Panama
Compasión por los detenidos
- Monseñor Rómulo Emiliani (CMF)
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Se recluye a la persona en un recinto cerrado, vigilado y se empieza a convivir con otras personas que tienen también su historial de vida y sus traumas.
Estar preso es una tragedia. Se rompe todo el ritmo normal de vida; se pierde el trabajo, se separa a la persona del cónyuge, de la familia, de sus amistades y de su ambiente cotidiano. Se pierde la libertad. De una vez aparece la etiqueta "delincuente".
Se recluye a la persona en un recinto cerrado, vigilado y se empieza a convivir con otras personas que tienen tambien su historial de vida, sus traumas, dolores y angustias. Dependiendo del país si está adelantado en cuanto sistema penitenciario, se clasifica a la gente según los delitos y se les junta en módulos adecuados, y si no, se mezclan todos con todos y el asunto se hace más complicado. Es probable que un detenido que entró por un delito menor salga contaminado para así realizar actos mucho más graves. Si no existe un sistema de rehabilitación práctico y actualizado, hay muchas posibilidades que el interno se dañe más en el presidio.
En la cárcel el preso comienza a experimentar el dolor de la separación familiar, la vergüenza por la opinión de los demás, el sufrimiento si tiene hijos y quedan desamparados, y una angustia preocupado por su futuro. Si tiene medios recurrirá a abogados privados, y si no a uno de oficio, del Estado.
Empieza entonces una lucha legal para salir cuanto antes del presidio, y si esto se alarga y viene la incertidumbre, viene una posible depresión, mezclada con resentimiento y cólera a veces y un miedo que aumenta su angustia, sobre todo si al final la sentencia es culpable y le esperan largos años de cárcel. Aunque es también muy triste para el preso ser inocente y ser culpado por algo que no cometió. Esos son los menos, pero también los hay. ¿Y como católicos que hacer? Primero no juzgar despiadadamente.
No sabemos muchas veces las circunstancias, los condicionamientos que llevan a una persona a cometer un delito. Dejar el juico a Dios y que la justicia proceda. Segundo, evitar que la persona caiga en la cárcel, y para eso evangelizar, predicar a tiempo y a destiempo, usar todos los medios para que el Mensaje del Señor llegue a todas partes. A más gente sea evangelizada, menos delincuentes habrá. Tercero, ir erradicando por todos los medios la miseria, la pobreza extrema, que es caldo de cultivo para la delincuencia. Hay gente que roba para comer.
Eso está claro. Cuarto, implementar, promover una pastoral penitenciaria audaz, comprometida, organizada, preparada para trabajar en los presidios. Urge que eso se dé, porque es un mandato del Señor trabajar por los presos. Es una de las obras de misericordia del evangelio. Y quinto, tener siempre compasión por los presos, no importa el delito cometido. Eso es ser cristiano.
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