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Doscientos quince años más tarde

San José - Publicado:
El diez de septiembre de 1788, en el arrabal del puerto gallego de La Coruña bautizaron a un niño a las pocas horas de haber nacido, probablemente porque temían que muriese, como sucedía con dolorosa frecuencia en aquella época.

Sus padres, Joseph Santiago Arias Menéndez y Juana María Menéndez Raigon, eran asturianos del pequeño puerto de Loarca, que se mudaron a La Coruña en búsqueda de mejores oportunidades de trabajo, porque la actividad económica de Loarca menguaba.

Su familia había vivido en Loarca por lo menos desde tiempos de un antepasado llamado Alonso Arias, quien nació en 1581 y murió en 1667.

Entre Alonso y Ramón Nicolás Andrés hubo seis generaciones que se ganaron la vida como marinos, jornaleros y algunos como artesanos, pero en ese tiempo no pudieron ascender ni social ni económicamente, por lo rígida que aún era la estructura de dicha sociedad.

Sin embargo, se les calificaba de “hidalgos” como se hacía con aproximadamente entre el 55% y el 80% de los habitantes, pues en ese entonces en su caso sólo quería decir que estaban exentos de pagar impuestos directos personales.

No se justificaba el uso del “Don” y del “Doña” a su propósito en la inscripción bautismal.

Doscientos quince años más tarde los descendientes de Ramón Nicolas Andrés Arias Menéndez asistimos a una misa cantada, celebrada por el Arzobispo de Panamá, en la Catedral de Panamá.

Frente al púlpito estaba colocado un bloque de mármol en forma de trapecio que llevaba la siguiente austera inscripción: “ Ramón Arias nació en La Coruña 10 de Setiembre de 1788, falleció el 26 de setiembre de 1855.

Su inconsolable esposa e hijos le tributan esta memoria”.

Hemos sido doscienta sesenta y siete unidades familiares y aproximadamente 900 personas que hemos descendido de Ramón y su esposa Juana Nepomucena Marìa Matías de la Soledad Pérez de Arias y que hemos llevado el nombre de Arias como primero o segundo apellido en las primeras seis generaciones a partir de la pareja.

En la Catedral oímos a Alexandra Arias de Moreno leer la epistola y a Adolfo Arias Espinosa leer el salmo responsorial, uniendo así las voces de los jóvenes y los mayores en una oración conjunta por los vivos y los muertos de la familia.

También oímos el sermón del Arzobispo quien elogió la manera como los Arias celebrabamos en familia y asistiendo a misa el primer Centenario de la República.

Después de la misa, el Dr.

Ricardo Arango Arias recordó, en breves palabras, un episodio de la vida del primero de nuestra familia en llegar de España a Panamá, aproximadamente en 1815: “Su amor y arraigo a esta tierra se comprueban.

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cuando responde a un violento anónimo que en 1823 se publica en “El Cometa del Istmo” pidiendo se expulsen de Colombia a los españoles que siempre traman para restituir el poder a España, y en su respuesta afirma: “Yo no soy políticamente español, porque he jurado la rotura y separación de los dos mundos, siguiendo en esto, los clamores de mi conciencia, la justicia de la demanda de los americanos, el bien y tranquilidad que aquí disfruto y allá no disfrutaría”.

En estas palabras, Ramón Arias reveló toda su conciencia de que en nuestra patria él había encontrado un nuevo horizonte de posibilidades que le habrían permitido superar la rígida condición social de probreza y estacamiento que la vieja Europa le había impuesto a sus antepasados y beneficiarse de un libre campo de expresión de sus talentos e iniciativas, pudiendo llegar a una condición social de protagonismo y a una condición económica de gran bienestar.

Al salir de la Catedral, ese mismo 10 de septiembre, los miembros de la familia Arias nos reunimos en la Plaza de la Independencia en torno a los bustos de dos de los ocho miembros de la Junta Revolucionaria, Tomás Arias Ávila y Ricardo Arias Feraud, hermanos de padre, el primero conservador de cepa y el segundo liberal moderado, que estuvieron entre los panameños cuyo liderazgo obtuvo para nuestro país la independencia definitiva y la construcción del Canal por nuesto istmo.

