El déficit de la democracia en Panamá
- Paulino Romero C. (opinion@epasa.com)
Si bien es cierto que la democracia en Panamá se fortaleció durante las últimas dos décadas, en contraste con décadas anteriores caracterizadas por el autoritarismo y la inestabilidad política, también es cierto que estamos obligados a defender los gobiernos elegidos mediante elecciones libres y justas. Es evidente que durante este tiempo, demostramos interés y capacidad en perfeccionar nuestra democracia.
Encontramos en la libertad y el respeto por los derechos humanos un valor central de nuestro desarrollo, y aunque subsisten problemas y desviaciones, nos encaminamos hacia una práctica firme de valores y principios democráticos sin los cuales la gobernabilidad pierde su contenido. ¡Ante las amenazas y dificultades estamos obligados a no bajar la guardia! Las grandes inquietudes sobre el futuro de nuestra Nación surgen del ánimo crítico de su ciudadanía hacia el desempeño del gobierno democrático y de su escepticismo respecto de sus instituciones político-democráticas. La democracia es una condición necesaria para el desarrollo, y es considerada no solo como régimen político, sino como sistema de relación con los ciudadanos que va incluso más allá de lo institucional.
La democracia en Panamá se fortaleció durante los últimos 21 años, y ese ha sido uno de los logros más significativos de nuestro país, orientado ahora a la consolidación y profundización de ese sistema político. Sin embargo, debemos enfrentar una tarea, cual es la situación deficitaria de nuestra democracia: el déficit del constitucionalismo democrático; el déficit de institucionalización democrática; el déficit de lo público; el déficit de ética política; el déficit de equidad; el déficit de protección de derechos; el déficit de justicia; el déficit de seguridad ciudadana, el déficit de ciudadanía; el déficit de liderazgo político; el déficit de representación; el déficit parlamentario; el déficit del sistema electoral; el de capital social y cultura política.
Panamá, así como también ningún otro país de la región, no está aún vacunado contra el autoritarismo ni inmunizado todavía contra las tentaciones del corporativismo. Los peligros de democracias episódicas que nos hagan creer de nuevo que a veces hay que salvar la democracia destruyéndola, golpean las puertas de nuestros países. Se necesitan instituciones y normas para impedir el retroceso, pues la transición democrática por sí misma no garantiza libertades ni es sostenible. A quienes pretenden destruir las conquistas de la democracia habría que contestarles con el único antídoto que se ha inventado el propio sistema: más democracia, más instituciones democráticas y más política democrática.
Pedagogo, escritor, diplomático.
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