Panamá
Kyon
- Alonso Correa
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El cinismo mal comprendido es una guadaña que rebana la sorpresa diaria, la emoción del día a día.
Su significado, alterado por milenios de uso espurio, terminó por deformarse. Su definición, bombardeada por conceptos inexactos, terminó por condenar a esta filosofía al rincón de la trivialidad. El cinismo, ese adjetivo despectivo y vulgar, ha llevado a millones a abrazar un errado modus vivendi, a ver la vida, bella y emocionante por un lado, como un bodrio gris y nauseabundo, un largometraje infeliz y repetitivo.
El cinismo mal comprendido es una guadaña que rebana la sorpresa diaria, la emoción del día a día. El cinismo mal explicado es una explosión de metralla que destroza el asombro, es un bombazo que revienta las ganas.
Esta idea, mal planteada, ha hecho que el tratar de ser como un perro sea considerado como un insulto.
El cinismo, para aquellos filósofos que adoptaron la vida por y para la filosofía, le hizo descubrir que los lujos, las excentricidades y la opulencia que desbordaba en las urbes antiguas era un espejismo. Una idea ruin y triste que esconde y aleja la alegría. Desnudaron la hipocresía de las clases que se recluían tras los muros de los Estados. Usando la mayéutica, como Sócrates con sus alumnos, le preguntaron a los que los escuchaban de qué valían los lujos, para qué servían las excentricidades, con qué se comía la opulencia.
Diógenes de Sinope, ese "perro" que vivía exiliado en Atenas mendigando las sobras para comer y riéndose de los ricos y poderosos con sus masturbaciones públicas. Ese indigno civil, ese perro bípedo, señalaba las incongruencias que, de una u otra forma, nos impiden encontrar la felicidad. Señalaba, en su paupérrima vivienda, las necesidades artificiales, los reglamentos inventados, los criterios inexistentes que lo rodeaban y que, para aquellos que vivían envueltos en ellos, hacían que su vida llegara a ser una condena insoportable y vacía.
¿Cuántas veces nos hemos vuelto prisioneros de la tristeza, cuántas horas hemos perdido sumidos en la miseria, cuántos días, meses o años le hemos regalado a la aflicción por bienes o ideas que, vistas desde otra perspectiva, son banalidades sin valor? Porque los académicos trabajan por descubrir los problemas de los autores clásicos teniendo ellos los suyos propios, los ingenieros se afanan en encontrar las vías para aguantar las obras y monumentos no pudiendo a veces aguantar su agobiante vida, los matemáticos y físicos se pasan la vida entera en búsqueda de problemas a los que dar respuestas y respuestas a las que encontrarles problemas, pero se olvidan de que hay cuestiones que aún rondan en su vida diaria. Estos ejemplos, caricaturizados y banales, son meras muestras, indicios de lo liados y cegados que estamos en nuestra vida diaria.
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