El argentino Nahuel Pérez dice que "a veces duda que ser actor valga la pena"

Promesa emergente del cine argentino, Nahuel Pérez Biscayart (1986) sigue inmerso en un proceso continuo de búsqueda de sí mismo, con interrogantes sobre qué pasos dar y dudas sobre el rumbo que tomar para encontrar la felicidad. Más o menos, como cualquier joven de su edad.

"Cuando eres actor no eres feliz. Al menos en este momento de mi vida, creo que hay mucho sufrimiento cuando uno actúa", responde con franqueza Nahuel, vestido de manera informal con vaqueros y camiseta, recostado en una silla y con los pies apoyados en otra.

"A veces me digo a mí mismo: 'Che, qué mierda. ¿No es demasiado esto?'. Pero cuando llegan esos momentos de disfrute, esos segundos... son tan plenos y llenos de vida que lo sigues haciendo", explica el joven actor, quien se encuentra en Londres para culminar un programa de mecenazgo que le ha permitido trabajar con la dramaturga estadounidense Kate Valk durante casi un año.

Entonces, ¿por qué seguir? ¿Vale la pena el esfuerzo?: "A veces sí y a veces lo dudo", responde con franqueza.

"Cuando lo pasas mal dices: 'No lo voy a hacer nunca más en mi vida. Qué hago yo haciendo esto, me siento expuesto, feo, todo horrible... Pero cuando sientes que brillas, eres un 'pelotudo'".

Estos momentos de éxito son una satisfacción y un riesgo a la vez, ya que de creérselo demasiado se corre el riesgo de caer en el narcisismo, un "pecado" contra el que Nahuel dice luchar porque "no hay nada peor que un actor que se muestre más a él mismo que a su personaje".

Su carrera comenzó con trece años, cuando se apuntó a un grupo de teatro del colegio con el que, para su propio asombro, consiguió ganar un premio revelación.

"Yo nunca quise ser actor, ni famoso, ni salir en la tele ni nada de eso", subraya el argentino, quien se siente cómodo sin ser reconocido por la calle en su ciudad, Buenos Aires.

Prueba de que sigue inmerso en un proceso de búsqueda de sí mismo son los motivos que esgrime para ser actor, que han evolucionado -y continúan haciéndolo- desde que concediera sus primeras entrevistas con 19 años hasta ahora.

"Siempre he pensado que actúo porque me da placer, porque me permite relacionarme con gente nueva, porque tiene algo de vertiginoso... Pero tengo un amigo que dice que actúa porque agrada a los demás y que eso le gusta. Y a veces creo que yo también lo hago por eso", razona la joven promesa, con tono reflexivo.

En su currículum aparecen títulos cinematográficos como "La sangre brota", con el que ganó el premio de la Crítica Joven en Cannes en 2008, obras de teatro como "Los Mansos", además de alguna miniserie para televisión, un medio que le sigue dando cierta fobia por ser un lugar "cerrado".

"Yo no veo televisión -admite-, sólo cuando hay amigos que trabajen ahí. Hay cosas dentro de la mierda que es la televisión que son bastantes aceptables, pero siempre dentro de unos parámetros, ya que no vas a ver nunca algo que te revuelva o movilice. Por ejemplo, las miniseries, con una concepción casi cinematográfica".

Nahuel fue seleccionado por el programa de mecenazgo bianual puesto en marcha por la compañía relojera Rolex en 2008, lo que le ha permitido vivir un año en Nueva York.

Allí ha trabajado al lado de Valk, una experiencia vital que, dice, le ha servido para aprender detalles técnicos y mejorar el trabajo en grupo.

De su futuro inmediato sólo sabe que en marzo se pondrá en manos de la directora argentina Victoria Galardi. Por el momento, encima de la mesa tiene "muchas propuestas, aunque la mayoría son en Buenos Aires".

"Es que no estoy pensando tanto en la carrera como actor, sino en qué hacer con mi vida. Y creo que quiero seguir viajando, y la verdad es que para eso el cine es lo mejor", resalta.

Nahuel parece dubitativo, pero entre tanta incertidumbre asoma una idea muy clara: "Si no fuera actor, hay muchas cosas que podría hacer bien y que a la vez me hicieran sentir igual. Cocinar, tirarme en paracaídas, algo en producción... o incluso cuidar plantas".

La decisión es suya...

Óscar Tomasi