Elogio de la templanza
Publicado 2006/02/27 00:00:00
- Juan Carlos Ansin
El origen divino del hombre se prueba solamente por la capacidad que tenga éste de pensar en Él o de crearlo, de amarlo y necesitarlo..
ES EL título de una recopilación de ensayos del italiano Norberto Bobbio (1909-2004). Allí se trata el tema de esta virtud cardinal en su dimensión social y analiza el concepto de tolerancia y también del prejuicio, para concluir que hoy (1994) "es preciso avivar el intercambio de ideas entre el pensamiento laico y el religioso."
En los tiempos que vivimos de intolerancia hacia lo que nos resulta extraño y, sobre todo, al temor que inverosímilmente despierta el contacto con lo distinto, esta obra moderna, escrita en lengua viva -para que sea entendida tanto por el vulgo como por los "filosofes"- es también imprescindible para escritores y apologistas católicos. Pues como dice Bobbio: "Ni esperanza ni desesperación. Hoy en día son necesarias más que nunca, prudencia y paciencia, y debe rechazarse la tentación del todo o nada".
Existen varias manifestaciones conjuntas del prejuicio y la intolerancia, una de ellas - por suerte no tan catastrófica como el fanatismo político y
o religioso- es achacar a alguien un par de latinajos sin saber quién fue el autor, si el articulista o el editor. De todas formas eso no tiene importancia, el latín es una lengua muerta resucitada por la Iglesia y por un amigo mío jubilado, con nostalgia de César y de Catón. ¿Será por eso que hay tanta dificultad en comprender las posturas oficiales y oficiosas del Vaticano?
Tal vez debido a mi formación científica, acostumbrado a debatir libre y racionalmente las teorías, ideas u opiniones que creemos erróneas o confusas -independientemente de la autoridad que las emita- pueda ofender a quienes ejercen la obediencia debida y terminan por acatar las órdenes de un general o de un pontífice bajo el principio: "autorictas non veritas facit legem". Lo contrario, agachar la cabeza ante los errores o las confusiones doctrinarias de eruditos o jerarcas, no hubiera permitido a los griegos modernos buscar en la Internet la información necesaria para salir del error. Como por ejemplo, saber qué entendemos hoy, en el siglo del sida, por eros, sin las anacrónicas envolturas de filosofía antigua ni de estuches fetichistas.
Si un hombre o mujer de este siglo todavía cree que el erotismo vale o debe ser utilizado sólo para procrear, como afirma mi paisano detractor con la fe propia de los evangelistas convertidos al catolicismo -enceguecidos de tanta luz- dos mil años de investigación científica serían arrojados a la hoguera, ya no de una Inquisición canónica, sino de una ignorancia e hipocresía sin redención alguna y en vez de disminuir los casos de sida o de embarazos no queridos, seguirán aumentando el número de adolescentes onanistas y de paidófilos ocultos, dos extremos -uno natural y otro patológico- de una misma causa: el impulso erótico o libido.
Existen dos raíces etimológicas de lo erótico, la griega (sensual) y la latina (sexual). No comprender que exista este amor erótico latino y no simplemente el casual philios griego (amistad) entre homosexuales, es ser apologista en la luna de Valencia y no de la Virginia de EU. Más aún, muchos niños aborrecidos o rechazados por sus padres biológicos son criados por parejas homosexuales en un ámbito donde la comprensión y el amor humano no le es negado y posiblemente evite que el desamor entre un hombre y una mujer -sentimiento que el erudito y su sosia no mencionan- fomente un integrante más de la banda de los maras o termine por suicidarse a los diez o doce años de edad, víctima de la soledad y la amargura.
Estas cosas de la sociedad de hoy son las que debemos abordar respetuosamente, con mentalidad abierta, laicos y religiosos en el mismo plano y con la misma humildad que lo solicité oportuna y puntualmente en mi artículo que tanto ha molestado a ciertos fanáticos intolerantes, dueños del pensamiento único y posesos de la "verdad". Eran también católicos ofuscados y mesiánicos, quienes en la tierra natal de mi implacable crítico, después de torturar, matar y robarse hijos ajenos comulgaban públicamente. Mientras tanto, los obispos de turno y capellanes de cuarteles llegaron a opinar lo mismo que este apologista afirma: "El eros es el medio de Dios para poblar el mundo pero esa no es la finalidad última: la tierra debe ser dominada y también todo lo que ella contiene. En el éxito de esa tarea el hombre prueba su origen divino" (sic). Un disparate bíblico.
El origen divino del hombre se prueba solamente por la capacidad que tenga éste de pensar en Él o de crearlo, de amarlo y necesitarlo y hasta de rechazarlo, pero nunca para ser utilizado en beneficio de un clan, una secta o de una institución religiosa, y mucho menos como política de Estado. Haber convertido a Dios en un ente o cosa abstracta o negociable ha sido el gran pecado de las religiones monoteístas occidentales. Olvidaron lo primario, lo que antes que los griegos, los persas y los egipcios ya sabían las culturas orientales. Que Dios y todo lo creado integran un mismo Ser y está en el hombre reconocerlo y buscarlo por los distintos caminos que ante él se abran.
Por último, sería mucho más práctico dirigirse a los hombres en su propia lengua como lo hicieron los primeros evangelistas y mucho antes que ellos, los escribas del Antiguo Testamento y reservar para los de poco entendimiento las metáforas y alegorías que los más inteligentes o los pícaros utilizarán, cinco mil años después, para embaucar almas crédulas.
