Desarrollo
Agroecología, una estrategia indispensable
El desarrollo de la idea básica del presente artículo impone como punto de partida precisar el significado del concepto de agroecología. De acuerdo con un importante grupo
El desarrollo de la idea básica del presente artículo impone como punto de partida precisar el significado del concepto de agroecología. De acuerdo con un importante grupo de autores, encabezados por S. R. Gleisman de la Universidad de California Santa Cruz, se entiende por agroecología “la aplicación de los conceptos y principios ecológicos al diseño y manejo de los sistemas alimentarios sostenibles”. Esta definición si bien deja claro que en este enfoque la explotación agrícola se entiende como un ecosistema, es decir, como un agroecosistema, no logra integrar claramente la idea de que se trata de un ecosistema en el que la vinculación con la sociedad resulta fundamental para entender su naturaleza y dinámica.
NUESTRO PAÍS, COMO EL CONJUNTO DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO, TIENE MUCHO QUE GANAR POR MEDIO DE UN DESARROLLO TECNOLÓGICO CENTRADO EN LA AGROECOLOGÍA, EL CUAL PERMITIRÍA UN EFECTIVO AVANCE TANTO EN TÉRMINOS DE EQUIDAD SOCIAL COMO DE SEGURIDAD Y SOBERANÍA ALIMENTARIA.
Desde una visión más amplia, en la que la ecología abarca la relación entre la naturaleza y la sociedad, Susanna B. Hecht, docente de la Universidad de California, Los Ángeles, señala que “la agroecología a menudo incorpora ideas sobre un enfoque de la agricultura más ligado al medioambiente y más sensible socialmente”.
Desde este punto de vista, la explotación agrícola no solo se entiende como un sistema abierto, con flujos de entrada y salida de materia y energía desde y hacia el exterior, sino como un sistema cuya estructura, operación y dinámica solo se puede concebir por su vinculación con el sistema social. Es por esto que la autora citada señala con toda razón que los “factores sociales, tales como el colapso de los precios del mercado o cambios en la tenencia de la tierra, pueden destruir los sistemas agrícolas tan decisivamente como una sequía”.
El enfoque holístico de la agroecología, apoyándose en los conocimientos de la ciencia ecológica, así como de los saberes tradicionales de la población y los avances de las ciencias sociales, busca -entre otras cosas- descubrir por medio de la investigación participativa, aquellas formas de producción que sea ambientalmente sostenible y que, además, resulten adecuadas para darle una base de equidad a la sociedad. Esta perspectiva también hace énfasis en establecer los cambios institucionales y de relaciones sociales necesarios para lograr la implantación de las formas de producción sostenibles.
La importancia de avanzar en una estrategia centrada en la agroecología surge de varios elementos. El primero de estos tiene un carácter global. Como se sabe, las prácticas agrícolas representan actualmente cerca del 25% de la emisión de gases invernaderos, mientras que la intensificación y ampliación de las actuales formas de producción han significado un importante impacto negativo sobre la biodiversidad. En estas condiciones se hace indispensable avanzar hacia nuevas formas de producción que logren mitigar la tendencia hacia el sobrecalentamiento y la decadencia de la biodiversidad. Esto es cierto, sobre todo si se tiene en cuenta que en el año 2050 la población humana será 50% más grande que en 2007.
Una segunda razón, no menos importante que la anterior, es que la forma tecnológica llamada moderna, que es altamente dependiente de insumos químicos y energéticos, no solo resulta altamente contaminante (insumos como glifosato) y contraria a la biodiversidad (semillas transgénicas), sino que, por sus costos, resulta cada vez más onerosa e imposible de utilizar por los pequeños y medianos productores. Es por esto que Richard Norgard Y Thomas Sikor han concluido en que “los campesinos sin un acceso suficiente a la tierra y a otros recursos productivos, no encajaron dentro de las condiciones ecológicas y socioeconómicas de la agricultura convencional y permanecieron fuera de la dinámica del desarrollo rural”. A esto habría que agregar que la producción de alimentos se hace cada vez más dependiente de los insumos y otros factores de producción importados, dificultando el desarrollo de una verdadera soberanía alimentaria. Es así, por ejemplo, que el costo de importación de fertilizantes a base de fosfatos en Panamá se elevó en 114.7% entre 2004 y 2011. Se trata, además, de un esquema que expone a los países al poder oligopólico de las empresas transnacionales que dominan el mercado de dichos insumos. Esto queda ilustrado si se tiene en cuenta que se calcula que las diez empresas más grandes, entre las que se encuentra Monsanto, controlan la mitad de las ventas de semillas en el mercado mundial.
A final de cuentas nuestro país, como el conjunto de los países en desarrollo, tiene mucho que ganar por medio de un desarrollo tecnológico centrado en la agroecología, el cual permitiría un efectivo avance tanto en términos de equidad social y de seguridad y soberanía alimentaria. Se trata, entonces, de promover los cambios sociales, económicos y políticos que permitan su desarrollo.
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