MENSAJE.
El matrimonio y el sexo
Parece que el matrimonio sin una entrega total y la relación sexual sin amor se están convirtiendo en nuevas normas de convivencia en esta sociedad moderna.
Parece que el matrimonio sin una entrega total y la relación sexual sin amor se están convirtiendo en nuevas normas de convivencia en esta sociedad moderna. Un resquebrajamiento en lo moral, una situación crítica aparece en muchas partes y sufre el matrimonio, por supuesto. Las personas deben saber que las relaciones sexuales fuera del matrimonio están prohibidas, porque así Dios lo quiere y no porque el sexo sea algo sucio; sino porque es algo demasiado precioso para profanarlo usándolo de manera inapropiada. Una relación profanada endurece e insensibiliza el corazón y destruye el espíritu y la personalidad. El amor y la relación sexual llegan a ser algo maravilloso cuando dos personas se entregan de lleno una a la otra, con el cuerpo, el alma, y todo su ser hasta que la muerte los separe.
A los jóvenes que están buscando un cónyuge les decimos: Busca una persona con la cual puedas vivir y no sencillamente una con la cual puedas tener una relación sexual. Experimentar en este campo resulta un mal paso. La excesiva ansiedad por lo sexual es más señal de inmadurez que de amor sincero. El que ama verdaderamente ve en la otra persona alguien con quien vale la pena convivir para el resto de la vida y, por eso, puede esperar. El que ama puede sacrificarse, el que ama puede respetar, el que ama puede aguardar. Busca una persona a cuyos hijos tú podrás amar más que lamentar. Un niño que se desea en el matrimonio es algo que no tiene precio. Pero el niño nacido de padres que no se aman, que no lo desean, es un hijo que crece sintiendo un gran rechazo y experimentando dolor en su alma.
El sexo está para expresar el amor y también para la procreación. Dios y la moral católica no pretenden eliminar el placer sexual, sino mantenerlo dentro del marco adecuado; así, donde está la ética, donde está el orden, está la verdad. El desorden moral ha traído adulterio, fornificación, violaciones y asesinatos.
Dios nos dio la razón, la inteligencia, la fuerza de voluntad, su propia gracia para poder gobernarnos internamente, para actuar como seres humanos racionales. Debemos ser conscientes del valor de las Escrituras que nos enseñan lo esencial que es el amor, que implica un santo respeto al prójimo. Desgraciadamente los medios de difusión buscan lo sensacional, lo extraordinario y están cargados de insensatas filosofías acerca del amor y la familia.
El fracaso matrimonial no es ejemplo para nadie, sino más bien una lección para pensar bien las cosas antes de hacerlas. Todo matrimonio que se rompe es un fracaso del amor. El verdadero amor significa entrega y esa entrega se centra en la durabilidad, en la perseverancia, en la generosidad. En el matrimonio auténtico la pareja debe realizarse y ser feliz hasta que la muerte los separe. Hay mucha gente que ya no cree en el amor. La esencia del matrimonio es la entrega, una entrega que conduce a otras entregas cada vez más amplias que hacen que la otra persona se sienta feliz con su cónyuge. Esto implica un compromiso total que pone a Dios como testigo. Es una decisión personal, pero no un asunto privado, porque la Iglesia y la sociedad juegan un papel vital; también son responsables de la formación de los hijos promoviendo la vida dentro del marco matrimonial.
Dios quiere que la pareja tenga una relación profunda y plena también a nivel sexual y esto implica tiempo; que se vayan acoplando en el aspecto psicológico, espiritual y biológico logrando una mayor plenitud. El sexo es algo hermoso, algo creado por Dios y es santo. Fuera del matrimonio, la relación sexual es de segunda categoría. La mejor clase de relación sexual es la que reúne una entrega permanente y una experiencia emocionante entre dos personas que se respetan y se quieren.
Si usted es capaz de triunfar en su matrimonio, puede dar un testimonio de lo que es el amor. En el matrimonio hay crecimiento alcanzando una mayor madurez, gracias a los desafíos que se presentan. Con Jesucristo, usted puede vencer cualquier problema matrimonial, porque ¡Con Dios, usted es Invencible!
Monseñor.
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