Economía “casi” primer mundista, institucionalidad de tercer mundo
- Alberto Fadul
El crecimiento económico del país es un ejemplo de que el sector privado empresarial emplea sus recursos con eficiencia, efectividad y productividad en los sectores de comercio, industria y servicios generando riqueza, sin apoyo estatal efectivo. La existencia de su creciente responsabilidad social corporativa que, aún requiriendo mayores niveles de organización efectiva y unidad de criterios bien dirigidos, es también admirable.
No existe compatibilidad desarrollista entre lo público y lo privado. Son tintas de diferente color. Los principales partidos políticos, a cargo del manejo de la cosa pública han actuado con craza irresponsabilidad histórica. Sus metas e intereses ocultos, han demostrado que gobernar es sólo un negocio rentable, carente de responsabilidad social. Sus más elementales métodos: La corrupción impune y el clientelismo político. Sus técnicas comunes: el populismo falso, la demagogia y la ausencia de transparencia funcional.
El exagerado e ineficiente tamaño del Estado, la flagrante riqueza injustificada y la abundancia de privilegios que ostentan altos servidores públicos, los vacuos esfuerzos en la luchas contra la criminalidad, el mercadeo de drogas y medicamentos ilegales, la carencia controles migratorios, su casual empeño en reafirmar la seguridad jurídica, el ejercicio indebido de la administración de justicia, la mediocridad de la educación y la salud pública, sistemas de carga y transporte público monopolizados e inefectivos, desarrollo medioambiental y urbanístico ausentes de planificación, la interdependencia vulgar entre los tres poderes del Estado, una Carta Magna y legislación adicional hecha a su medida, desarrollos infraestructurales a beneficio propio, que le pretende robar, aún más, a la sociedad con sus pretensiones injustificadas de cobro de tazas de valorización, huelgas prefabricadas constantes con flagrantes violaciones de los derechos de terceros, el crecimiento inaudito de los niveles de pobreza, el rampante desempleo y el ostentoso maquillaje de las estadísticas estatales que pretenden ocultar las realidades obvias, claramente, demuestran el comportamiento clásico de una institucionalidad "democrática" propia de un actuar tercermundista.
En Panamá hay que generará cambios integrales en nuestro ordenamiento jurídico, particularmente en el enclave de los partidos políticos con un Tribunal Electoral político y de única instancia.
Sólo un líder electo en las próximas elecciones generales, que cumpla sus programas de gobierno, podría lograr tales objetivos. De no ser así, nada cambiará. Sólo los políticos y sus partidos, en gobierno, cuentan con el poder para efectuar el verdadero cambio. ¡Nadie más lo podrá hacer!
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