Panamá
Cruceristas: La Otra Cara de la Moneda
- Jaime Figueroa Navarro
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Amén que la satisfacción de los cruceristas con el puerto de cruceros de Amador no se examina porque seguramente rondaría en números harto negativos.
Del grupo de Facebook "Norwegian Cruise Lines (NCL) Latitudes Members" traducimos del inglés el siguiente comentario publicado el jueves 7 de diciembre a las 2:39am por la crucerista norteamericana, oriunda de Asheville, Carolina del Norte, Jorden Marie Cruley, quien arribó a bordo del crucero Norwegian Joy el martes 5 de diciembre: "Finalmente llegamos a la terminal de cruceros de Fuerte Amador en Panamá.
Nos quedamos una noche y posteriormente una jornada entera ayer anterior a retomar el canal. Esto fue lo que aprendí:
1. La terminal de cruceros no está cercana a ofrecer servicios completos. Tuvimos pasajeros desembarcando y embarcando ayer en un sitio de construcción/terminal a medias.
2. No nos brindaron el servicio de transporte en autobús a isla Perico durante nuestra estadía de día completo y no nos permitieron caminar hacia las tiendas desde la terminal por tratarse de un sitio bajo construcción. Los taxis cobraban $5 por persona para el transporte hacia las tiendas/restaurantes/excursiones a media milla de distancia (si se ofrecían a transportarnos ese corto tramo). Los taxis a la ciudad cobraban iniciando con tarifas desde $50. Uber esta disponible pero el Wifi de la terminal no funcionaba.
2.5 Si puedes alejarte del área del puerto, los taxis son mucho más baratos. Caminamos como un cuarto de milla y logramos contratar un taxi que nos transportó hasta el Casco Antiguo por $5. Nos cobraron $15 para el retorno a isla Perico.
3. Los pasajeros en tránsito (aquellos abordando el crucero en modalidad "back to back" en Panamá), TIENEN que formalizar su pase por aduanas al salir y retornar, pero no tienen que llevar sus equipajes con ellos.
4. Es altamente recomendable comunicarse en español. La mayoría de los funcionarios en la terminal de cruceros y los choferes hablan un inglés muy pobre.
Mientras acá recientemente nuestras autoridades se jactan de los logros en la captación de "turistas" a través del puerto de cruceros, resulta importante recordarles que los cruceristas técnicamente no son turistas, sino excursionistas. La definición de turistas, según la Organización Mundial de Turismo, se define como: "aquellas personas que viajan a un destino principal ajeno a su lugar de residencia habitual por motivos de ocio o negocios, y que tiene una estancia mínima de una noche en dicho lugar".
Es así como, por ejemplo, la Republica Dominicana en sus cifras de turismo para 2022 cita 7 millones de turistas y 1 millón de cruceristas, superando ampliamente nuestras escuálidas estadísticas oficiales que rondan los 2 millones, si así les creemos, desde hace añales.
Amén que la satisfacción de los cruceristas con el puerto de cruceros de Amador no se examina porque seguramente rondaría en números harto negativos, los puntos trazados por la señora Cruley en sus apreciaciones son sumamente válidos si pretendemos ofertar un turismo de cruceros de altura en el istmo, en vez de la infernal pantomima existente.
Tal cual Tocumen, nuestros dos sitios de mayor afluencia de visitantes se distinguen por una notoria falta de servicio al cliente caracterizados por el gansterismo, fallas en la totalidad de sus ofertas y un "no me importa" por parte de sus funcionarios quienes siempre cuentan con un listado de excusas: que si Odebrecht, que si el gobierno pasado, que si la lluvia o falta de ella, que si lo vamos a solucionar en breve, etc., ofertando un pésimo servicio que deja un agrío sinsabor en los que aún tienen la osadía de seleccionarnos.
Un tema que hay que resolver a corto plazo es la funesta práctica del "gringo pricing" de los transportistas, de una vez por todas haciendo obligatoria la utilización de taxímetros. Aquellos que gocen del privilegio de "servicio de turismo" deberán aprobar un riguroso examen de idiomas, particularmente el inglés y sobremanera un curso de excelencia en el servicio al cliente, temas básicos en otros destinos donde muy exitosamente el transportista también porta el sombrero de guía de turismo y ofrece sus prestaciones con pasión y un esmero raro en nuestro medio.
Una Autoridad de Turismo funcional se mide no solamente por el obligatorio vibrante crecimiento año a año en el número de turistas, sino también en excelentes resultados en encuestas de satisfacción al turista que emane sus deseos de retornar y, más allá, servir como embajador voluntario de nuestros atractivos, multiplicando el número de turistas sin necesidad de erogaciones adicionales en publicidad. Un ente creativo que maximice la calidad de nuestros atractivos creando nuevas alternativas adicionales para un continuado y firme crecimiento continuado.
Cuando ello sea una realidad, cuando la mediocridad no sea el común denominador de nuestras acciones, otro gallo cantará.
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