Iván Romero y el Partido Demócrata Cristiano
Publicado 2000/09/30 23:00:00
- San José
Iván Romero se acaba de morir. Otro amigo que se va, amigo de infancia, de partido, de toda la vida. Fue un demócrata cristiano ejemplar. Con su energía inagotable inició la Democracia Cristiana en Chiriquí con Roberto Jaén y José Arsenio de Obaldía. Y animó a la Democracia Cristiana panameña desde su fundación en 1960. Su entusiasmo no menguaba. Para él el último discurso, mitin o decisión era siempre lo mejor. Irradiaba convencimiento y esperanza.
Además de participar en todo intensamente, redactaba informes detallados y los publicaba por cuenta propia. También producía artículos audiovisuales que distribuía asiduamente. Era un militante incansable y un comunicador nato. En los últimos años hacía giras con su esposa Mabel al lado y muchas veces con su hija María Luisa todavía en su infancia. Con ellas portaba banderas y altoparlantes, voceaba lemas y pronunciaba discursos, imprimía y distribuía hojas sueltas. Y para Navidades le gustaba vestirse de Santa Claus y repartir pastillas en actos para niños organizados por copartidarios en Arraiján o en Darién.
Durante toda su trayectoria fue un gran propulsor de los comités de base. Creyente sincero en la democracia interna, promovía las elecciones competitivas y participaba como candidato cada vez que podía. Fue electo Secretario General en tiempos de la dictadura, lo que le valió persecución y cárcel, y en nuestro último congreso fue el vicepresidente más votado. Escribía luego manuales prácticos para compartir su ciencia política y su experiencia. Confiaba en la virtud de la educación política para forjar los nuevos líderes, a cuya búsqueda constante se dedicaba. Iván fue un activista maestro y un maestro de activismo.
Iván era de una franqueza a rajatablas, expresando su punto de vista sin tapujos y diciéndonos a todos exactamente lo que pensaba. Era apasionado y podía ser terco, tan partidario decidido como antagonista frontal, pero sin cultivar rencores. Lo importante era que la autenticidad de su convicción social cristiana, el testimonio coherente de su vida y su fidelidad sin fallas al Partido, se imponían por encima de estos apasionamientos transitorios y le daban a su actividad una dinámica luminosa y transformadora del entorno. Gozaba lo que hacía y su gozo era contagioso.
Iván Romero fue una "rara avis": un político por la dedicación de su tiempo, de sus recursos y de su atención, quien no sacó ningún provecho personal de la política. Nunca tuvo un puesto alto en el Gobierno. A lo más que llegó fue a legislador suplente y no le gustaba lo que consideraba una actividad donde se perdía mucho tiempo y se pretendían muchos privilegios. Bajo el presidente Pérez Balladares, su primo hermano, el Secretario Privado del Presidente era su sobrino y el Contralor General de la República era su hermano. Pero ello no le impidió ser y expresarse como oposición, sin intentar obtener ningún favor ni canonjía. Iván era un hombre íntegro con criterio independiente y el coraje para actuar si necesario en contra de las expectativas de su ambiente y de sus propios intereses. Oía la música de sus ideales y avanzaba al son de esa música seguro de que así ayudaba a transformar la política en una actividad decente y de servicio a la gente común y corriente. El bien común era para él un compromiso de vida y no un simple concepto.
Sin embargo, nunca por la política, en la que tuvo la dicha de contar a Mabel como su compañera, dejó de ocuparse asiduamente de sus hijos e hijas, por quienes se desvelaba, ni dejó de cultivar un círculo de amistades que incluía la gente la más diversa y heterogénea. La política no limitó su humanidad. En su caso su humanismo de inspiración cristiana la ennobleció.
Al reflexionar sobre la vida política de Iván caigo en la cuenta de que hay una correspondencia extraordinaria entre el espíritu que él encarnó año tras año con inusitado altruismo y el rumbo que ha seguido durante cuatro décadas la Democracia Cristiana panameña. Ello no puede sorprendernos porque Iván participó desde temprano y de manera continua en la más alta dirigencia del Partido, contribuyendo a decidir sus orientaciones y más aún su personalidad. El PDC pudo contar con él en cada momento crucial de su historia.
