La desesperanza
- Celeste Amaro
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Uno de los conceptos psicológicos más importantes de los últimos años es el de "desesperanza aprendida", que es un estado de pérdida de la motivación, de la esperanza de alcanzar los sueños, una renuncia a toda posibilidad de que las cosas salgan bien, se resuelvan o mejoren. Las personas con este estilo de pensamiento tienen la tendencia a mirar los problemas con una óptica fatalista. La desesperanza no es depresión, pero si no se hacen correctivos a tiempo podrían desencadenarla y crear problemas de baja autoestima, falta de energía y tristeza.
Para una persona desesperanzada, hacer proyectos a futuro implica un camino lleno de penas. Sus expectativas siempre serán de fracaso. La desesperanza no nace con la persona, se adquiere, es el resultado de una continuidad de fracasos, de situaciones adversas, de desilusiones, que agota paulatinamente su energía y la capacidad para volver a intentarlo.
El síndrome de desesperanza se caracteriza por: Queja permanente, pesimismo, buscar culpables y alimentar el resentimiento, nostalgia del pasado, inacción y conformismo.
Es una especie de frustración e impotencia, en la que se suele pensar que no es posible por ninguna vía lograr una meta, o remediar alguna situación. Es una manera de considerarse atrapado.
La desesperanza es la percepción de una imposibilidad de logro, la idea de que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nunca, lo que plantea una resignación forzada y el abandono de los sueños. Cuidado con este sentimiento porque nada peor que rendirse antes de librar la batalla.
Podemos salir de la desesperanza, es nuestra obligación, retomar el timón del barco de nuestras vidas. Alguna de las cosas que puedes comenzar a hacer son las siguientes:
1. Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad inamovible.
2. Asumir que todo pasa y que cada día es nuevo y está lleno de posibilidades y potencialidades.
3. Centrarse en los recursos, dones y talentos, en vez de enfocarse en el problema o en sus posibles consecuencias negativas.
Es nuestra responsabilidad de luchar por un futuro mejor, porque es la herencia que dejaremos a nuestros hijos, debemos ser ejemplo de lucha, de progreso y no de entrega y mediocridad. Así que reflexiona sobre si lo que estás haciendo es suficiente o tienes que cambiar de estrategia. ¿Qué obtendrás con esto? Esperanza, porque la esperanza solo aparece cuando pensamos que podemos conseguir lo que queremos, por lo tanto, si estás centrado en encontrar soluciones y en ponerte en marcha con nuevas acciones, estarás yendo en la dirección que te lleve a tu objetivo.
La diferencia entre las personas que se hunden ante los problemas y las que sacan más fuerza para seguir adelante, está claramente en la forma de pensar.
Mientras hay lamentos, negatividades y autodestrucción, no hay cabida para seguir adelante. En cambio, cuando la mente está ocupada buscando soluciones para analizar lo que no funciona y poner en marcha nuevas estrategias, tomarás el camino que solucionará tus problemas.
No dejes que nada te detenga, recuerda que hasta el agua que parece débil, gota a gota, acaba erosionando una piedra. Con fe en nosotros siempre podremos renovar nuestros esfuerzos e ingenio para no hacer más de lo mismo, y afrontar lo que venga como nuevos desafíos.
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