Análisis en Tenochtitlán
Restos óseos confirman que los mexicanos practicaban el canibalismo
Publicado 2014/01/15 20:01:00
La tesis de maestría demuestra que "después de ser inmoladas se les descarnaba"
Restos óseos con marcas de corte y exposición al fuego han permitido corroborar que gobernantes, sacerdotes y algunos guerreros mexicas practicaban antropofagia ritual en el periodo Posclásico (900-1521 d.C), informó hoy el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.
La conclusión deriva de investigaciones del arqueólogo Gabino López Arenas en cráneos, tibias, peronés, húmeros y mandíbulas localizados en ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan y otros recintos aledaños al centro histórico de Ciudad de México.
"Se observó que a las víctimas inmediatamente después de ser inmoladas se les descarnaba, ya que una gran cantidad de partes óseas presentaba cortes o alteraciones que fueron hechas en hueso fresco y huellas de que estuvieron expuestas directamente al fuego", afirmó López Arenas.
El especialista comentó que la práctica de la antropofagia tenía como propósito "absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados".
Para los indígenas mexicas o aztecas, "las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban y, al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad", abundó.
El arqueólogo señaló que la carne de los sacrificados era ingerida en determinadas ceremonias por individuos de alto rango, pero nunca llegó a figurar como alimento habitual en su dieta.
El análisis forma parte de la tesis de maestría "Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlan: una interpretación de su simbolismo".
López Arenas citó en su estudio al escritor español Francisco Cervantes Salazar, quien detalló que piernas y brazos eran las porciones más apreciadas y las que con mayor frecuencia se consumían en el ritual de la antropofagia, pero que manos y pies eran exclusividad del gran sacerdote y el gobernante.
El investigador añadió en su texto una cita del historiador español Diego Durán (1537-1588), quien escribió que dentro de la milicia mexica uno de los privilegios de los guerreros que adquirían el rango de tequihua era comer carne humana en ciertas ceremonias.
Para alcanzar dicho rango tenían que haber hecho al menos cuatro prisioneros en batalla.
Sobre las víctimas del sacrificio, el arqueólogo refirió que "podían ser de cualquier sexo y edad, y se sabe que generalmente eran cautivos de guerra o esclavos, y en contadas ocasiones era gente del pueblo o de la nobleza".
"Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual (muerte violenta), y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos", finalizó.
La conclusión deriva de investigaciones del arqueólogo Gabino López Arenas en cráneos, tibias, peronés, húmeros y mandíbulas localizados en ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan y otros recintos aledaños al centro histórico de Ciudad de México.
"Se observó que a las víctimas inmediatamente después de ser inmoladas se les descarnaba, ya que una gran cantidad de partes óseas presentaba cortes o alteraciones que fueron hechas en hueso fresco y huellas de que estuvieron expuestas directamente al fuego", afirmó López Arenas.
El especialista comentó que la práctica de la antropofagia tenía como propósito "absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados".
Para los indígenas mexicas o aztecas, "las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban y, al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad", abundó.
El arqueólogo señaló que la carne de los sacrificados era ingerida en determinadas ceremonias por individuos de alto rango, pero nunca llegó a figurar como alimento habitual en su dieta.
El análisis forma parte de la tesis de maestría "Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlan: una interpretación de su simbolismo".
López Arenas citó en su estudio al escritor español Francisco Cervantes Salazar, quien detalló que piernas y brazos eran las porciones más apreciadas y las que con mayor frecuencia se consumían en el ritual de la antropofagia, pero que manos y pies eran exclusividad del gran sacerdote y el gobernante.
El investigador añadió en su texto una cita del historiador español Diego Durán (1537-1588), quien escribió que dentro de la milicia mexica uno de los privilegios de los guerreros que adquirían el rango de tequihua era comer carne humana en ciertas ceremonias.
Para alcanzar dicho rango tenían que haber hecho al menos cuatro prisioneros en batalla.
Sobre las víctimas del sacrificio, el arqueólogo refirió que "podían ser de cualquier sexo y edad, y se sabe que generalmente eran cautivos de guerra o esclavos, y en contadas ocasiones era gente del pueblo o de la nobleza".
"Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual (muerte violenta), y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos", finalizó.
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