El pesimismo es como una epidemia que se propaga muy fácil y que destruye a la persona más optimista si no está realmente preparada para procesar los mensajes que le llegan por segundo.
Existen personas que se levantan pensando en negativo; desayunan, almuerzan y cenan hablando de las cosas negativas de su entorno. Es más, tienen la capacidad de convertir algo positivo en una tragedia. El pesimismo puede limitar el progreso de la civilización y hasta atentar contra la naturaleza humana. Suena muy fuerte, pero es una realidad.
Aunque no lo crea, las personas que son exageradamente pesimistas pueden padecer de depresión y afectar su condición de vida.
En Panamá existe esa clase de personajes, nunca están conformes con nada, aunque sea bueno para el país.
Si no piensas y opinas igual que ellos, simplemente estás en su contra. Pierden la noción del tiempo y son capaces de enfrentarse con cualquiera con tal de defender sus pensamientos.
El equilibrio en la vida es necesario. Aprender a reconocer cuando algo está bien no resta valentía ni estatus.
En una sociedad, en la que los ciudadanos conviven democráticamente, pueden existir muchos criterios. Algunos pueden estar a favor de una idea o un proyecto, existirá otro que lo rechace. Esto es totalmente válido.
A veces es necesario “estar de acuerdo que estamos en desacuerdo”. Es un buen punto para lograr consensos.
Si a Panamá le va bien, lo más seguro es que a todos los panameños y extranjeros que residen en él, también.
Que quede claro, no se trata de pintar todo color de rosa. Lo malo hay que cuestionarlo sin reparo, pero con respeto.
Lo ideal sería criticar las cosas negativas sin desvalorizar lo bueno que le sucede al país.
Por los índices de crecimiento, existen en Panamá más personas optimista que pesimistas.
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