opinion
El servilismo en función oficial
MEREDITH SERRACIN - Publicado:
El servilismo es, en efecto, una actitud, una postura humana.Es la actitud de un hombre o de una mujer que tiene en sus manos la suma de su naturaleza varonil o femenina y que a pesar de poder orientarla en un sentido, la postra devotamente al servicio de otro hombre o mujer de iguales cualidades.¿Por qué esa postración? La valoración que él o la servil hace de sí mismo y de su amo(a) es valoración legítima en cuanto es el reflejo propio de su naturaleza general.Estamos de acuerdo con J.J.Arévalo, cuando afirma: "Es lástima que los serviles no quieran nunca confesar su triste condición y vivan siempre en la angustia de ponerse un disfraz que los defienda o improvisando argumentos que lo justifiquen".Pero desgraciadamente el servilismo es enfermedad de vergonzantes.La sífilis, el cáncer, la tuberculosis y cuantas enfermedades minan fatalmente el organismo son confesadas en la clínica del médico para su pronta curación.El servilismo, enfermedad que mina la integridad de la persona, no sólo no se confiesa sino que se ampara, se conserva, se alimenta y....se propaga conscientemente, voluntariamente, ¡oficialmente!.El servilismo ha echado ondas raíces en Panamá, sobre todo en la política y en la administración pública.Así vemos la cadena que no cesa: ministros y ministras, magistrados, legisladores, funcionarios y empleados de mayor, mediana o inferior jerarquía se inclinan reverentes y sumisos a sus respectivos amos o amas.Y el servilismo, situación de excepción, se convierte así en el caso general del pueblo y con supuesta actitud de decoro, digna y relevante.Empieza el culto de la efigie, la iconografía, la idolatría.El retrato de la jefa en la pared de la oficina, en la sala familiar, en el tocador, en la vitrina de la calle.Y tras el retrato el busto de bronce, etc.A esta altura la estimación y el entusiasmo se vuelven mecánicos, fríos, automáticos.Los directores de la gran empresa (los hay en todos los despachos públicos, hombres o mujeres) se dan cuenta y empieza entonces la presión subterránea, luego la presión notoria y se acude por fin a la amenaza.¡No mantener el culto de la jefa o el jefe: sacrilegio! ¡La jefa, que es por quien comemos y vivimos! Porque ya entonces la identificación del Estado y la persona del jefa o jefe es total: las finanzas del Estado son las finanzas privadas de la jefa o del jefe: un empleado público es entonces un empleado particular de la jefa o el jefe, y ésta o éste puede echarlo a la calle, ultrajarlo como a un esclavo, sin que nadie (ni la ley ni funcionario judicial) se atrevan a juzgar los procederes de la divina conductora o divino conductor.Si preguntáramos, por ejemplo, ¿acaso sólo aquella momentánea falta de vergüenza fundamenta psicológicamente el servilismo? Contestaríamos, desgraciadamente no.El servilismo como falla sería siempre una desgracia para el individuo, y llegaría hasta lograr justificativo.Pero la experiencia, el trato de tanto servil que hemos conocido, nos autoriza a declarar con la dosis de amargura que puede suponerse, que hay individuos (hombres y mujeres) biológicamente capaces, psicológicamente enteros, es decir, casi personas a quienes sólo faltaría para serlo un coronamiento ético, y que a pesar de las magníficas bases con que cuentan, sucumben teatralmente, y se suman al río del servilismo, con más complacencia que otros, con más alegría que los otros, en un claro orgullo de ser serviles.Así proceden también los serviles intelectuales, los serviles de los discursos, los serviles de los argumentos.Son, en fin, los teóricos del servilismo.No es muy abundante este tipo de serviles, pero por desgracia es poderosa su acción.El servilismo teorizado que profesan es bastante para acabar de persuadir a los incapaces y a los cobardes, generalmente tímidos e indecisos, a quienes sólo les falta una idea clara, fuerte, para convertir en alegría su vergüenza.Dejamos al lector, para su evaluación correspondiente, estos muy claros señalamientos, a fin de que pueda ubicar con precisión aquellos teóricos del servilismo en la administración y el servicio público, sin dejar de ubicar también a quienes los practican en el sector privado.