Armonía con la naturaleza y desarrollo sostenible
- Ariel Rodríguez-Vargas
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- Presidente de Proyecto Primates Panamá
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El 22 de mayo de 2025 conmemoramos el Día Internacional de la Diversidad Biológica bajo el lema "Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible", una frase que nos recuerda que proteger la vida en todas sus formas no es una opción, sino una responsabilidad compartida. En Panamá, un país que une océanos y culturas, esta biodiversidad está presente en cada rincón: en los bosques, los ríos, los mares, las montañas y hasta en los jardines de nuestras casas.
Un ejemplo vivo de esta riqueza natural es el Parque Nacional Héctor Gallego, un lugar donde la vida florece en todas sus expresiones. En sus bosques habitan especies únicas y valientes, como el almendro de montaña, un árbol resistente que ayuda a mantener los suelos fértiles y saludables. También encontramos animales emblemáticos como el tapir, el sapo dorado y el águila crestada, todos ellos parte de un equilibrio natural que depende de la diversidad de formas de vida. Además, este parque conecta diferentes hábitats, desde los bosques hasta los ríos y zonas costeras, lo que permite que muchas especies, incluyendo las migratorias, puedan moverse libremente y sobrevivir.
Sin embargo, esta armonía está en peligro. Actividades como la tala ilegal, la expansión agrícola, minería y el cambio climático amenazan con romper ese frágil equilibrio. Por eso, la biodiversidad no puede verse como algo lejano o exclusivo de los científicos. Es parte esencial de nuestra salud, nuestra economía y nuestro bienestar.
Otros espacios panameños también muestran esta riqueza. El Parque Internacional La Amistad, compartido con Costa Rica, alberga especies tan impresionantes como el quetzal, los monos araña y los grandes felinos. En el mar, el Parque Nacional Coiba protege arrecifes que son hogar de tiburones martillo y corales que resisten el blanqueamiento causado por el calentamiento global. Esta diversidad no solo es bella, también nos da alimentos, agua limpia, medicina y estabilidad climática.
Frente a esta realidad, todos tenemos un rol. Las empresas pueden adoptar prácticas responsables, como las fincas ganaderas que plantan árboles para evitar la deforestación. Los gobiernos deben cumplir sus compromisos, como el Plan de Acción Nacional de Biodiversidad que busca conservar más de la mitad del territorio del país. Y es vital reconocer el papel de los pueblos indígenas, que protegen más de un tercio de los bosques panameños.
El tiempo apremia. Como decía Berta Cáceres, valiente defensora de la tierra: "Despertemos humanidad, ya no hay tiempo". Cada especie que desaparece es una historia silenciada, un vacío que jamás podremos llenar ante las futuras generaciones. El verdadero desarrollo no se mide en edificios ni carreteras, sino en ríos recuperados, en bosques intactos, en la convivencia respetuosa con los animales silvestres y en el reconocimiento a quienes han custodiado la naturaleza por siglos: nuestros pueblos originarios.
La naturaleza no negocia, no admite excusas, ni espera promesas vacías. Protegerla no es solo un deber ambiental, es un pacto moral con la vida misma. Es una promesa solemne hacia quienes aún no han nacido y merecen un mundo mejor. La Tierra y su biodiversidad no nos pertenece, somos usuarios efímeros en la historia del planeta. Cuidemos la diversidad biológica no solo un acto de responsabilidad, sino como un gesto de nobleza, urgencia y humanismo profundo. Todos somos responsables y todos tenemos que desarrollar la tarea por la biodiversidad del planeta.
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