Debate
La razón y la verdad: crucificadas
Toda persona, que se niega a ser inoculada, tiene el derecho, también, a que el médico o doctor tratante le presente cuáles son las opciones ante la no inoculación. En Panamá, nada de esto ha sucedido.
- Silvio Guerra Morales
- /
- - Publicado: 31/12/2021 - 12:00 am
Cuántas mentiras se vienen diciendo en el país por parte de los defensores, a ultranza, de las vacunas contra la Covid-19. Sin argumentos ni posibilidad alguna de convencer por medio del razonamiento y la lógica, se hacen de discursos caracterizados por el pánico y el terror, de miedos y de muerte.
La población, parte de ella, ha recurrido obedientemente a la vacunación de la tercera dosis. Se trata de un alto sector que no se ha informado, pero que tampoco ha recurrido a hacerse de la información veraz y fidedigna proveniente de amplios sectores, científicos y profesionales, alrededor del mundo, que con objetividad científica, apegados a la verdad y a la ciencia, nos han explicado que las vacunas contienen grafeno y que este material es altamente nocivo a la salud. O tal vez, quizá, han conocido la información y, como es su derecho, comprensible y legítimo, han optado por creerle a la vacuna contra la Covid-19.
Pero, he allí el quid jus. Si ese derecho a vacunarse, optativo por cierto, se respeta y se entiende en su máxima expresión, ¿por qué entonces, del mismo modo y en reciprocidad de comprensiones lógicas, no se respeta el derecho de las personas que no hemos querido inocularnos, siendo ese derecho representativo de la autonomía de la voluntad?
Desde el Juicio de Núremberg quedó claro, así razonado y aceptado por las naciones del mundo, que toda intervención médica en el cuerpo de las personas, tiene, de modo ineludible e inobjetable, que pasar lectura rigurosa por el derecho del paciente o potencial paciente, al prestar su consentimiento, previo a toda intervención, invasiva o no.
Ese consentimiento, ha sido escrito y así ha quedado, casi en lapidaria frase, debe ser previo, libre, informado y consentido. Toda persona, que se niega a ser inoculada, tiene el derecho, también, a que el médico o doctor tratante le presente cuáles son las opciones ante la no inoculación.
En Panamá, nada de esto ha sucedido. A como tampoco ha acontecido que el Minsa dé seguimiento alguno a las personas que se inoculan para poder determinar y conocer de los efectos adversos colaterales. Para colmo, ni siquiera se realizan las autopsias, siendo este un derecho de los familiares o parientes con el poder de decidirlo, a conocer la real y verdadera causa de muerte de una persona.
Para los defensores, a ciegas, de las vacunas, el último argumento (Insertos algunos de ellos en el enorme y multimillonario negociado de las Big Pharma, lo cual ha sido catalogado por no pocos economistas y hombres de ciencia, como la gran mentira y estafa mundial), ha sido el sostener que las personas que no nos hemos vacunado somos quienes contagiamos.
Por cierto, este argumento es indigno, inhumano, nazi, nefasto, ilógico, irreal, por cuanto se cae de su propio contenido y peso, sin dejar de ser inmoral, indecente y antiético.
VEA TAMBIÉN: El desenfreno juvenil nos saldrá muy caro a todos los panameños
La razón y la verdad han sido excomulgadas de todo juicio. Y digo "juicio", no tan solo para referirme a las cuestiones propias de los juzgamientos, sino a la palabra en cuanto hace relación a "análisis", "apreciación", "criterios", "opiniones", "pareceres", "dictámenes", etc.
El facilismo, por no decir la irresponsabilidad y falta de seriedad con que se expresan opiniones y criterios, ha venido a ser la tónica de nuestros tiempos, de nuestros días. ¿Se ha dado acaso la Rebelión de las Masas a las que se refería Don José Ortega y Gasset? No lo creo, las masas al parecer duermen.
Opinión
La “chinguia” del Vale Digital es la consecuencia de ejemplos torcidos
27/12/2021 - 11:43 am
El tiempo que nos toca vivir, como corolario, no es nada fácil. Menos para nuestros hijos. Es en ellos en quienes debemos pensar, pues es esta la real y verdadera razón, plausible y justificante, para mesurar nuestros criterios y pensamientos al momento de opinar, máxime cuando se trata de asuntos tan relevantes como es el tema de la salud de nuestros congéneres y la propia.
No tengo duda alguna en sostener que cada generación que precede es la que condiciona a la que la prosigue, en tiempo y en espacio. Somos responsables del mañana de nuestros hijos y ellos, a su vez, lo serán de los suyos.
En esto hay un alto grado de responsabilidad, no tan solo familiar sino también espiritual. La herencia genética condiciona nuestros genotipos, pero el fenotipo condiciona también nuestros comportamientos y conductas sociales e intrafamiliares.
La educación y la cultura, el estudio y la disciplina, la moral y la ética son variables que nos hacen mejor. De allí la importancia de mantener, en nuestras hojas de vida, un catálogo de principios y de valores familiares, sociales, profesionales, espirituales, individuales, etc.
¡Dios bendiga a la Patria!
Abogado.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.