Francisco Javier y Mateo Ricci
Publicado 2001/12/09 00:00:00
- José Pineda
El 3 de diciembre, el Santoral Litúrgico registró la memoria de San Francisco Javier. Sin pena ni gloria transcurrió por planteles que se honran en llevar su nombre, por supuesto que explicablemente, ya que se encuentran en la recta final de exámenes y preparativos para el final de curso. No sé cómo se celebró en Cañazas, donde la parroquia lleva su nombre; me imagino que por lo menos hubo cantos.
En realidad, como dicen hay santos y santos. Unos más populares, otros más austeros. Unos que dan asidero para la fanfarria, oros para mencionarlos callada y admirativamente.
Uno de estos últimos es San Francisco Javier. Rehuso a ser ahora su gran panegirista.
Mucho se ha escrito y con autoridad y elegancia. Lo admiro a la distancia y en el tiempo, y recuerdo las lecturas de sus distintas biografías a cuál más apasionante. En Panamá es un ilustre desconocido, incluso, en los medios religiosos, a excepción de los Padres Javerianos, sacerdotes colombianos que atienden la región oriental de la provincia de Panamá.
San Francisco Javier, me dice un amigo alemán, es muy conocido y renombrado en los círculos cristianos católicos alemanes Franz Xaver (Zafa). Así suena. Baste citar a García Villoslada como quien dice "ponderando sus propias agujas" en locución de Cervantes.
"El misionero ideal de la edad moderna, el prototipo y dechado que contemplan y desean imitar todos los que sueñan en consagrarse a la evangelización de las naciones paganas es el navarro Francisco Javier. Aún considerado con ojos humanos, es un héroe de épica grandeza, comparable con los más renombrados navegantes y conquistadores de su época. En arrojo y valor no cede a ninguno. Su pensamiento vuela tan lejos como el de los más geniales. Su corazón supera a todos en riqueza afectiva.
Y este héroe de la acción es un altísimo contemplativo, un místico que no rompe un instante su unión con Dios y que en medio de la agitación externa de su vida, puede decirse que más que en la tierra, viven en los cielos, engolfada su alma en los misterios del amor divino y en los arcanos de la Trinidad beatísima".
Existen dos o más obras teatrales que han tratado de prolongar y escenificar parte de la vida del patrono de las misiones entre infieles, "El volcán de amor" y el "Divino impaciente" (José María Pemán) que como dice un autor, su divina impaciencia era la de San Pablo y la de todos los ardientes amadores de Cristo que han oído la voz del Rey Eterno que nos llama "Id por todo el mundo y predicad el evangelio".
Javier no fue un simple misionero, sino un capitán de misioneros, que no quería lanzarlos al azar sin haber explorado él por sí mismo el terreno, para conocer mejor las dificultades, señalar los puntos estratégicos y precisar los métodos de combate.
Era un guía y un precursor; él iba por delante roturando el campo que sus seguidores habían de labrar y cultivar más despacio.
De abril de 541 al 6 de mayo de 542 viajó de Lisboa a Goa, capital de la India portuguesa. Trabaja allí entre ambicioso portugueses, creyentes pero comerciantes endurecidos, luego en Malaca, Ternate y en Paravas y en el cabo Comorín. Más adelante en Travancor, y en Cochín. En Ceilán (Sri Lanka), Meliapur, Malaca y el archipiélago de las molucas o islas de las Especias, luego a Amboino, a Ternate y en la Malaca, sitio donde confluían comerciantes de la China y el Japón, le descubre el japonés Yajiro nuevos horizontes en remotísimas islas a las que pocos se atrevían a llegar y de allí al Japón. Donde fundó la misión del Japón.
A la pregunta de los japoneses: ¿Cómo puede ser verdadera la religión de los europeos, si los chinos nada saben de ella?
Y Javier irá en persona a la China, adonde no pudo llegar, muriendo en una isla desierta de Sancián y no es sino en 1601 cuando Mateo Ricci realiza el sueño de Javier, poniendo el pie en Pekín (Beijing) vistiendo no como bonzo, que estaban desprestigiados, sino el traje de letrados y mandarines: bata y gorro de seda, dejándose la barba. Trató de adaptar en lo posible la doctrina cristiana al pensamiento chino y conservar cuanto fuese compatibles con el cristianismo, los ritos o costumbres nacionales.
