El caso de Elián González
Publicado 2000/02/17 00:00:00
En la vida hay acontecimientos que tienen la virtud, cual relámpago nocturno, de iluminar ante la razón humana aspectos de la completa vida política y social que parecían confusos o irracionales. Este es el caso de los infortunios que vive el niño cubano Elián González, víctima inocente de poderosas fuerzas políticas que han decidido convertirlo en punta de lanza contra el régimen cubano.
Pese al objetivo que se han propuesto los captores del niño en Miami, convertirlo en arma ideológica contra Cuba, el efecto real que han conseguido es autorretratarse moralmente tal y cual son. Antes de la tragedia de Elián era muy difícil para algunos sectores de las nuevas generaciones, nacidas lejos de los gloriosos años sesenta, entender la verdadera esencia de la Fundación Cubano-Americana, la cual ha pretendido presentarse como baluarte de la "democracia" cubana.
Realmente era un ejercicio que requería un grado elevado de abstracción imaginarse que estos supuestos "demócratas" de Miami no eran más que lobos vestidos con piel de ovejitas, hijos de una oligarquía que sometió a Cuba a crueles dictaduras, mientras servía de prostíbulo y refugio para lo peor del turismo yanqui, todo lo cual fue barrido a partir de 1959 con una revolución popular que dijo: ¡Basta ya!.
En un mundo, convenientemente inoculado por los medios para creer en el simplismo de que la "democracia" se reduce a acudir a las urnas cada cinco años, para luego sufrir pasivamente injusticias y desmanes de la "clase política", era un poco complicado explicar que lo que menos interesa a la Fundación Cubano-Americana es el "gobierno del pueblo" para Cuba, sino el retorno a sus viejos negocios y propiedades, a costillas del sometimiento de los cubanos.
Pese a lo diáfano de lo que sucede con Elián, algunos todavía no comprenden por qué sus abuelas y su padre no desean irse de Cuba a vivir al "paraíso" de la "pequeña Habana" en Miami. ¿Cómo es posible -se preguntan los incautos- no querer huir de ese "infierno" y venir a la cuna de la "democracia" y la "prosperidad"?
Y he aquí que la madre de Elián, movida por el espejismo del "american way of life", igual que decenas de miles de latinoamericanos que cada año cruzan el estrecho de La Florida o el río Bravo, decide lanzarse a la aventura (sin esperar la gestión oficial de una visa que, como en todos lados da o niega el consulado nortamericano). Para colmo, en una acción que, si no fuera cubana, el mundo entero no habría vacilado en denominar irresponsable, decide llevar a su hijo.
La historia es conocida. Sus "tíos-abuelos", asesorados por la "Fundación" deciden quedárselo y convertirlo en bandera, pasando por encima del clamor de su padre y de sus abuelos. Cualquier padre de familia, cualquier persona medianamente inteligente puede ver cómo todos los criterios legales y los principios más elementales de la patria potestad son pisoteados, porque a estos señores de Miami no les da la gana de devolver el niño a sus legítimos parientes.
¿Y qué decir de las autoridades norteamericanas? También ha quedado al desnudo el cinismo y la hipocresía de la "justicia" yanqui, que pretendiéndose paradigma del mundo, no es más que una madeja de subterfugios para negar la justicia en beneficio de la política exterior de la primera potencia. Mientras alargan los trámites malintencionadamente, negando el legítimo derecho del padre, permiten que unos supuestos tíos lejanos, señalados por sus frecuentes abusos del alcohol (New York Times), abusen del niño trabajando su mente con regalitos y sueños de opio a lo "Disney World".
Más se le revuelven las tripas a cualquier latinoamericano, aunque no sea ni castrista ni socialista, con pensar que el destino de Elián hubiera sido completamente distinto si no fuese cubano, por ejemplo, si fuera haitiano. ¡Al día siguiente habría sido devuelto a Puerto Príncipe! A los padres del mundo, por supuesto, a los que pueden pagarlo, tengan cuidado de no enviar a sus hijos a Disney o a Epcot: ¡Porque en Miami están secuestrando niños!
Pese al objetivo que se han propuesto los captores del niño en Miami, convertirlo en arma ideológica contra Cuba, el efecto real que han conseguido es autorretratarse moralmente tal y cual son. Antes de la tragedia de Elián era muy difícil para algunos sectores de las nuevas generaciones, nacidas lejos de los gloriosos años sesenta, entender la verdadera esencia de la Fundación Cubano-Americana, la cual ha pretendido presentarse como baluarte de la "democracia" cubana.
Realmente era un ejercicio que requería un grado elevado de abstracción imaginarse que estos supuestos "demócratas" de Miami no eran más que lobos vestidos con piel de ovejitas, hijos de una oligarquía que sometió a Cuba a crueles dictaduras, mientras servía de prostíbulo y refugio para lo peor del turismo yanqui, todo lo cual fue barrido a partir de 1959 con una revolución popular que dijo: ¡Basta ya!.
En un mundo, convenientemente inoculado por los medios para creer en el simplismo de que la "democracia" se reduce a acudir a las urnas cada cinco años, para luego sufrir pasivamente injusticias y desmanes de la "clase política", era un poco complicado explicar que lo que menos interesa a la Fundación Cubano-Americana es el "gobierno del pueblo" para Cuba, sino el retorno a sus viejos negocios y propiedades, a costillas del sometimiento de los cubanos.
Pese a lo diáfano de lo que sucede con Elián, algunos todavía no comprenden por qué sus abuelas y su padre no desean irse de Cuba a vivir al "paraíso" de la "pequeña Habana" en Miami. ¿Cómo es posible -se preguntan los incautos- no querer huir de ese "infierno" y venir a la cuna de la "democracia" y la "prosperidad"?
Y he aquí que la madre de Elián, movida por el espejismo del "american way of life", igual que decenas de miles de latinoamericanos que cada año cruzan el estrecho de La Florida o el río Bravo, decide lanzarse a la aventura (sin esperar la gestión oficial de una visa que, como en todos lados da o niega el consulado nortamericano). Para colmo, en una acción que, si no fuera cubana, el mundo entero no habría vacilado en denominar irresponsable, decide llevar a su hijo.
La historia es conocida. Sus "tíos-abuelos", asesorados por la "Fundación" deciden quedárselo y convertirlo en bandera, pasando por encima del clamor de su padre y de sus abuelos. Cualquier padre de familia, cualquier persona medianamente inteligente puede ver cómo todos los criterios legales y los principios más elementales de la patria potestad son pisoteados, porque a estos señores de Miami no les da la gana de devolver el niño a sus legítimos parientes.
¿Y qué decir de las autoridades norteamericanas? También ha quedado al desnudo el cinismo y la hipocresía de la "justicia" yanqui, que pretendiéndose paradigma del mundo, no es más que una madeja de subterfugios para negar la justicia en beneficio de la política exterior de la primera potencia. Mientras alargan los trámites malintencionadamente, negando el legítimo derecho del padre, permiten que unos supuestos tíos lejanos, señalados por sus frecuentes abusos del alcohol (New York Times), abusen del niño trabajando su mente con regalitos y sueños de opio a lo "Disney World".
Más se le revuelven las tripas a cualquier latinoamericano, aunque no sea ni castrista ni socialista, con pensar que el destino de Elián hubiera sido completamente distinto si no fuese cubano, por ejemplo, si fuera haitiano. ¡Al día siguiente habría sido devuelto a Puerto Príncipe! A los padres del mundo, por supuesto, a los que pueden pagarlo, tengan cuidado de no enviar a sus hijos a Disney o a Epcot: ¡Porque en Miami están secuestrando niños!
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