El agiotismo, lacra social
Publicado 2005/12/05 00:00:00
Con un gobierno que estimula la proliferación de casinos y la expansión del juego de apuesta en la vida del panameño, sobre todo entre los más pobres, no es de extrañar que se esté abriendo espacio a otras lacras sociales igual o peores de perniciosas, como el agiotismo usurero.
Como el panameño no sabe ahorrar y menos administrar sus ingresos, lo lógico es que viva ahogado en números rojos, gastando más de lo que gana. El peor de sus defectos es no programar sus erogaciones conforme a un orden de mayor a menor prioridad, ajustado a su sueldo.
En consecuencia, tan pronto cobra, su gasto es instintivo. Primero la cantina, luego lo demás, empezando con las compras superfluas, dejando para último la comida y, si acaso, la luz, el agua y el teléfono; excluyendo siempre al casero, la casa de empeño y las deudas. Por allí se le ve, en los barrios populares, con una caja de cerveza al hombro, a celebrar el fin de semana, aunque el lunes no tenga para el pasaje o la merienda escolar.
En ese escenario, llega el vendedor a domicilio a ofrecerle muebles y artefactos a crédito, con cómodos abonos voluntarios, aunque cuesten diez veces más. De ese modo, cuando ya no le alcance ni para respirar, queda urdida la trama y el terreno abonado para que aparezca el prestamista.
Un gerente de banco nos relató la tragedia de tres de sus empleados que están en manos de un usurero. La deuda original por mil balboas, a 20% de interés quincenal, presentaba en sólo cuatro meses un saldo vencido de B/. 3,500, de los cuales B/. 2,500 son de intereses. El mismo agiotista amenazó al banquero con un escándalo si el banco no prestaba a los empleados el monto de la deuda. Al menos uno consideró seriamente el suicidio al no aguantar la presión del usurero, llamando a toda hora, insultando y amenazando con romperles las piernas, fuera de la llamada al patrono. El banquero, entre despedirlos y asistir a sus atribulados trabajadores, optó por conseguirles un abogado.
Lo relatado es verdad hasta la última coma y es apenas ejemplo pálido de un drama que hasta hoy permanece sin atención por el Gobierno y sus diputados, afanados en la diaria brega por preservar sus intereses.
Como el panameño no sabe ahorrar y menos administrar sus ingresos, lo lógico es que viva ahogado en números rojos, gastando más de lo que gana. El peor de sus defectos es no programar sus erogaciones conforme a un orden de mayor a menor prioridad, ajustado a su sueldo.
En consecuencia, tan pronto cobra, su gasto es instintivo. Primero la cantina, luego lo demás, empezando con las compras superfluas, dejando para último la comida y, si acaso, la luz, el agua y el teléfono; excluyendo siempre al casero, la casa de empeño y las deudas. Por allí se le ve, en los barrios populares, con una caja de cerveza al hombro, a celebrar el fin de semana, aunque el lunes no tenga para el pasaje o la merienda escolar.
En ese escenario, llega el vendedor a domicilio a ofrecerle muebles y artefactos a crédito, con cómodos abonos voluntarios, aunque cuesten diez veces más. De ese modo, cuando ya no le alcance ni para respirar, queda urdida la trama y el terreno abonado para que aparezca el prestamista.
Un gerente de banco nos relató la tragedia de tres de sus empleados que están en manos de un usurero. La deuda original por mil balboas, a 20% de interés quincenal, presentaba en sólo cuatro meses un saldo vencido de B/. 3,500, de los cuales B/. 2,500 son de intereses. El mismo agiotista amenazó al banquero con un escándalo si el banco no prestaba a los empleados el monto de la deuda. Al menos uno consideró seriamente el suicidio al no aguantar la presión del usurero, llamando a toda hora, insultando y amenazando con romperles las piernas, fuera de la llamada al patrono. El banquero, entre despedirlos y asistir a sus atribulados trabajadores, optó por conseguirles un abogado.
Lo relatado es verdad hasta la última coma y es apenas ejemplo pálido de un drama que hasta hoy permanece sin atención por el Gobierno y sus diputados, afanados en la diaria brega por preservar sus intereses.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.