En su entrevista televisada del domingo pasado, en el programa Enfoque, el Presidente del Partido, Rubén Arosemena Valdés, resumió acertadamente el sentido de la historia partidaria en estos términos: "Y el Acuerdo META tiene su sustento ontológico en que se le está dando el mensaje al país de que una nueva generación de políticos estamos abriendo camino al futuro, estamos rompiendo paradigmas. La Democracia Cristiana tradicionalmente ha asumido una posición muy independiente y a veces cuestionada. Desde 1960 cuando hablamos de la panameñización del Canal. Luego en el 68 nos declaramos desde el primer momento en oposición a la dictadura hasta el último momento. Y en... 1978 decidimos actuar legalmente como partido político y se nos criticó, pero después todos nos siguieron... En democracia nos tocó desmilitarizar el aparato militar y poner el énfasis en la deuda social que tenía el país, e hicimos críticas a las privatizaciones indiscriminadas. Y ahora hemos tenido el coraje, porque lo más cómodo es ver el asunto pasar y que el país pierda la oportunidad y nos quedemos (estancados) ... por disfrazar nuestra falta de visión con discursos anticuados que ya no tienen ninguna relevancia para el futuro, porque ya tenemos democracia... (Pero) hemos tenido la valentía... de poder suscribir un acuerdo programático precisamente con quienes han sido nuestros adversarios tradicionales...y el tiempo que es el gran juzgador nos va a evaluar."
Al hablar de esta manera Arosemena Valdés va al meollo de lo que ha sido la contribución reiterada de la Democracia Cristiana a nuestro pueblo y nuestro país, a saber su independencia de criterio para visualizar los cambios que Panamá ha necesitado y su coraje para ser el primer grupo o estar entre los primeros en emprenderlos.
Este espíritu marcó la etapa inicial del PDC. Desde su fundación, aún antes del 9 de Enero de 1964, el PDC ya abogaba por la plena panameñización de la Zona y del Canal. Ese año de 1964 rehusó firmar las credenciales presidenciales de Marco A. Robles, reivindicando así la necesidad de elecciones transparentes frente a los habituales fraudes de antaño. En 1968, cuando el desconocimiento de la jerarquía dentro de la Guardia Nacional sirvió de excusa para el golpe militar, el Ministro de Educación demócrata cristiano, Rubén Arosemena Guardia, se mantuvo al lado del Presidente Arnulfo Arias depuesto, hasta que éste dejó el país. Otros Ministros se acomodaron pronto con el régimen militar y sectores políticos y empresariales que luego hicieron oposición a la dictadura comenzaron celebrándola, pensando aprovecharse de la misma.
Con el mismo espíritu, la segunda etapa del PDC fue la de su lucha, desde el primero hasta el último día, contra la dictadura. Otros la compartieron, pero ningún grupo luchó más consistentemente. Por respeto a la importancia transcendental para Panamá de la necesaria panameñización del Canal, en 1978 el PDC dejó en libertad de conciencia a sus miembros de cara a los Tratados Torrijos-Carter, a pesar de su oposición al régimen militar. El Partido decidió luego inscribirse como partido y participar en las primeras elecciones legislativas, aunque lo acusaron de legitimar la dictadura grupos que posteriormente siguieron el mismo curso de acción. Ya desde 1972 un demócrata cristiano, Luis Emilio Veces, había tenido como Representante de Corregimiento la valentía de emitir el único voto negativo contra la Constitución torrijista. En 1989, cuando dos grupos políticos opositores rompieron la unidad acordada para postular una candidatura propia, con lo cual habrían sin duda ayudado a la dictadura, el PDC, aún cuando estaba indudablemente a la vanguardia de la lucha democratizadora, sacrificó su legítima aspiración a la candidatura y rehizo la unidad para garantizar la derrota política del régimen dictatorial.
