Fuerzas
La división del PRD
- Víctor M. Collado S. (Abogado)
La unidad del PRD siempre lució más aparente que real, pese al coro uniformado que vociferaba la dureza imperturbable de sus distintas corrientes. La derrota de mayo
La unidad del PRD siempre lució más aparente que real, pese al coro uniformado que vociferaba la dureza imperturbable de sus distintas corrientes. La derrota de mayo pasado y los sucesos que vienen presentándose y que no cesarán en lo inmediato, traen a la memoria lo que leí u oí de alguien atribuyéndole al Dr. Diógenes de la Rosa la lapidaria sentencia de que el PRD es un círculo de enemigos íntimos. Los espectáculos de hoy revelan que la descripción del respetado ensayista panameño sigue tan vigente, pese a que hace poco (19 de julio) se cumplieron 16 años de su lamentable fallecimiento.
ESTA DIVISIÓN DEL PRD TIENE MÁS ORIGEN EXTERNO QUE INTERNO, SI BIEN EXPLOTÓ A PARTIR DE DECISIONES PARTICULARES DEL PRD, COMO FUERON LA RENUNCIA DEL EXCANDIDATO JUAN CARLOS NAVARRO Y LA INCLUSIÓN DE BENICIO ROBINSON EN EL EQUIPO NEGOCIADOR DE LA ERRÁTICA Y MAL LLAMADA GOBERNABILIDAD DE LA ASAMBLEA NACIONAL.
Se dice que por la clase de partido político que es, a todos nos debe interesar la disputa interna del PRD. Y eso es cierto como premisa general, aunque tal previsión también le es aplicable al resto de los partidos políticos, con independencia del tamaño que tengan hoy día.
Lo trascendental del asunto o lo que debe interesarnos es la relación con las circunstancias dentro de las cuales ocurre el fraccionamiento partidista, focalizada, por el momento, en la instancia directiva del partido.
Esta división del PRD tiene más origen externo que interno, si bien explotó a partir de decisiones particulares del PRD, como fueron la renuncia del excandidato Juan Carlos Navarro y la inclusión de Benicio Robinson en el equipo negociador de la errática y mal llamada gobernabilidad de la Asamblea Nacional. Por el tipo, clase y naturaleza de intereses en riesgo, en esa división perrediana coinciden las pretensiones del panameñismo con las de Cambio Democrático. Al primero, porque con ese partido se tienen acuerdos para el gobierno de la Asamblea de Diputados lo que, naturalmente, interesa al Ejecutivo, y para el segundo, porque, al asecho e interviniendo de una u otra manera, tiene a mano la carta de poder utilizar al PRD para frenar o impulsar acciones del Gobierno o en contra de este desde la Asamblea. Al Ejecutivo le importa que el PRD no se le escape de su control y al CD le atañe que esa piedra en el zapato la tenga el Gobierno sin renunciar a la posibilidad de sustituir al panameñismo en su alianza con el PRD.
Las fuerzas extrapartido que explican la segmentación del PRD hacen que el interés se dirija hacia la figura que debe y puede mantener vigente la división partidista. Y ese personaje, por ahora, no podía ser otro que el diputado de Bocas del Toro por mil y unas razones que el país, en general, conoce e intuye y otros, en pequeños círculos, que están al tanto de sus detalles. En tales condiciones, el diputado en cuestión resulta inimpugnable para el panameñismo y para el CD con relativa importancia de lo que pueda hacer el PRD en sus instancias internas. Es decir: mientras Benicio Robinson controle la bancada legislativa y sirva tanto a uno como a otros, las eventuales decisiones del PRD en contra del diputado se trasladarían al “matorral jurídico” de nuestros trámites legales e igual destino tendría si alguien llegara o tuviera que reemplazarlo, buscándose que no se altere sustancialmente la situación del PRD dentro de la inusual coincidencia entre el Ejecutivo y el CD.
Siempre es posible, sin embargo, que el PRD termine emancipándose de esta triangulación, se reorganice internamente y se reinvente ante sí y la opinión pública. Un proceso de ese tamaño lo obligaría a recorrer un largo camino que, sin duda, dejará “muertos y heridos” a ambos lados del camino, no fáciles de sanar ni de enterrar.
En este supuesto se corre el peligro adicional de que el PRD quede herido de muerte, en su difundida unidad, o pierda tal grado de importancia que ya no resulte útil, de manera inmediata, para unos ni para otros.
Cabe una advertencia: en la estrechez de un artículo de opinión no es fácil abordar todas las aristas ni las distintas posibilidades que ofrece el fenómeno del PRD. Sumémosle que la velocidad de los acontecimientos supera en creces la oportunidad que se tiene para publicar opiniones, y que, por tanto, en no pocas ocasiones, cuando la opinión del observador se imprime, ya los hechos analizados corrieron otra suerte o transitan por caminos impensados.
Visto lo conocido y aún por conocer, el disputado Robinson bien puede copiar para su favor lo que alega J. Volpi en su autobiografía “Memorial del Engaño”, Alfaguara, 2013, de que si defraudó a centenares, si engañó a amigos, si puso en riesgo a socios y familia, si es un monstruo o un peligro, para la sociedad, aquellos que lo señalan con sus índices flamígeros no son mucho mejores que él.
Esto explica, entonces, que la salida que se logre o se imponga en el affaire partidista tiene que ser drástica, tajante y fulminante.
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