Inac, sin fondos ni destino
La cultura nacional nos define como panameños, sin ser una identidad única y estable, porque hay en cada uno de nosotros mucho que es desconocido, aun así, llegamos a inventar una identificación cultural dentro de esa heterogeneidad humana con los rasgos de nuestra imaginación, que entre más rica, mejor. Esta capacidad creadora panameña la compartimos todos y depende de la fuerza (y fragilidad) de ese conjunto de conocimientos y estructuras que conforman nuestra cultura nacional, mencionado antes.
Inac, sin fondos ni destino
El Instituto Nacional de Cultura (Inac) es el dedo sobre la llaga de esa herida mortal y profunda que es la administración pública de nuestra cultura nacional. Poner el dedo al costado del cuerpo de nuestra dolida república, sobre esa herida cultural, como lo hizo el discípulo incrédulo, se hace no por sadismo, sino para comprobar su (in)existencia, dando por donde más duele. La identidad cultural panameña, transmitida y valorada a través de nuestros conocimientos, creencias, tradiciones, obras, folclor e historia, es el origen de nuestra nacionalidad, aun cuando forma parte de la civilización occidental. Por eso, la reciente reducción del presupuesto del Inac es una perversión malévola de esta identidad nacional hecha por esos consejeros áulicos del Palacio de las Garzas (Ministro de Economía y Finanzas y el Consejo de Gabinete), quienes actúan con virtuosos vicios (o viciosas virtudes) al otorgar solo $39 millones de los $102 millones solicitados para la administración pública de asuntos culturales.
La administración cultural de la nación, por supuesto, va más allá del Inac pues también involucra al Ministerio de Educación y otros ministerios, a los municipios, a las universidades y otros centros de formación superior, a instituciones no gubernamentales, centros de investigación, los equipamientos culturales (tanto privados como públicos), nuestra escasa industria cultural y en especial nuestra legislación cultural, comenzando por nuestra Constitución que le dedica todo un capítulo (Capítulo IV – Cultura Nacional).
Pero es el Estado panameño, convertido en "ogro filantrópico" (al decir de Octavio Paz), con ridícula soberbia y zozobra política, quien coarta la cultura nacional como libertad y derecho ciudadano (Art. 80 de Constitución) al tratar con ligereza las necesidades presupuestarias del Inac.
La cultura nacional nos define como panameños, sin ser una identidad única y estable, porque hay en cada uno de nosotros mucho que es desconocido, aun así, llegamos a inventar una identificación cultural dentro de esa heterogeneidad humana con los rasgos de nuestra imaginación, que entre más rica, mejor. Esta capacidad creadora panameña la compartimos todos y depende de la fuerza (y fragilidad) de ese conjunto de conocimientos y estructuras que conforman nuestra cultura nacional, mencionado antes.
Por ende, ella es, como experiencia espiritual, una interpretación de esas circunstancias materiales que nos vinculan a nuestra imaginación, pero para enriquecerla, transmitirla y difundirla se necesitan museos, teatros, bibliotecas, orquestas sinfónicas, coros, facultades de bellas artes, escuelas de ballet, de música, de artes plásticas, de conservación y antropología, la restauración de monumentos históricos, la protección de sitios arqueológicos, la promoción de manifestaciones culturales, en fin, todo lo que involucra la administración pública de nuestra cultura nacional.
Los $39 millones asignados al Inac para 2018 (menos que los $68 millones destinados "a contratos por servicios profesionales" entre 2014-2016 a la Asamblea Nacional) es un intento de menospreciar el valor verdadero de la cultura nacional, no solo en términos económicos sino como propulsora de nuestra identidad nacional.
El Inac debe aglutinar a los panameños, elevando y enriqueciendo su conocimiento como una afirmación inequívoca de nuestro patrimonio nacional, ayudémoslo.
Ciudadano