El antes y el después de Mireya
Publicado 2001/03/05 00:00:00
- Valerie Stoute
La popularidad de Mireya Moscoso ha caído a su punto más bajo. La charada inicial se ha esfumado y ahora las críticas a su mala gestión la señalan a ella, y no a su Gabinete, como la verdadera responsable. ¿Por qué una candidata con tanto apoyo popular, quien generó ingentes expectativas durante la campaña electoral, está haciendo un papel tan pobre una vez instalada en el sillón presidencial?
Conversando sobre este intrigante tema, un amigo sugirió la siguiente explicación. El anhelo de Moscoso era alcanzar la presidencia y no necesariamente convertirse en una buena mandataria. Todas sus energías y esfuerzos se concentraron en ganar las elecciones y una vez logrado esto, cumplió su verdadera aspiración. El hecho en sí de presidir no la motiva con la misma intensidad. De allí su falta de reacción ante tantas fallas del equipo de gobierno y su parálisis para realizar los correctivos que le reclama el pueblo. La hipótesis es interesante. Personas que la acompañaron durante la campaña y trabajan actualmente con ella, reconocen que ha habido un cambio notable en su conducta del antes y el después.
La Mireya de la campaña electoral era infatigable, accesible, escuchaba todas las opiniones, tenía un fuerte carácter, principalmente ante las desmedidas demandas de sus amigos, era persistente sin ser obcecada, firme ante la adversidad y dispuesta a compensar sus áreas débiles con la asesoría de gente capaz. Todas sus acciones exudaban su compromiso con un sólo objetivo: Ganar el solio presidencial.
La Moscoso presidenta es una persona distinta. Se ha vuelto prisionera de las ambiciones de su círculo íntimo. Contrariamente a las promesas de campaña, ha dejado de escuchar al amplio espectro de voces y asesores y sólo atiende al selecto grupito de amigos eternos quienes no disimulan su único interés en el enriquecimiento personal. Mireya mide la labor de sus subalternos sólo desde el prisma politiquero. Ha sacrificado a colaboradores leales por bochinches de palacio y se ha vuelto insensible ante las acciones ilegítimas de sus allegados, a quienes ya no puede controlar. Es una hipótesis interesante, pero hay otra más simple y es que Mireya nos engañó a todos. Ocultó hábilmente sus verdaderas ambiciones con un discurso populista y una máscara de humildad para proyectar luego la verdadera naturaleza de una mujer ambiciosa y poco capaz, una vez que se sentó en la silla. Cualesquiera sean las causas de la falta de liderazgo que vivimos, deberemos sacar fuerzas de donde no las hay para sobrevivir los tres años y medio de desgobierno que nos quedan. No será fácil, porque ya muchos panameños consideran insostenible la situación actual. Lo importante es que hayamos aprendido la lección, para nunca más volver a repetirla. jjherreram@hotmail.com
Conversando sobre este intrigante tema, un amigo sugirió la siguiente explicación. El anhelo de Moscoso era alcanzar la presidencia y no necesariamente convertirse en una buena mandataria. Todas sus energías y esfuerzos se concentraron en ganar las elecciones y una vez logrado esto, cumplió su verdadera aspiración. El hecho en sí de presidir no la motiva con la misma intensidad. De allí su falta de reacción ante tantas fallas del equipo de gobierno y su parálisis para realizar los correctivos que le reclama el pueblo. La hipótesis es interesante. Personas que la acompañaron durante la campaña y trabajan actualmente con ella, reconocen que ha habido un cambio notable en su conducta del antes y el después.
La Mireya de la campaña electoral era infatigable, accesible, escuchaba todas las opiniones, tenía un fuerte carácter, principalmente ante las desmedidas demandas de sus amigos, era persistente sin ser obcecada, firme ante la adversidad y dispuesta a compensar sus áreas débiles con la asesoría de gente capaz. Todas sus acciones exudaban su compromiso con un sólo objetivo: Ganar el solio presidencial.
La Moscoso presidenta es una persona distinta. Se ha vuelto prisionera de las ambiciones de su círculo íntimo. Contrariamente a las promesas de campaña, ha dejado de escuchar al amplio espectro de voces y asesores y sólo atiende al selecto grupito de amigos eternos quienes no disimulan su único interés en el enriquecimiento personal. Mireya mide la labor de sus subalternos sólo desde el prisma politiquero. Ha sacrificado a colaboradores leales por bochinches de palacio y se ha vuelto insensible ante las acciones ilegítimas de sus allegados, a quienes ya no puede controlar. Es una hipótesis interesante, pero hay otra más simple y es que Mireya nos engañó a todos. Ocultó hábilmente sus verdaderas ambiciones con un discurso populista y una máscara de humildad para proyectar luego la verdadera naturaleza de una mujer ambiciosa y poco capaz, una vez que se sentó en la silla. Cualesquiera sean las causas de la falta de liderazgo que vivimos, deberemos sacar fuerzas de donde no las hay para sobrevivir los tres años y medio de desgobierno que nos quedan. No será fácil, porque ya muchos panameños consideran insostenible la situación actual. Lo importante es que hayamos aprendido la lección, para nunca más volver a repetirla. jjherreram@hotmail.com
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.