En las palabras que pronunció el Dr.

Carlos Arosemena Arias para honrar a estos dos próceres, hizo bien en destacar la auténtica hermandad no sólo de sangre sino de afecto que los unía, recordando que Tomás Arias “puso una condición a su ingreso [al núcleo independentista].

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que se invitara también a incorporarse al grupo a su hermano Ricardo Arias quien, en edad, lo aventajaba por cuatro años”.

“Este es un hecho, añade el Dr.

Arosemena Arias, de suprema importancia para nuestra familia.

Demuestra que entre ambos, Tomás y Ricardo, había una evidente relación de hermandad y afecto y que el primero a pesar de ser acaudalado y relacionado como el segundo, conceptuaba importante para él que en cualquier gestión en que estaba en juego su honor, su vida y sus bienes, necesitaba el apoyo de su hermano”.

Las palabras del distinguido abogado constituyeron una elocuente defensa de su abuelo, Don Tomás, de injustas críticas en su contra, a pesar de que fue uno de los próceres que más ponía en peligro por su extensa familia (9 hijos), por la suma considerable de sus bienes, frutos de arduo y exitoso trabajo, por ser el miembro del grupo que más cargos oficiales había ocupado en Colombia, como también por ser director del Partido Conservador, a quien el gobierno central en manos de los conservadores sancionaría duramente como traidor si el intento fracasaba.

Y además las críticas se concentraron en él, por la total franqueza con que exponía tanto sus iniciativas como sus temores.

Después de rendir honores a Don Tomás y a Don Ricardo en la plaza de la Independencia, los miembros de la familia asistimos a una sesión extraordinaria del Consejo Municipal en la que se honró a Agustín Arias Feraud, hermano de padre de Don Tomás y de padre y madre de Don Ricardo.

Como miembro titular de dicho Consejo, Don Agustín asistió a sus dos sesiones claves para nuestra independencia, las de los días 3 y 4 de noviembre de 1903.

Su nieto, el ingeniero Agustín Alberto Arias Méndez, al agradecer la celebración de la sesión extrordinaria, destacó los siguientes rasgos de la actuación de Don Agustín: “Fue liberal, como su hermano Ricardo, y no descuidó sus deberes de ciudadano.

El 3 de noviembre de 1903 era miembro titular del Consejo Municipal.

Asistió a las dos sesiones decisivas para nuestra independencia y en medio de la sesión del 3 de noviembre, tomó parte en la decisión unánime del consejo y de “adherirse” y secundar el movimiento político de la independencia, bajo juramento, y también en la decisión de convocar a cabildo abierto al pueblo en general, y a todas las corporaciones públicas, civiles, militares y eclesiásticas según el acta correspondiente.

No es seguro, comenta el Ing.

Arias Méndez, que algún otro miembro del Consejo haya puesto en peligro intereses tan cuantiosos ni el porvenir de tantos hijos, como lo hizo Agustín Arias Feraud, por lograr la independencia y con ella la república y el Canal para Panamá”.

Luego visitamos la residencia de Don Tomás y su esposa Doña Albertina Revello, residencia que ha sido adquirida por una ONG americana Earthtrain Organnnization y que está restaurándola al detalle con un gusto muy certero y planea establecer en una parte de ella un pequeño museo sobre Tomás Arias Ávila, prócer.

El Dr.

Tomás Arias de Para proporcionó información de cómo era cuando se terminó de construir pocos meses antes de la muerte de don Tomás el 20 de julio de 1932.

La mañana del 10 de septiembre culminó para los Arias con una visita a la Mansión Arias Feraud.

Esta fue la residencia de Ramón Arias Feraud y de Elida Diez Arias de Arias.

Actualmente es propiedad de la Alcaldía de Panamá en donde recibe ilustres visitantes.

La autoridad municipal mantiene la mansión estupendamente.