El mismo espíritu ha prevalecido desde que vivimos en democracia. Miembros del PDC asumieron la responsabilidad por la desmilitarización de la seguridad pública, a pesar de ataques sistemáticos, y establecieron el modelo de policía civil que ha sido avalado por tres Presidentes y cinco Ministros de Gobierno y Justicia. El PDC fue el que comenzó a insistir en la indispensable atención a la deuda social, casi diez años antes de que la actual Presidenta enfatizara la lucha contra la pobreza en sus promesas electorales. Y ha sido el único partido en mantener una posición crítica frente a la privatización indiscriminada de los servicios públicos, cuando otros partidos han alterado su posición según han estado en el Gobierno o en la oposición. En las elecciones de 1999, el PDC jugó un papel decisivo en ofrecerle al país una alternativa nueva y programática, de manera que el electorado no se viera limitado a un bipartidismo empobrecedor. Y desde entonces está en marcha hacia su transformación en el Partido Popular, un partido social cristiano más abierto, flexible y pluralista.
Ahora con el Acuerdo M.E.T.A. el PDC comparte con sus adversarios históricos un esfuerzo de madurez política excepcional por contrarrestar el desprestigio peligroso del principal órgano representativo de la democracia, la Asamblea Legislativa, evitar que surja una regresión antidemocrática como en Ecuador, Perú y Venezuela y propiciar leyes con sentido social. Le propone de esta manera al país una salida al estancamiento en el que se encuentra, lo que no obstaculiza al Ejecutivo, sino que le proporciona una gobernabilidad con fiscalización.
La muerte de Iván Romero nos obliga a los demócratas cristianos a ahondar en la conciencia de lo que hemos tratado de realizar en nuestro país inspirados en los valores y principios social cristianos. Hemos tenido aciertos y hemos cometido errores. Pero a través de estas vicisitudes se puede decir, con estricto apego a la verdad histórica, que la vida política panameña no habría sido la misma sin el aporte de la Estrella Verde. Habría tenido una menor preocupación social y una menor exigencia moral; le habría faltado mucho más respeto por los derechos humanos y habría carecido casi por completo de programas de formación política democrática; no habría tenido algunos de sus rasgos más esperanzadores, aunque a veces menos manifiestos y reconocidos.
Al recapacitar sobre estos cuarenta años de actividad demócrata cristiana, estoy convencido que ella no habría sido posible sin hombres y mujeres que le han dado a la política mucho de sus vidas sin pretender sacarle provecho y que al mismo tiempo han llevado vidas de familia, de trabajo y de civismo como gente de bien. Estos héroes anónimos de la democracia panameña merecen un reconocimiento en la persona ejemplar de Iván Romero González-Revilla.
Además de participar en todo intensamente, redactaba informes detallados y los publicaba por cuenta propia. También producía artículos audiovisuales que distribuía asiduamente. Era un militante incansable y un comunicador nato. En los últimos años hacía giras con su esposa Mabel al lado y muchas veces con su hija María Luisa todavía en su infancia. Con ellas portaba banderas y altoparlantes, voceaba lemas y pronunciaba discursos, imprimía y distribuía hojas sueltas. Y para Navidades le gustaba vestirse de Santa Claus y repartir pastillas en actos para niños organizados por copartidarios en Arraiján o en Darién.
Durante toda su trayectoria fue un gran propulsor de los comités de base. Creyente sincero en la democracia interna, promovía las elecciones competitivas y participaba como candidato cada vez que podía. Fue electo Secretario General en tiempos de la dictadura, lo que le valió persecución y cárcel, y en nuestro último congreso fue el vicepresidente más votado. Escribía luego manuales prácticos para compartir su ciencia política y su experiencia. Confiaba en la virtud de la educación política para forjar los nuevos líderes, a cuya búsqueda constante se dedicaba. Iván fue un activista maestro y un maestro de activismo.
Iván era de una franqueza a rajatablas, expresando su punto de vista sin tapujos y diciéndonos a todos exactamente lo que pensaba. Era apasionado y podía ser terco, tan partidario decidido como antagonista frontal, pero sin cultivar rencores. Lo importante era que la autenticidad de su convicción social cristiana, el testimonio coherente de su vida y su fidelidad sin fallas al Partido, se imponían por encima de estos apasionamientos transitorios y le daban a su actividad una dinámica luminosa y transformadora del entorno. Gozaba lo que hacía y su gozo era contagioso.
