Fray Odorico Tartaglia. Misionar bajo el carisma franciscano
Venía Odorico curtido por las pruebas misioneras en el lejano Oriente y los rigores de las luchas entre nacionalistas y comunistas que modelaron la China moderna. Fue de los últimos en abandonar aquellas tierras, a donde su celo misionero lo había conducido en la temprana juventud.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 31/3/2021 - 12:00 am
El día 5 de marzo del corriente, Boquete despidió los restos mortales de Fray Odorico Tartaglia, miembro prestante de la Orden Franciscana en Panamá. El día lucía espléndido, y el templo de San Juan Bautista de Bajo Boquete exhibía las galas de la fiesta que el verano regala en estas tierras de Dios.
Era la fiesta de la despedida de uno de los párrocos que por más tiempo pastoreó la grey católica en estas tierras bendecidas, que amó con pasión de buen italiano llegado a Boquete en las postrimerías de los años cincuenta, proveniente de la lejana China.
Venía Odorico curtido por las pruebas misioneras en el lejano Oriente y los rigores de las luchas entre nacionalistas y comunistas que modelaron la China moderna. Fue de los últimos en abandonar aquellas tierras, a donde su celo misionero lo había conducido en la temprana juventud. Dios quiso enviarlo a Panamá, donde la Orden Franciscana buscaba nuevos horizontes de fe en el Istmo.
Al llegar al país, se unió a sus conmilitones de la Orden que también habían sido sus colegas en China: Fray Epifanio Pomponio, Fray Remigio. Estuvo un tiempo en la capital, pero fue enviado a Chiriquí donde ya se pensaba en fortalecer las estructuras de misión. Se quedaría aquí por casi 67 años.
Aquí vivió la creación de la Diócesis de David bajo el Pontificado de Pío XII y en sus trabajos de constructor se expresaron en la reconstrucción del templo catedralicio de San José en el Barrio Bolívar de David, y remataría la obra egregia de Fray Edmundo D´Amicis en Boquete cuando la orden franciscana tomó el control y cuidado de la Parroquia en 1951: el templo parroquial de San Juan Bautista.
Recordemos que en la parte eclesial, el área boqueteña dependía de Dolega, igual que sucedió políticamente antes de 1911 (año de fundación del Distrito de Boquete). La presencia efectiva de la iglesia, materialmente hablando se referenciaba a la capilla que en 1903 se construyó en la comunidad de Alto Lino, pero no sería hasta 1929 que este territorio fue constituido como parroquia bajo la advocación de San Juan Bautista, siendo atendida originalmente por sacerdotes pasionistas, quienes trasladaron el templo principal a Bajo Boquete (de hecho el primer párroco de esta parroquia fue el Padre Marcelino Zavala, a quien sucedería el luego obispo en Guatemala, Rvdo. Villamata).
Odorico, junto a su compañero de misiones el Reverendo Pomponio, alzarían la estructura eclesial más importante de Chiriquí: el templo dedicado a la advocación de la Virgen del Carmen, así como el internado y escuela anexos: el Hogar de San Francisco de Asís, en David. De esa parroquia sería encargado en varias ocasiones. Igualmente reforzó a Fray Remigio en Remedios e igualmente la iglesia de San Francisco en Dolega, todo lo cual da cuenta de su tesón misionero incansable.
Siguiendo las directrices del ideólogo e intelectual del grupo seminal: Fray Bernardo Foschini, doctor en Teología, cooperó activamente en la erección del Seminario Menor Franciscano San Bernardo en sus dos fases constructivas: la original, detrás del templo de San Juan Bautista, -que arrasó el Caldera a inicios de los años ´70- así como la posterior en Alto Boquete.
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Esa obra, puede ser considerada como una de las iniciativas más importantes de darle un cimiento panameño a la iglesia en Panamá. (Un escolio: Foschini, también originario de la zona de los Abruzos, originalmente debía ir a China, pero nunca llegó pues recaló primero en los Estados Unidos de América, antes de reubicar su trabajo en Panamá).
El tándem: Foschini, Tartaglia y Pomponio conformaría el núcleo central del renacimiento del carisma franciscano en tierras chiricanas. Benigno Di Princio, de seráfica presencia, y el padre José Rotellini desde Miraflores, entre otros, son los nombres esenciales de ese renacimiento anclado en los Abruzzi y al que muchas almas deben su sustento y norte en nuestra patria panameña.
Docente y gestor universitario.
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