Caudillos, tiranos y dictadores
- Andrés L. Guillén (opinion@epasa.com)
- /
Panamá ha tenido pocos caudillos, dictadores y tiranos a lo largo de su historia republicana, quizás porque las condiciones no han sido lo suficientemente críticas ...
Panamá ha tenido pocos caudillos, dictadores y tiranos a lo largo de su historia republicana, quizás porque las condiciones no han sido lo suficientemente críticas ...

Panamá ha tenido pocos caudillos, dictadores y tiranos a lo largo de su historia republicana, quizás porque las condiciones no han sido lo suficientemente críticas para crearlos. Más bien nos hemos caracterizado por la falta de lideres mesiánicos nacionales, algo que paradójicamente nos ha salvado de muchos demagogos y falsos profetas y del peligro de socavar nuestro poder ciudadano.
Al panameño poco lo atrae el militarismo o una visión autoritaria de la vida, salvo la incursión providencial del populismo militar de Omar Torrijos, que aún tiene sus admiradores, y del breve periodo presidencial de José Antonio Remón Cantera, asesinado en medio de su gestión política, por una mano desconocida.
Pero ¿qué es un caudillo y cómo se diferencia de un dictador o tirano?
En Panamá, esas características las da la figura resplandeciente de Belisario Porras, como caudillo liberal, construyendo un país en medio de esa tensión trágica de principios del siglo XX, producida por la conjunción del intervencionismo estadounidense y las necesidades de un pueblo entero recién nacido.
Su misión constructiva lo define y muestra, además, la noción romántica del caudillo popular. Pero también hemos tenido las figuras emblemáticas de Urracá, Vasco Núñez de Balboa o Bayano en épocas más remotas, y de Victoriano Lorenzo y Arnulfo Arias Madrid en el siglo pasado.
Pero su significado está cargado de contradicciones y el caudillismo puede ser tan diverso como las aspiraciones humanas que lo definen, pues en eso juegan un papel importante las fuerzas ocultas del destino, que le dan una cara humana al caudillo, como la de Franco en España o de Mussolini en Italia.
La visión de la historia como preocupación política, que narra y analiza esas fuerzas desconocidas, tiene como aliada una tradición religiosa pagana que ve la vida humana como un juego de dioses (o de un dios anicónico para los monoteístas).
En nuestro caso, los dioses, al parecer, nos han vacunado contra la "peste autoritaria" que ha afectado a la mayoría de países latinoamericanos con tiranos como Trujillo, Somoza, Stroessner, Pinochet, etcétera.
Ni tan siquiera el ciclo de la era militar (1968-1989), coronado por los seis años del régimen despótico de Manuel Antonio Noriega, se le puede designar propiamente como "tiranía", tampoco la dictadura populista de Omar Torrijos, ya que esa apelación les queda grande.
La determinación de lo que es lícito e ilícito como forma de gobierno lo hace nuestra Constitución, que, en sus mutaciones, respondió tanto a rupturas del orden constitucional (1904, 1946 y 1972), como a cambios estructurales y necesidades nuevas (1941).
En todos los casos, reflejaban las condiciones político-sociales de la República: en 1904, el liberalismo burgués, dominado por la oligarquía panameña; en 1941, las capas medias y un constitucionalismo social nacionalista; en 1946, producto de tres distinguidos juristas panameños, reflejo de la posguerra y la economía de mercado; y en 1972, redactada por una comisión de 25 miembros, con un marcado perfil de Estado de bienestar social.
Dios, el destino y nuestro sistema constitucional nos han salvado de dictaduras y tiranos.
Ciudadano
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.