Iván Romero fue una "rara avis": un político por la dedicación de su tiempo, de sus recursos y de su atención, quien no sacó ningún provecho personal de la política. Nunca tuvo un puesto alto en el Gobierno. A lo más que llegó fue a legislador suplente y no le gustaba lo que consideraba una actividad donde se perdía mucho tiempo y se pretendían muchos privilegios. Bajo el presidente Pérez Balladares, su primo hermano, el Secretario Privado del Presidente era su sobrino y el Contralor General de la República era su hermano. Pero ello no le impidió ser y expresarse como oposición, sin intentar obtener ningún favor ni canonjía. Iván era un hombre íntegro con criterio independiente y el coraje para actuar si necesario en contra de las expectativas de su ambiente y de sus propios intereses. Oía la música de sus ideales y avanzaba al son de esa música seguro de que así ayudaba a transformar la política en una actividad decente y de servicio a la gente común y corriente. El bien común era para él un compromiso de vida y no un simple concepto.
Sin embargo, nunca por la política, en la que tuvo la dicha de contar a Mabel como su compañera, dejó de ocuparse asiduamente de sus hijos e hijas, por quienes se desvelaba, ni dejó de cultivar un círculo de amistades que incluía la gente la más diversa y heterogénea. La política no limitó su humanidad. En su caso su humanismo de inspiración cristiana la ennobleció.
Al reflexionar sobre la vida política de Iván caigo en la cuenta de que hay una correspondencia extraordinaria entre el espíritu que él encarnó año tras año con inusitado altruismo y el rumbo que ha seguido durante cuatro décadas la Democracia Cristiana panameña. Ello no puede sorprendernos porque Iván participó desde temprano y de manera continua en la más alta dirigencia del Partido, contribuyendo a decidir sus orientaciones y más aún su personalidad. El PDC pudo contar con él en cada momento crucial de su historia.
En su entrevista televisada del domingo pasado, en el programa Enfoque, el Presidente del Partido, Rubén Arosemena Valdés, resumió acertadamente el sentido de la historia partidaria en estos términos: "Y el Acuerdo META tiene su sustento ontológico en que se le está dando el mensaje al país de que una nueva generación de políticos estamos abriendo camino al futuro, estamos rompiendo paradigmas. La Democracia Cristiana tradicionalmente ha asumido una posición muy independiente y a veces cuestionada. Desde 1960 cuando hablamos de la panameñización del Canal. Luego en el 68 nos declaramos desde el primer momento en oposición a la dictadura hasta el último momento. Y en... 1978 decidimos actuar legalmente como partido político y se nos criticó, pero después todos nos siguieron... En democracia nos tocó desmilitarizar el aparato militar y poner el énfasis en la deuda social que tenía el país, e hicimos críticas a las privatizaciones indiscriminadas. Y ahora hemos tenido el coraje, porque lo más cómodo es ver el asunto pasar y que el país pierda la oportunidad y nos quedemos (estancados) ... por disfrazar nuestra falta de visión con discursos anticuados que ya no tienen ninguna relevancia para el futuro, porque ya tenemos democracia... (Pero) hemos tenido la valentía... de poder suscribir un acuerdo programático precisamente con quienes han sido nuestros adversarios tradicionales...y el tiempo que es el gran juzgador nos va a evaluar."
Al hablar de esta manera Arosemena Valdés va al meollo de lo que ha sido la contribución reiterada de la Democracia Cristiana a nuestro pueblo y nuestro país, a saber su independencia de criterio para visualizar los cambios que Panamá ha necesitado y su coraje para ser el primer grupo o estar entre los primeros en emprenderlos.
Este espíritu marcó la etapa inicial del PDC. Desde su fundación, aún antes del 9 de Enero de 1964, el PDC ya abogaba por la plena panameñización de la Zona y del Canal. Ese año de 1964 rehusó firmar las credenciales presidenciales de Marco A. Robles, reivindicando así la necesidad de elecciones transparentes frente a los habituales fraudes de antaño. En 1968, cuando el desconocimiento de la jerarquía dentro de la Guardia Nacional sirvió de excusa para el golpe militar, el Ministro de Educación demócrata cristiano, Rubén Arosemena Guardia, se mantuvo al lado del Presidente Arnulfo Arias depuesto, hasta que éste dejó el país. Otros Ministros se acomodaron pronto con el régimen militar y sectores políticos y empresariales que luego hicieron oposición a la dictadura comenzaron celebrándola, pensando aprovecharse de la misma.