Haciéndose todo a todos para ganarlos a todos, como un principio de acción que a la postre dio diversos resultados. Javier visualizó, Ricci intentó y hoy seguimos intentando.
En realidad, como dicen hay santos y santos. Unos más populares, otros más austeros. Unos que dan asidero para la fanfarria, oros para mencionarlos callada y admirativamente.
Uno de estos últimos es San Francisco Javier. Rehuso a ser ahora su gran panegirista.
Mucho se ha escrito y con autoridad y elegancia. Lo admiro a la distancia y en el tiempo, y recuerdo las lecturas de sus distintas biografías a cuál más apasionante. En Panamá es un ilustre desconocido, incluso, en los medios religiosos, a excepción de los Padres Javerianos, sacerdotes colombianos que atienden la región oriental de la provincia de Panamá.
San Francisco Javier, me dice un amigo alemán, es muy conocido y renombrado en los círculos cristianos católicos alemanes Franz Xaver (Zafa). Así suena. Baste citar a García Villoslada como quien dice "ponderando sus propias agujas" en locución de Cervantes.
"El misionero ideal de la edad moderna, el prototipo y dechado que contemplan y desean imitar todos los que sueñan en consagrarse a la evangelización de las naciones paganas es el navarro Francisco Javier. Aún considerado con ojos humanos, es un héroe de épica grandeza, comparable con los más renombrados navegantes y conquistadores de su época. En arrojo y valor no cede a ninguno. Su pensamiento vuela tan lejos como el de los más geniales. Su corazón supera a todos en riqueza afectiva.
Y este héroe de la acción es un altísimo contemplativo, un místico que no rompe un instante su unión con Dios y que en medio de la agitación externa de su vida, puede decirse que más que en la tierra, viven en los cielos, engolfada su alma en los misterios del amor divino y en los arcanos de la Trinidad beatísima".
Existen dos o más obras teatrales que han tratado de prolongar y escenificar parte de la vida del patrono de las misiones entre infieles, "El volcán de amor" y el "Divino impaciente" (José María Pemán) que como dice un autor, su divina impaciencia era la de San Pablo y la de todos los ardientes amadores de Cristo que han oído la voz del Rey Eterno que nos llama "Id por todo el mundo y predicad el evangelio".
Javier no fue un simple misionero, sino un capitán de misioneros, que no quería lanzarlos al azar sin haber explorado él por sí mismo el terreno, para conocer mejor las dificultades, señalar los puntos estratégicos y precisar los métodos de combate.
Era un guía y un precursor; él iba por delante roturando el campo que sus seguidores habían de labrar y cultivar más despacio.
De abril de 541 al 6 de mayo de 542 viajó de Lisboa a Goa, capital de la India portuguesa. Trabaja allí entre ambicioso portugueses, creyentes pero comerciantes endurecidos, luego en Malaca, Ternate y en Paravas y en el cabo Comorín. Más adelante en Travancor, y en Cochín. En Ceilán (Sri Lanka), Meliapur, Malaca y el archipiélago de las molucas o islas de las Especias, luego a Amboino, a Ternate y en la Malaca, sitio donde confluían comerciantes de la China y el Japón, le descubre el japonés Yajiro nuevos horizontes en remotísimas islas a las que pocos se atrevían a llegar y de allí al Japón. Donde fundó la misión del Japón.
A la pregunta de los japoneses: ¿Cómo puede ser verdadera la religión de los europeos, si los chinos nada saben de ella?
Y Javier irá en persona a la China, adonde no pudo llegar, muriendo en una isla desierta de Sancián y no es sino en 1601 cuando Mateo Ricci realiza el sueño de Javier, poniendo el pie en Pekín (Beijing) vistiendo no como bonzo, que estaban desprestigiados, sino el traje de letrados y mandarines: bata y gorro de seda, dejándose la barba. Trató de adaptar en lo posible la doctrina cristiana al pensamiento chino y conservar cuanto fuese compatibles con el cristianismo, los ritos o costumbres nacionales.
Haciéndose todo a todos para ganarlos a todos, como un principio de acción que a la postre dio diversos resultados. Javier visualizó, Ricci intentó y hoy seguimos intentando.
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