Porque los Hombres son distintos -piensan y sienten distinto- precisamente por eso la ley humana y la divina los considera iguales. Despreciarlos o mofarse de sus costumbres es también una forma de discriminación y por lo tanto, una injusticia y un pecado.
(drjcal@psi.net.pa)
En los tiempos que vivimos de intolerancia hacia lo que nos resulta extraño y, sobre todo, al temor que inverosímilmente despierta el contacto con lo distinto, esta obra moderna, escrita en lengua viva -para que sea entendida tanto por el vulgo como por los "filosofes"- es también imprescindible para escritores y apologistas católicos. Pues como dice Bobbio: "Ni esperanza ni desesperación. Hoy en día son necesarias más que nunca, prudencia y paciencia, y debe rechazarse la tentación del todo o nada".
Existen varias manifestaciones conjuntas del prejuicio y la intolerancia, una de ellas - por suerte no tan catastrófica como el fanatismo político y
o religioso- es achacar a alguien un par de latinajos sin saber quién fue el autor, si el articulista o el editor. De todas formas eso no tiene importancia, el latín es una lengua muerta resucitada por la Iglesia y por un amigo mío jubilado, con nostalgia de César y de Catón. ¿Será por eso que hay tanta dificultad en comprender las posturas oficiales y oficiosas del Vaticano?
Tal vez debido a mi formación científica, acostumbrado a debatir libre y racionalmente las teorías, ideas u opiniones que creemos erróneas o confusas -independientemente de la autoridad que las emita- pueda ofender a quienes ejercen la obediencia debida y terminan por acatar las órdenes de un general o de un pontífice bajo el principio: "autorictas non veritas facit legem". Lo contrario, agachar la cabeza ante los errores o las confusiones doctrinarias de eruditos o jerarcas, no hubiera permitido a los griegos modernos buscar en la Internet la información necesaria para salir del error. Como por ejemplo, saber qué entendemos hoy, en el siglo del sida, por eros, sin las anacrónicas envolturas de filosofía antigua ni de estuches fetichistas.
Si un hombre o mujer de este siglo todavía cree que el erotismo vale o debe ser utilizado sólo para procrear, como afirma mi paisano detractor con la fe propia de los evangelistas convertidos al catolicismo -enceguecidos de tanta luz- dos mil años de investigación científica serían arrojados a la hoguera, ya no de una Inquisición canónica, sino de una ignorancia e hipocresía sin redención alguna y en vez de disminuir los casos de sida o de embarazos no queridos, seguirán aumentando el número de adolescentes onanistas y de paidófilos ocultos, dos extremos -uno natural y otro patológico- de una misma causa: el impulso erótico o libido.
Existen dos raíces etimológicas de lo erótico, la griega (sensual) y la latina (sexual). No comprender que exista este amor erótico latino y no simplemente el casual philios griego (amistad) entre homosexuales, es ser apologista en la luna de Valencia y no de la Virginia de EU. Más aún, muchos niños aborrecidos o rechazados por sus padres biológicos son criados por parejas homosexuales en un ámbito donde la comprensión y el amor humano no le es negado y posiblemente evite que el desamor entre un hombre y una mujer -sentimiento que el erudito y su sosia no mencionan- fomente un integrante más de la banda de los maras o termine por suicidarse a los diez o doce años de edad, víctima de la soledad y la amargura.
Estas cosas de la sociedad de hoy son las que debemos abordar respetuosamente, con mentalidad abierta, laicos y religiosos en el mismo plano y con la misma humildad que lo solicité oportuna y puntualmente en mi artículo que tanto ha molestado a ciertos fanáticos intolerantes, dueños del pensamiento único y posesos de la "verdad". Eran también católicos ofuscados y mesiánicos, quienes en la tierra natal de mi implacable crítico, después de torturar, matar y robarse hijos ajenos comulgaban públicamente. Mientras tanto, los obispos de turno y capellanes de cuarteles llegaron a opinar lo mismo que este apologista afirma: "El eros es el medio de Dios para poblar el mundo pero esa no es la finalidad última: la tierra debe ser dominada y también todo lo que ella contiene. En el éxito de esa tarea el hombre prueba su origen divino" (sic). Un disparate bíblico.
El origen divino del hombre se prueba solamente por la capacidad que tenga éste de pensar en Él o de crearlo, de amarlo y necesitarlo y hasta de rechazarlo, pero nunca para ser utilizado en beneficio de un clan, una secta o de una institución religiosa, y mucho menos como política de Estado. Haber convertido a Dios en un ente o cosa abstracta o negociable ha sido el gran pecado de las religiones monoteístas occidentales. Olvidaron lo primario, lo que antes que los griegos, los persas y los egipcios ya sabían las culturas orientales. Que Dios y todo lo creado integran un mismo Ser y está en el hombre reconocerlo y buscarlo por los distintos caminos que ante él se abran.
Por último, sería mucho más práctico dirigirse a los hombres en su propia lengua como lo hicieron los primeros evangelistas y mucho antes que ellos, los escribas del Antiguo Testamento y reservar para los de poco entendimiento las metáforas y alegorías que los más inteligentes o los pícaros utilizarán, cinco mil años después, para embaucar almas crédulas.
Porque los Hombres son distintos -piensan y sienten distinto- precisamente por eso la ley humana y la divina los considera iguales. Despreciarlos o mofarse de sus costumbres es también una forma de discriminación y por lo tanto, una injusticia y un pecado.
(drjcal@psi.net.pa)
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