Con el mismo espíritu, la segunda etapa del PDC fue la de su lucha, desde el primero hasta el último día, contra la dictadura. Otros la compartieron, pero ningún grupo luchó más consistentemente. Por respeto a la importancia transcendental para Panamá de la necesaria panameñización del Canal, en 1978 el PDC dejó en libertad de conciencia a sus miembros de cara a los Tratados Torrijos-Carter, a pesar de su oposición al régimen militar. El Partido decidió luego inscribirse como partido y participar en las primeras elecciones legislativas, aunque lo acusaron de legitimar la dictadura grupos que posteriormente siguieron el mismo curso de acción. Ya desde 1972 un demócrata cristiano, Luis Emilio Veces, había tenido como Representante de Corregimiento la valentía de emitir el único voto negativo contra la Constitución torrijista. En 1989, cuando dos grupos políticos opositores rompieron la unidad acordada para postular una candidatura propia, con lo cual habrían sin duda ayudado a la dictadura, el PDC, aún cuando estaba indudablemente a la vanguardia de la lucha democratizadora, sacrificó su legítima aspiración a la candidatura y rehizo la unidad para garantizar la derrota política del régimen dictatorial.
El mismo espíritu ha prevalecido desde que vivimos en democracia. Miembros del PDC asumieron la responsabilidad por la desmilitarización de la seguridad pública, a pesar de ataques sistemáticos, y establecieron el modelo de policía civil que ha sido avalado por tres Presidentes y cinco Ministros de Gobierno y Justicia. El PDC fue el que comenzó a insistir en la indispensable atención a la deuda social, casi diez años antes de que la actual Presidenta enfatizara la lucha contra la pobreza en sus promesas electorales. Y ha sido el único partido en mantener una posición crítica frente a la privatización indiscriminada de los servicios públicos, cuando otros partidos han alterado su posición según han estado en el Gobierno o en la oposición. En las elecciones de 1999, el PDC jugó un papel decisivo en ofrecerle al país una alternativa nueva y programática, de manera que el electorado no se viera limitado a un bipartidismo empobrecedor. Y desde entonces está en marcha hacia su transformación en el Partido Popular, un partido social cristiano más abierto, flexible y pluralista.
Ahora con el Acuerdo M.E.T.A. el PDC comparte con sus adversarios históricos un esfuerzo de madurez política excepcional por contrarrestar el desprestigio peligroso del principal órgano representativo de la democracia, la Asamblea Legislativa, evitar que surja una regresión antidemocrática como en Ecuador, Perú y Venezuela y propiciar leyes con sentido social. Le propone de esta manera al país una salida al estancamiento en el que se encuentra, lo que no obstaculiza al Ejecutivo, sino que le proporciona una gobernabilidad con fiscalización.
La muerte de Iván Romero nos obliga a los demócratas cristianos a ahondar en la conciencia de lo que hemos tratado de realizar en nuestro país inspirados en los valores y principios social cristianos. Hemos tenido aciertos y hemos cometido errores. Pero a través de estas vicisitudes se puede decir, con estricto apego a la verdad histórica, que la vida política panameña no habría sido la misma sin el aporte de la Estrella Verde. Habría tenido una menor preocupación social y una menor exigencia moral; le habría faltado mucho más respeto por los derechos humanos y habría carecido casi por completo de programas de formación política democrática; no habría tenido algunos de sus rasgos más esperanzadores, aunque a veces menos manifiestos y reconocidos.
Al recapacitar sobre estos cuarenta años de actividad demócrata cristiana, estoy convencido que ella no habría sido posible sin hombres y mujeres que le han dado a la política mucho de sus vidas sin pretender sacarle provecho y que al mismo tiempo han llevado vidas de familia, de trabajo y de civismo como gente de bien. Estos héroes anónimos de la democracia panameña merecen un reconocimiento en la persona ejemplar de Iván Romero González-Revilla.
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