Ana Lucrecia Arias de Andreve, quien fue la última Arias propietaria de la casa, al agradecer la recepción del alcalde Juan Carlos Navarro, contó lo que esa residencia había significado en su niñez y adolescencia cuando en ella vivían su abuela Elida Diez Arias de Arias y su tía Lola, Dolores Graciliana Arias Diez, dándole así un toque muy humano y afectuoso a nuestra jornada del recuerdo de los Arias de antaño.

Al día siguiente, 11 de septiembre, celebramos una fiesta en el Club Unión a la que asistieron una quinientas personas, entre ellas muchos jóvenes y un número considerable de los mayores.

Fue particularmente grata la presencia de una representación nutrida de los Arias de Chriquí y hubo Arias que ahora viven en Colombia, Estados Unidos y España que hicieron el viaje expresamente para participar en la fiesta.

El Embajador de España, Carlos de Lojendio no pudo asistir, pero dejó un mensaje que destacaba similitudes entre España e Iberoamérica del primer cuarto del siglo XIX.

En ese contexto se presentó el libro La Saga de los Arias en Panamá por el Dr.

Omar Jaén Suarez, estudio histórico, genealógico y sociológico de la familia Arias desde 1815 hasta fines del siglo XX.

Mercedes Araúz Arias de Grimaldo, habló esa noche en la presentación del libro en nombre de los Arias de Chiriquí y pudo darnos una visión resumida de la rama de la familia integrada en gran parte por los descendientes de Juan de Dios Arias Ávila y su esposa Domitila Quintero Villareal, hermana del General Manuel Quintero Villareal.

Sus palabras fueron a la vez muy informativas y sentidas.

Isabel Arias de Saint Malo, la “Mitzi” o la “tía Mitzi”, nos dio a conocer el ambiente de afecto y solidaridad que impregnaba el hogar de Ricardo Arias Feraud y María Paredes de Arias, “mama grande”, como también nos hizo entrever lo que fue la vida en La Loma del hogar de Francisco Arias Paredes y Carmen Espinosa de Arias, con la inevitable intromisión de la política.

El autor del libro, Omar Jaén Suárez, científico consagrado por una obra multifacética de libros que son indispensables para la comprensión de Panamá, dijo al final una palabras profundas: “La vida y la obra, dijo, de Ramón Arias Menéndez, el pater fundador que celebramos esta noche, se inscriben dentro de esa movilidad, de esa búsqueda incesante de nuevos horizontes, de experiencias inéditas, de otros seres humanos, de nuevas aventuras.

Cada uno de sus descendientes lleva intacta esa capacidad de movimiento y de trascendencia, de movilidad goegráfica o intelectual.

Capacidad que manifiesta a lo largo de su existencia y que define ontológicamente su personalidad individual.

Capacidad que comparte en diversas formas con todos los hombres y mujeres que participan, ya sea en persona o a través de los avatares de su linaje, del vasto movimiento de la población desde hace centenares de miles de años a lo largo y ancho del planeta”.

Cuando me tocó decir unas palabras, expresé lo siguiente: “Sobre todo nuestro agradecimiento se lo debemos a Omar Jaén.

El emprendió la tarea, una vez acordada, con todas las exigencias de un científico social e historiador, pero también con todo el entusiasmo, la dedicación y la creatividad de un amigo.

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Gracias a su habilidad de investigador como científico social y a su imaginación como historiador, La Saga de los Arias en Panamá no tiene paralelo en la bibliografía panameña.

Es el primer libro que conjuga la historia, la genealogía y la sociología, tal que se conciben contemporáneamente para comprender la conformación de nuestra nación, que fue hecha no por individuos aislados, sino por personas integradas en familias.

Como resultado, el libro no es obra de un amateur, para satisfacción del ego de unos cuantos individuos, sino la obra de un profesional para el conocimiento en profundidad del país.

” El libro La Saga de los Arias en Panamá se puede adquirir en la Joyería Barakat, tel.

263-7302, en el Centro Comercial Plaza Paitilla, frente a las escaleras eléctricas.

(ariyan@sinfo.

net)
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