozó todas las canchas", denunció hoy a Efe el presidente de la Asociación Mexicana de Jugadores de Juegos de Origen Prehispánico (AMJJOP), Cornelio Pérez.
La ironía es que el juego de pelota, denominación empleada tanto para el deporte como para sus instalaciones, está considerado Patrimonio Cultural Intangible en la capital mexicana desde 2008.
"Se salvaguarda la práctica del juego de pelota, los espacios físicos que se utilizan ahora no tienen ese valor", replicó a Pérez el subsecretario del Gobierno del Distrito Federal (GDF), Juan José García Ochoa.
El juego de pelota era parte esencial de los rituales religiosos y mágicos de algunos pueblos prehispánicos, como los aztecas o los mayas, y existen rastros de él desde hace unos 3.000 años. Ganadores o perdedores eran sacrificados como ofrenda a los dioses, según la cultura; en algunos casos era considerado un gran honor.
A menudo, las ruinas de antiguas ciudades, como la maya Chichén Itzá, cuentan todavía con vestigios de los campos de juego. Esta práctica deportivo-ritual ha sobrevivido hasta nuestros días en sus distintas variantes, a pesar de la oposición de las autoridades y la Iglesia durante la época colonial.
En el Pasajuego de Balbuena, construido en los años cincuenta del siglo pasado por emigrantes de los sureños estados de Oaxaca y Michoacán, se practica la modalidad mixteca, propia de esta cultura del centro-sur del país.
"Hablar del juego de pelota mixteca es hablar de una gran nación", apuntó Jesús Cruz Galván, un profesor que supera los cincuenta años, afectado como jugador por el destrozo.
Existen varias formas de jugar a la pelota mixteca, parecidas al tenis y a la pelota vasca: los jugadores se enfrentan en parejas lanzándose la pelota entre ellos. La bola está hecha de hule, forro o esponja y los contrincantes pueden golpearla con un guante especial, una tablilla o con sus manos recubiertas de vendas.
En 2008 el Gobierno capitalino organizó un torneo en el Zócalo de la ciudad, una de las mayores plazas públicas de América Latina. "Querían que jugáramos con penacho y taparrabos, y eso ya se acabó", criticó Pérez. Además, la orientación de las canchas era errónea, ya que esta debe ser de norte a sur y no de este a oeste, se quejó.
"No son juegos de museo, ni para el solazamiento (esparcimiento) del turista, tienen un significado cultural", explicó el presidente de la AMJJOP.
Pérez relató como, en abril pasado, las autoridades capitalinas les comunicaron que el Pasajuego de Balbuena, de 10.000 metros cuadrados, iba a ser "reubicado".
Al no llegar a un acuerdo, dos días después de la última reunión, pasada la medianoche y sin previo aviso, las excavadoras destrozaron las cinco canchas de Balbuena (dos de pelota de hule y esponja, otras dos para pelota de forro y una para pelota tarasca).
"La apreciación de la Secretaría de Seguridad Pública en ese momento, quizás errónea, es que no se iba a llegar a un acuerdo, y por eso tomó la decisión de tomar posesión del terreno", explicó García Ochoa, que citó la necesidad de ejercer a tiempo el presupuesto para construir la sede policial como posible motivo.
El funcionario afirmó que el lugar es de propiedad de la alcaldía de la urbe desde 1907 y que la edificación no viola ninguna normativa. Los vecinos apuntan a que incumple el plan de ordenación territorial y argumentan que las alternativas ofrecidas no resultan válidas para practicar ese deporte.
De acuerdo a García Ochoa, el gobierno capitalino pretende que se habilite un espacio "digno" para jugar, en las cercanías, para lo cual se ha habilitado un fondo de dinero, y que los jugadores contribuyan a difundir este deporte entre los estudiantes de la metrópoli.
"¿Cómo es posible promover algo destruyéndolo?", lamenta "Memo", otro veterano jugador que dice haber vivido varios intentos de acabar con las canchas.
Como parte de su campaña de denuncia, los vecinos de Balbuena montan en una pequeña plaza del centro de Ciudad de México una cancha improvisada para mostrar como se juega. Dos jóvenes, sentados en un banco, observan y preguntan: "¿Qué juego es ese?".
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